Sí, el último del año. El 2010 está en las últimas. Apenas unas horas me separan del 2011 y, después de pasar mis buenas horas en la cocina, preparando la cena de esta noche, por fin me meto en la habitación, sobre la cama con las piernas extendidas, bastante cansada, y esperando decir alguna cosa, que cierre este blog por este año.
Por mi parte, mentiría si dijera que ha sido un año fructífero. Mi corazón duro ha acallado muchas de las buenas cosas que el Espíritu Santo ha susurrado en mi corazón. La tónica general ha sido hacer mi "santa" voluntad. Decir muchas cosas sin pensar de las que me he arrepentido cuando era demasiado tarde. Vivir más para mí que para los demás, en los que Cristo me suplicaba amor. Buscar mi propio interés, sin pensar antes que podía hacer daño a algunas personas, que yo pensaba me impedían lograr mi objetivo.
¡Sí, un año del que no puedo estar orgullosa! Y, a los que me lean, no puedo más que pedirles me perdonen, ya que casi todas las cosas que he nombrado es seguro que les habrá afectado.
Nada vale ahora seguir adentrando en todo eso; ¿puedo poner remedio?
Pero lo mejor de todo es que cuantas veces lo he hecho mal y me he arrepentido, Dios ha sido misericordioso conmigo y me ha perdonado. ¡Solo Dios puede hacerlo! ¡Solo Dios!
Ha sido paciente; no me ha rechazado cuando, hundida en el pecado, he alzado los ojos al Cielo y con las manos "sucias" extendidas hacia Él, le he pedido perdón; frente a mi mal, Él ha sacado bien; cuando yo no podía conmigo misma, Él ha sabido demostrarme cuánto me ama, en Su Hijo Jesucristo.
¿Lo mejor de este año que acaba?
¡DIOS!
¡Qué Dios os conceda un año lleno de Paz y Amor!
Es un blog nuevo, por tanto viene con frescura, lleno de sinceridad, con comentarios llenos de vida, sin intención de convencer a nadie, pero sí de hacer pensar.
viernes, 31 de diciembre de 2010
miércoles, 29 de diciembre de 2010
En Navidad
Queridos todos, ¡cuánto tiempo sin publicar nada. He andado bastante atareada estos últimos tiempos. Estoy trabajando de nuevo, la organización de las comidas, las cenas, las lavadoras, la compra, ..., me lleva su tiempo, y a la hora de elegir hay que optar por lo que más favorece al seguimiento de la vida en casa. Sobre todo tener bien atendidos a los míos. Así que lo demás, se ha quedado un poco abandonado.
Pero no por eso Dios ha dejado de seguir aconteciendo en mi vida. É$l, y se lo agradezco humildemente, siempre tiene cosas que decirme, acontecimientos en los que ayudarme, alegrías que hacerme degustar en paz, ... ¡Dios es Único en el actuar, en el acontecer, en el hablar, en el amar.
La vida tiene sus propios agobios, con lo que no me los busco, en un acto de "heroicidad". Soy una pobre mujer de a pie, que intenta caminar en la presencia de su Señor, con más caídas que éxitos. Pero el saberme amada sin límites ni exigencias, me hace vivir a pleno pulmón.
Pero el demonio no para de hacerme la vida imposible. Es cierto que se que es como un perro atado por el cuello a un poste y que si no quiero que me muerda lo que he de hacer es no acercarme a su campo de acción. Así que en la situación por la que estoy pasando yo, no sé que pensar. No quiero "meterme" en ella, pero, ¡qué bien sabe él meter la puya y desestabilizarme!
El caso es que dentro de dos semanas ya viene mi suegra a casa. Tendría que vivirlo como quien espera a Jesús que viene a su casa y espera encontrar amor; pero yo sólo puedo ver que viene una persona que me desestabiliza, me saca de mis casillas, me hace sufrir mucho, ..., con su carácter.
Me quita cosas; otras veces, las cosas desaparecen y aparecen más tarde; mis hijos sufren en ocasiones el robo de sus ahorrillos; a algunos de mis hijos los desprecia, y no se oculta para ello, con lo que mi ser de madre "animal", salta como una leona y, ...; miente sin parar; quiere "adueñarse" de mi cocina; se mete en lo que no debe; ...., ¡no pararía!
La verdad es que desde que la conozco, bueno, mejor dicho, desde que nos casamos, ella demostró que no era como se me había presentado durante nuestro noviazgo. Así que llevo ya bastantes años "sufriéndola"
Pero la cosa es que la última vez que la tuvimos, sucedió algo que, ...
Ya me conocéis, sabéis que desde el año 2000 tengo depresión endógena. Pero con la medicación, ni se me nota.
¿Qué sucedería en mí, que se me disparó y estuve muy mal a partir de la Pascua pasada, hasta que se fue, en mayo?
Por supuesto tuve que ponerme en manos de una siquiatra, que bendita sea, pues me ayuda muchísimo. Y, también tuve que ver aumentada mi medicación.
En fin, como he dicho, yo no me quiero acercar al límite en el que domina el perro, que es el demonio, pero, ..., ¿alguien tiene alguna explicación para lo que me está pasando?
Lo que pido es que os acordéis de mi en vuestras oraciones.
¡Qué Dios os lo pague!
Pero no por eso Dios ha dejado de seguir aconteciendo en mi vida. É$l, y se lo agradezco humildemente, siempre tiene cosas que decirme, acontecimientos en los que ayudarme, alegrías que hacerme degustar en paz, ... ¡Dios es Único en el actuar, en el acontecer, en el hablar, en el amar.
La vida tiene sus propios agobios, con lo que no me los busco, en un acto de "heroicidad". Soy una pobre mujer de a pie, que intenta caminar en la presencia de su Señor, con más caídas que éxitos. Pero el saberme amada sin límites ni exigencias, me hace vivir a pleno pulmón.
Pero el demonio no para de hacerme la vida imposible. Es cierto que se que es como un perro atado por el cuello a un poste y que si no quiero que me muerda lo que he de hacer es no acercarme a su campo de acción. Así que en la situación por la que estoy pasando yo, no sé que pensar. No quiero "meterme" en ella, pero, ¡qué bien sabe él meter la puya y desestabilizarme!
El caso es que dentro de dos semanas ya viene mi suegra a casa. Tendría que vivirlo como quien espera a Jesús que viene a su casa y espera encontrar amor; pero yo sólo puedo ver que viene una persona que me desestabiliza, me saca de mis casillas, me hace sufrir mucho, ..., con su carácter.
Me quita cosas; otras veces, las cosas desaparecen y aparecen más tarde; mis hijos sufren en ocasiones el robo de sus ahorrillos; a algunos de mis hijos los desprecia, y no se oculta para ello, con lo que mi ser de madre "animal", salta como una leona y, ...; miente sin parar; quiere "adueñarse" de mi cocina; se mete en lo que no debe; ...., ¡no pararía!
La verdad es que desde que la conozco, bueno, mejor dicho, desde que nos casamos, ella demostró que no era como se me había presentado durante nuestro noviazgo. Así que llevo ya bastantes años "sufriéndola"
Pero la cosa es que la última vez que la tuvimos, sucedió algo que, ...
Ya me conocéis, sabéis que desde el año 2000 tengo depresión endógena. Pero con la medicación, ni se me nota.
¿Qué sucedería en mí, que se me disparó y estuve muy mal a partir de la Pascua pasada, hasta que se fue, en mayo?
Por supuesto tuve que ponerme en manos de una siquiatra, que bendita sea, pues me ayuda muchísimo. Y, también tuve que ver aumentada mi medicación.
En fin, como he dicho, yo no me quiero acercar al límite en el que domina el perro, que es el demonio, pero, ..., ¿alguien tiene alguna explicación para lo que me está pasando?
Lo que pido es que os acordéis de mi en vuestras oraciones.
¡Qué Dios os lo pague!
miércoles, 8 de diciembre de 2010
"Hágase en mí según tu palabra"
Después de algún tiempo de no escribir, qué mejor que retomar en el día de la Inmaculada. Anoche celebramos la vigilia dedicada a Ella. Y la Iglesia nos regaló la lectura del evangelio de san Lucas, en la que el ángel Gabriel conversa con Ella, presentándole el plan de Dios, al que respondió: "Hágase en mi tu palabra".
Me alegra siempre que Dios tenga una palabra para mí, que no se canse de mis infidelidades, de mis pecados, de mi falta de amor, ...
"Hágase en mí según tu palabra", ¡cuántas veces he oído este "Sí" de la Virgen!, y qué distinto es del "no" mío.
Mi "No", que responde al deseo de hacer siempre mi voluntad, dejar de lado la de Dios, que no hay ninguna duda, es la buena.
La experiencia es que siguiendo mi voluntad sólo he vivido una tristeza profunda, la desesperanza completa, la dejadez, la búsqueda de soledad, ...
"Mi voluntad", ¡vaya acierto!. El demonio está siempre atento en lo que se me presenta, para hacerme creer que Dios no me quiere, que me ofrece lo peor, lo que me hará sentirme desgraciada. Y, mientras, Jesús sigue esperándome, muere por mí cuando no quiero morir, cuando no quiero darme, dejar de pensar y vivir para mí poniendo en mi corazón el deseo de salir de mi egoísmo.
En fin, nada más que decir. ¡Ojalá algún día ese "Hágase en mi según tu palabra" de la Virgen María sea mi refugio, mi bienestar, mi vida!
Deseo lo mismo para los que me léeis. Gracias por vuestras oraciones
Me alegra siempre que Dios tenga una palabra para mí, que no se canse de mis infidelidades, de mis pecados, de mi falta de amor, ...
"Hágase en mí según tu palabra", ¡cuántas veces he oído este "Sí" de la Virgen!, y qué distinto es del "no" mío.
Mi "No", que responde al deseo de hacer siempre mi voluntad, dejar de lado la de Dios, que no hay ninguna duda, es la buena.
La experiencia es que siguiendo mi voluntad sólo he vivido una tristeza profunda, la desesperanza completa, la dejadez, la búsqueda de soledad, ...
"Mi voluntad", ¡vaya acierto!. El demonio está siempre atento en lo que se me presenta, para hacerme creer que Dios no me quiere, que me ofrece lo peor, lo que me hará sentirme desgraciada. Y, mientras, Jesús sigue esperándome, muere por mí cuando no quiero morir, cuando no quiero darme, dejar de pensar y vivir para mí poniendo en mi corazón el deseo de salir de mi egoísmo.
En fin, nada más que decir. ¡Ojalá algún día ese "Hágase en mi según tu palabra" de la Virgen María sea mi refugio, mi bienestar, mi vida!
Deseo lo mismo para los que me léeis. Gracias por vuestras oraciones
domingo, 21 de noviembre de 2010
Pensaréis que estoy medio loca...
Os voy a contar una experiencia, para mí preciosa, que quizá os haga pensar que estoy medio loca, que tengo pajaritos en la cabeza, que estoy enajenada, ... Sois libres de pensarlo, no me importa, pero los que ya me conocéis, sabéis que soy sincera y digo las cosas por si os pueden ayudar. Esa es mi intención sincera, pero,... ¿quién sabe?
Pues la cosa es la siguiente.
En ocasiones, en la oración silenciosa, Dios me concede llegar hasta lo más profundo del corazón, allí donde Cristo habita como en un sagrario, y le digo cuánto le amo. Él lo sabe, pero también sabe que mi amor está siempre muy limitado, pues mis actos son egoístas, pecaminosos, y parece que haya dejado de amarle, algunas veces.
Y aún así, en ocasiones (no creáis que veo muertos), puedo trasladarme a Israel, allí, en el Monte de las Bienaventuranzas, y bajo aquel árbol precioso, grande, dicen que del tiempo de Jesús, un día caluroso, me acerco a Jesús, que está reposando, con la brisa de la tarde.
Me echo a sus pies, con lágrimas en los ojos, pecadora incorregible, y en mi meditación, sólo deseo estar así. Pero, de pronto, su mano sobre mi cabeza, sus manos que me cogen de los brazos y me atraen hacia sí. Y, como hizo tantas veces Juan, me deja reposar la cabeza en Su pecho.
¡Qué Oración tan dulce!
Y, cuando acaba el tiempo de Oración, me aparta de sí y he de alejarme. Pero el latir de Su corazón me acompaña y me da fuerza. Él no se arrepiente de habitar en mi pobre corazón, que sin Él nada puede.
¿Locura, enajenación, huída de la realidad, ...? No sé, hermanos, pero cuando mi Oración es así (que no es siempre), veo el Cielo ante mí.
¡Oh Dios mío! ¡Cuánto bien nos regalas con el don de la Oración, y cuántas veces lo desprecio!
Rezad por mí, como yo rezo por vosotros. Velemos, porque el tiempo pasa aprisa y vuela; ¿por qué despreciar el bien que podemos experiementar cada día?
Y, cuando la Oración se hace árida, se vuelve una carga, ..., según mi experiencia, es cuando más he de acercarme a ella. Que pasan los días y no vuelvo a gozar de tan dulce experiencia, ¿acaso me la merezco?
Diréis que estoy medio loca, que vivo en la enajenación, que tengo la cabeza en la estratosfera, ...; no me rebelaré, lo acepto. Quizá sea verdad, o quizá nadie me entienda. ¡Sólo Dio, sólo Dios!
Pues la cosa es la siguiente.
En ocasiones, en la oración silenciosa, Dios me concede llegar hasta lo más profundo del corazón, allí donde Cristo habita como en un sagrario, y le digo cuánto le amo. Él lo sabe, pero también sabe que mi amor está siempre muy limitado, pues mis actos son egoístas, pecaminosos, y parece que haya dejado de amarle, algunas veces.
Y aún así, en ocasiones (no creáis que veo muertos), puedo trasladarme a Israel, allí, en el Monte de las Bienaventuranzas, y bajo aquel árbol precioso, grande, dicen que del tiempo de Jesús, un día caluroso, me acerco a Jesús, que está reposando, con la brisa de la tarde.
Me echo a sus pies, con lágrimas en los ojos, pecadora incorregible, y en mi meditación, sólo deseo estar así. Pero, de pronto, su mano sobre mi cabeza, sus manos que me cogen de los brazos y me atraen hacia sí. Y, como hizo tantas veces Juan, me deja reposar la cabeza en Su pecho.
¡Qué Oración tan dulce!
Y, cuando acaba el tiempo de Oración, me aparta de sí y he de alejarme. Pero el latir de Su corazón me acompaña y me da fuerza. Él no se arrepiente de habitar en mi pobre corazón, que sin Él nada puede.
¿Locura, enajenación, huída de la realidad, ...? No sé, hermanos, pero cuando mi Oración es así (que no es siempre), veo el Cielo ante mí.
¡Oh Dios mío! ¡Cuánto bien nos regalas con el don de la Oración, y cuántas veces lo desprecio!
Rezad por mí, como yo rezo por vosotros. Velemos, porque el tiempo pasa aprisa y vuela; ¿por qué despreciar el bien que podemos experiementar cada día?
Y, cuando la Oración se hace árida, se vuelve una carga, ..., según mi experiencia, es cuando más he de acercarme a ella. Que pasan los días y no vuelvo a gozar de tan dulce experiencia, ¿acaso me la merezco?
Diréis que estoy medio loca, que vivo en la enajenación, que tengo la cabeza en la estratosfera, ...; no me rebelaré, lo acepto. Quizá sea verdad, o quizá nadie me entienda. ¡Sólo Dio, sólo Dios!
domingo, 31 de octubre de 2010
Cuando alguien llora sobre mi hombro, el tiempo se detiene
Hoy el título viene un poco largo; pero, por más vueltas que le he dado, no he encontrado la manera de acortarlo.
¿Alguien entiende lo que quiero decir con esas palabras? ¡Ojalá alguien haya podido experimentar lo mismo que yo! Lo deseo de corazón, pues pienso que es Dios quien pone delante a las personas, para luego, Él mismo, hablarles al corazón, por medio de un instrumento bastante "incompetente", como lo soy yo.
Ayer en mi parroquia tuvimos el gozo de vivir la primera misa de uno de nuestros catecúmenos. Hemos visto nacer su vocación; hemos estado a su lado, de parte de Dios, para ayudarle a encontrar el camino de la santidad; en resumen, lo hemos visto pasar de niño a joven, llegando a sus treintaitrés años, cuando Dios le ha confirmado su vocación, llenándole de la dignidad de ser su sacerdote. Hoy es otro Cristo en la tierra, de un modo mucho más visible de lo que podemos llegar a ser las "personas de a pie", que tenemos tantas cosas mundanas que nos "despistan" frecuentemente.
Pues bueno, para no irme "por las ramas", como es mi costumbre, sigo con l,o que me interesa comentaros.
Después de la celebración habían preparado un ágape en el colegio de las monjas. Yo pensaba decirle a mi marido que se quedara y yo me iría a casa, ya que, en primer lugar, me esperaba uno de mis nietos, para que le diera la cena; y en segundo lugar, no había dejado la cena hecha para la familia.
Pero, ¡mira por dónde!, ya en la parroquia había visto un matrimonio libanés que hace varios años empezaron el camino con nuestro misacantano (que les había invitado a la celebración), sentado con su hija menor, Nur (luz de Dios), entre los que habían ido a la misa.
Yo nunca corté la relación con ellos, especialmente con ella, Genoa (él se llama Bassam). Nos hemos visto alguna vez, nos hemos llamado por teléfono, le he visitado cuando nacieron sus hijas (la mayor se llama Beatríz); en fin, siempre he pensado que si Dios los había traído a la parroquia, si había querido que mi marido y yo nos encargáramos de prepararles para bautizarse (lo que, al final, decidieron no hacer), con lo que la relación era mayor que con cualquiera de los catequistas del grupo, ..., tenía que ser porque jamás debería dejarlos de lado y olvidarme de ellos.
¡Qué alegría cuando salí a la calle y ella estaba esperándome con una gran sonrisa en sus labios!
Nos abrazamos intensamente, nos besamos, nos miramos a los ojos, ... Repito, ¡qué alegría!
La verdad es que hacía casi un año, si no más, había dejado de verla, es decir, de quedar con ella para charrar, aunque sí la había visto por la calle varias veces.
Y, lo que yo creía sería un momento breve de cambiar impresiones, se convirtió en más de una hora, en la que me di cuenta lo mal que lo había hecho dejando de llamarla para quedar. Le pedí perdón, pues Dios la había estado probando con la muerte de su padre, en el Líbano, sin haber podido ir a estar a su lado, con la soledad absoluta (ya que su familia, por más que ha estado a su lado, no ha podido suplantar la compañía de su madre y sus hermanos).
La gente que la conoce del barrio, al verla de luto riguroso, ha estado juzgándola por ello. Me decía que del mismo modo en que se encontraba su corazón, de luto, no se veía vistiendo de color. Apenas hacía un tiempo había empezado a ponerse algún color pálido.
Y yo, sin enterarme, viviendo mi vida, a lo mío, a mis intereses, ..., sin acordarme de ella, aunque cada día rezo por todas las personas que Dios ha ido depositando con cariño, en mi corazón. Pero, no siempre puedo pensar en personas concretas, a no ser que me lo pidan especialmente.
¡Cuánto amor le dio Dios a través de mi pobre persona...! Los abrazos, los besos, el limpiar sus tristes lágrimas, ... Y ella, tan feliz de haber podido descansar en mi, después de tanto tiempo, en que sólo su familia la entendía, la comprendía, intentaba a yudarle, ...
¡Qué responsabilidad tan grande pone Dios en mí, aún a sabiendas de lo poco que lo merezco, que lo cuido, que lo hago carne costantemente, ...! Por mí misma, sería incapaz de darme a nadie, sólo a mí misma. Pero Cristo se hace carne en mí y ama a los que pone Dios delante de mi, para que conozcan a Su Padre, que es el Único bueno, que nunca da algo superior a nuestras fuerzas.
Pero hay quien no lo sabe; y, cuando llega el momento de hablar bien de Dios al que llora sobre el hombro, el tiempo se ha de detener, ...
¿Alguien entiende lo que quiero decir con esas palabras? ¡Ojalá alguien haya podido experimentar lo mismo que yo! Lo deseo de corazón, pues pienso que es Dios quien pone delante a las personas, para luego, Él mismo, hablarles al corazón, por medio de un instrumento bastante "incompetente", como lo soy yo.
Ayer en mi parroquia tuvimos el gozo de vivir la primera misa de uno de nuestros catecúmenos. Hemos visto nacer su vocación; hemos estado a su lado, de parte de Dios, para ayudarle a encontrar el camino de la santidad; en resumen, lo hemos visto pasar de niño a joven, llegando a sus treintaitrés años, cuando Dios le ha confirmado su vocación, llenándole de la dignidad de ser su sacerdote. Hoy es otro Cristo en la tierra, de un modo mucho más visible de lo que podemos llegar a ser las "personas de a pie", que tenemos tantas cosas mundanas que nos "despistan" frecuentemente.
Pues bueno, para no irme "por las ramas", como es mi costumbre, sigo con l,o que me interesa comentaros.
Después de la celebración habían preparado un ágape en el colegio de las monjas. Yo pensaba decirle a mi marido que se quedara y yo me iría a casa, ya que, en primer lugar, me esperaba uno de mis nietos, para que le diera la cena; y en segundo lugar, no había dejado la cena hecha para la familia.
Pero, ¡mira por dónde!, ya en la parroquia había visto un matrimonio libanés que hace varios años empezaron el camino con nuestro misacantano (que les había invitado a la celebración), sentado con su hija menor, Nur (luz de Dios), entre los que habían ido a la misa.
Yo nunca corté la relación con ellos, especialmente con ella, Genoa (él se llama Bassam). Nos hemos visto alguna vez, nos hemos llamado por teléfono, le he visitado cuando nacieron sus hijas (la mayor se llama Beatríz); en fin, siempre he pensado que si Dios los había traído a la parroquia, si había querido que mi marido y yo nos encargáramos de prepararles para bautizarse (lo que, al final, decidieron no hacer), con lo que la relación era mayor que con cualquiera de los catequistas del grupo, ..., tenía que ser porque jamás debería dejarlos de lado y olvidarme de ellos.
¡Qué alegría cuando salí a la calle y ella estaba esperándome con una gran sonrisa en sus labios!
Nos abrazamos intensamente, nos besamos, nos miramos a los ojos, ... Repito, ¡qué alegría!
La verdad es que hacía casi un año, si no más, había dejado de verla, es decir, de quedar con ella para charrar, aunque sí la había visto por la calle varias veces.
Y, lo que yo creía sería un momento breve de cambiar impresiones, se convirtió en más de una hora, en la que me di cuenta lo mal que lo había hecho dejando de llamarla para quedar. Le pedí perdón, pues Dios la había estado probando con la muerte de su padre, en el Líbano, sin haber podido ir a estar a su lado, con la soledad absoluta (ya que su familia, por más que ha estado a su lado, no ha podido suplantar la compañía de su madre y sus hermanos).
La gente que la conoce del barrio, al verla de luto riguroso, ha estado juzgándola por ello. Me decía que del mismo modo en que se encontraba su corazón, de luto, no se veía vistiendo de color. Apenas hacía un tiempo había empezado a ponerse algún color pálido.
Y yo, sin enterarme, viviendo mi vida, a lo mío, a mis intereses, ..., sin acordarme de ella, aunque cada día rezo por todas las personas que Dios ha ido depositando con cariño, en mi corazón. Pero, no siempre puedo pensar en personas concretas, a no ser que me lo pidan especialmente.
¡Cuánto amor le dio Dios a través de mi pobre persona...! Los abrazos, los besos, el limpiar sus tristes lágrimas, ... Y ella, tan feliz de haber podido descansar en mi, después de tanto tiempo, en que sólo su familia la entendía, la comprendía, intentaba a yudarle, ...
¡Qué responsabilidad tan grande pone Dios en mí, aún a sabiendas de lo poco que lo merezco, que lo cuido, que lo hago carne costantemente, ...! Por mí misma, sería incapaz de darme a nadie, sólo a mí misma. Pero Cristo se hace carne en mí y ama a los que pone Dios delante de mi, para que conozcan a Su Padre, que es el Único bueno, que nunca da algo superior a nuestras fuerzas.
Pero hay quien no lo sabe; y, cuando llega el momento de hablar bien de Dios al que llora sobre el hombro, el tiempo se ha de detener, ...
miércoles, 20 de octubre de 2010
Dios escucha
Sí, es verdad, Dios escucha. No sé la de veces, a lo largo de mi vida, que le he pedido cosas y me las ha concedido. Claro está, mis peticiones siempre llevaban las "coletillas": "si Dios quiere" o "si Dios cree que me conviene", ... Por lo que cuando no me lo ha concedido he estado segura que no me convenía en absoluto; y, como siempre digo, sin la ayuda necesaria del Espíritu Santo no hubiera visto más que Dios no me quería bien, no sabía lo que verdaderamente me convenía o pensamientos por el estilo.
Ayer tuvimos la celebración en la parroquia, que me gustó mucho y en la cual Dios me habló al corazón, como siempre, para ayudarme en mi camino de conversión. Como hacemos en cada celebración, al final quien lo desea puede hacerle sus peticiones. Llevo algún tiempo en que no pido nada personalmente en voz alta; lo hago en mi interior porque la mayor parte de las cosas que pediría lo hacen algunos hermanos y no me parece bien repetir, sólo por "hablar".
Anoche pedí porque nadie "me chafó". Y lo último que pedí fue que si me convenía, si Dios quería, que me diera trabajo. Cuando me escuche yo misma me sorprendí por pedirle eso a Dios. Pero ya estaba hecho y los hermanos se habían unido a mí en ese ruego.
Esta mañana me ha llamdo mi coordinadora en el arzobispado y me ha ofrecido una sustitución para veinte días.
Casi no tengo nada más que decir. Quien piense lo que yo, sabe que para Dios todo es posible, por más difícil que nos parezca a nosotros.
Por nuestro bien, no dejemos de dar gracias a Dios ni un solo día; y, cuando necesitemos algo, no sólo para nuestro bien sino para el de los que nos rodean, no dejemos de pedírselo a Él.
¡Gracias por vuestras oraciones por mí. Yo también rezo por vosotros cada día!
Ayer tuvimos la celebración en la parroquia, que me gustó mucho y en la cual Dios me habló al corazón, como siempre, para ayudarme en mi camino de conversión. Como hacemos en cada celebración, al final quien lo desea puede hacerle sus peticiones. Llevo algún tiempo en que no pido nada personalmente en voz alta; lo hago en mi interior porque la mayor parte de las cosas que pediría lo hacen algunos hermanos y no me parece bien repetir, sólo por "hablar".
Anoche pedí porque nadie "me chafó". Y lo último que pedí fue que si me convenía, si Dios quería, que me diera trabajo. Cuando me escuche yo misma me sorprendí por pedirle eso a Dios. Pero ya estaba hecho y los hermanos se habían unido a mí en ese ruego.
Esta mañana me ha llamdo mi coordinadora en el arzobispado y me ha ofrecido una sustitución para veinte días.
Casi no tengo nada más que decir. Quien piense lo que yo, sabe que para Dios todo es posible, por más difícil que nos parezca a nosotros.
Por nuestro bien, no dejemos de dar gracias a Dios ni un solo día; y, cuando necesitemos algo, no sólo para nuestro bien sino para el de los que nos rodean, no dejemos de pedírselo a Él.
¡Gracias por vuestras oraciones por mí. Yo también rezo por vosotros cada día!
jueves, 14 de octubre de 2010
Los sufrimientos de ahora ...
El título de esta nueva entrada está sacado de un fragmento de una carta de san Pablo a los Romanos. "Los sufrimiento de ahora no pesan lo que la gloria que un día se manifestará ..."
Los sufrimientos los hay de muchas maneras: por enfermedad, por carencia de dinero, por falta de trabajo, por vivir el abandono del mundo, de no sentirse querido, ...
Pienso que el más duro es el que viene por la falta de amor, por ser alguien que no importa a nadie, que nadie se interesa por él, que no hay quien tenga un simple pensamiento en el que aparezca, ...
Pero creo que Dios está por encima de todo sufrimiento y encontrándose con Jesucristo todo sufrimiento es llevadero, ya sabes, por eso de que "mi yugo es suave y mi carga ligera ..."
A lo largo de la historia del mundo, desde que Cristó pasó por él haciendo el bien, sufriendo voluntariamente hasta la muerte, para que ya nadie muera más sino que pueda alcanzar la Vida Eterna, ha habido muchas personas que, buscando un encuentro más íntimo con Él, han buscado deliberadamente los sufrimientos, y muchos de ellos hoy los conocemos como los Santos de la Iglesia.
Creo que debe haber muchos más que sólo Dios sabe que llegaron también a alcanzar la santidad; a fin de cuentas, eso es lo que importa, lo que Dios sepa y no lo que sepamos los hombres.
Pero también creo que lo más normal, lo que nos sale en principio es huir de todo sufrimiento que podamos "controlar". Y cuando no podemos controlarlo, pues viene la rebelión contra Dios y Su voluntad para nosotros. Uno de los sufrimientos incontrolables para mí es el que viene por la salud, mejor dicho, por la falta de ella. De esa Dios ha tenido a bien hacerme bastante conocedora; y no sólo eso, sino que en su gran misericordia conmigo (nada merecida, por supuesto), hasta hoy me da la fuerza del Espíritu Santo, para vivir en la alegría, a pesar de ....
Antes, nada tenía sentido. Me venían "males" por todas partes y no entendía por qué. Unas veces, al principio, llegué a pensar que Dios me castigaba por lo malo que hacía o lo bueno que dejaba de hacer.
Pero, ¡qué descanso cuando escuche esa lectura donde dice que Dios a sus hijos preferidos los trata (o corrige) con vara de palo...!
Sí, lo puedo decir y con inmensa alegría, Dios se ha fijado en mí para hacerme pasar por cosas que, sin Su ayuda, serían una maldición para mí.
Al que tenga la santa paciencia de leerme, le suplico encarecidamente rece por mí, porque soy débil y todo lo vivo por la gracia de Dios; y, si en algo confía en mí, implore la ayuda del Espíritu Santo ante cualquier sufrimiento, que Él le dará fortaleza y le susurrará dulcemente al oído del corazón que el Amor que Dios le tiene es tan grande, que no sabe cómo llamar su atención para que lo sepa.
Dios quiere hijos predilectos, sólo tenemos que dejarle nos elija y ponernos en Sus manos.
Porque lo realmente importante es "¡Sólo Dios!"
Los sufrimientos los hay de muchas maneras: por enfermedad, por carencia de dinero, por falta de trabajo, por vivir el abandono del mundo, de no sentirse querido, ...
Pienso que el más duro es el que viene por la falta de amor, por ser alguien que no importa a nadie, que nadie se interesa por él, que no hay quien tenga un simple pensamiento en el que aparezca, ...
Pero creo que Dios está por encima de todo sufrimiento y encontrándose con Jesucristo todo sufrimiento es llevadero, ya sabes, por eso de que "mi yugo es suave y mi carga ligera ..."
A lo largo de la historia del mundo, desde que Cristó pasó por él haciendo el bien, sufriendo voluntariamente hasta la muerte, para que ya nadie muera más sino que pueda alcanzar la Vida Eterna, ha habido muchas personas que, buscando un encuentro más íntimo con Él, han buscado deliberadamente los sufrimientos, y muchos de ellos hoy los conocemos como los Santos de la Iglesia.
Creo que debe haber muchos más que sólo Dios sabe que llegaron también a alcanzar la santidad; a fin de cuentas, eso es lo que importa, lo que Dios sepa y no lo que sepamos los hombres.
Pero también creo que lo más normal, lo que nos sale en principio es huir de todo sufrimiento que podamos "controlar". Y cuando no podemos controlarlo, pues viene la rebelión contra Dios y Su voluntad para nosotros. Uno de los sufrimientos incontrolables para mí es el que viene por la salud, mejor dicho, por la falta de ella. De esa Dios ha tenido a bien hacerme bastante conocedora; y no sólo eso, sino que en su gran misericordia conmigo (nada merecida, por supuesto), hasta hoy me da la fuerza del Espíritu Santo, para vivir en la alegría, a pesar de ....
Antes, nada tenía sentido. Me venían "males" por todas partes y no entendía por qué. Unas veces, al principio, llegué a pensar que Dios me castigaba por lo malo que hacía o lo bueno que dejaba de hacer.
Pero, ¡qué descanso cuando escuche esa lectura donde dice que Dios a sus hijos preferidos los trata (o corrige) con vara de palo...!
Sí, lo puedo decir y con inmensa alegría, Dios se ha fijado en mí para hacerme pasar por cosas que, sin Su ayuda, serían una maldición para mí.
Al que tenga la santa paciencia de leerme, le suplico encarecidamente rece por mí, porque soy débil y todo lo vivo por la gracia de Dios; y, si en algo confía en mí, implore la ayuda del Espíritu Santo ante cualquier sufrimiento, que Él le dará fortaleza y le susurrará dulcemente al oído del corazón que el Amor que Dios le tiene es tan grande, que no sabe cómo llamar su atención para que lo sepa.
Dios quiere hijos predilectos, sólo tenemos que dejarle nos elija y ponernos en Sus manos.
Porque lo realmente importante es "¡Sólo Dios!"
miércoles, 6 de octubre de 2010
No robarás
Ayer por la noche tuvimos una celebración. El tema que se trataba era el séptimo Mandamiento de la ley de Dios: No robarás.
Mi relación con los Mandamientos ha sido siempre la misma que creo tiene el resto de gente: no he matado a nadie; no he mentido "exageradamente", además, siempre han sido "mentiras piadosas"; mis padres no tienen ninguna queja de mí, pues he sido buena hija; ....
Y así, encontrarme algún pecado entre los diez mandamientos ha resultado bastante difícil; eso sí, he murmurado, he hablado mal de alguien, ... (que en realidad también pertenecen a los mandamientos, pero no lo he pensado)
Dios siempre viene en mi ayuda, pues me inclino casi siempre a lo fácil, a lo que me conviene (según yo), no busco más allá de lo "normalito", ...
¿Robar yo? ¡Jamás!
Resulta que los bienes que Dios me concede (y en abundancia, tanto materiales como espirituales), no son míos, sino que, por justicia son de todos los hombres. Es decir, que a nada puedo decir mío (aunque la Iglesia defiende la propiedad privada), sino vivir cada don, de la clase que sea, como algo para compartir.
Así, bien puedo constatar que robo constantemente. Me encanta acaparar para mí; incluso cositas sin importancia, para mí son imprescindibles y no pienso en dejar que nadie participe de esas pequeñas propiedades.
Por ello, al final, como siempre, peco de falta de amor. Sólo me amo a mí misma, viviendo en un egoísmo constante, que me aleja de los demás, dejándome en una soledad completa, que nadie llena, ni siquiera yo.
Quiero dejar de robar, lo necesito, por mi propio bien, y por hacer justicia con los demás, que, por otra parte son Cristo, que me pide que lo ame.
Mi relación con los Mandamientos ha sido siempre la misma que creo tiene el resto de gente: no he matado a nadie; no he mentido "exageradamente", además, siempre han sido "mentiras piadosas"; mis padres no tienen ninguna queja de mí, pues he sido buena hija; ....
Y así, encontrarme algún pecado entre los diez mandamientos ha resultado bastante difícil; eso sí, he murmurado, he hablado mal de alguien, ... (que en realidad también pertenecen a los mandamientos, pero no lo he pensado)
Dios siempre viene en mi ayuda, pues me inclino casi siempre a lo fácil, a lo que me conviene (según yo), no busco más allá de lo "normalito", ...
¿Robar yo? ¡Jamás!
Resulta que los bienes que Dios me concede (y en abundancia, tanto materiales como espirituales), no son míos, sino que, por justicia son de todos los hombres. Es decir, que a nada puedo decir mío (aunque la Iglesia defiende la propiedad privada), sino vivir cada don, de la clase que sea, como algo para compartir.
Así, bien puedo constatar que robo constantemente. Me encanta acaparar para mí; incluso cositas sin importancia, para mí son imprescindibles y no pienso en dejar que nadie participe de esas pequeñas propiedades.
Por ello, al final, como siempre, peco de falta de amor. Sólo me amo a mí misma, viviendo en un egoísmo constante, que me aleja de los demás, dejándome en una soledad completa, que nadie llena, ni siquiera yo.
Quiero dejar de robar, lo necesito, por mi propio bien, y por hacer justicia con los demás, que, por otra parte son Cristo, que me pide que lo ame.
viernes, 1 de octubre de 2010
Saber escuchar
Hace unos días visité a una mía, que recientemente ha enviudado. Nos queremos mucho y siempre hemos tenido tema de conversación, cunado hemos estado juntas. No es creyente, pero me impresionó cuando enterraron a mi tío, y me dijo que, ya que yo rezaba, rezara por él.
En mi pensamiento, cuando me preparaba para la visita, manejé varias cosas que comentarle. Pensaba que estaría todavía muy triste y que le ayudaría a "desconectar" un poco.
Mi sorpresa fue que, desde que llegué, estuvo casi todo el tiempo hablándome ella, contándome anécdotas de mi tío; nos reímos bastante, y a ella se le veía bien. Es cierto que en un instante aparecieron una lágrimas pequeñitas en sus ojos; pero, los recuerdos de mi tío, hablarme de él, más que nada, le consolaba.
Nada de lo que llevaba pensado dije, y pensé que muchas veces, cuando visito a alguien, hablo, hablo y hablo, sin pensar que si dejara hablar la otra persona saldría reconfortada. Pero en eso, como en tantas cosas de mi vida, soy una egoista total y sólo pienso en mí.
Dios siempre es muy bueno conmigo, pues esta experiencia me ayudó a recapacitar, preguntarme si sabía escuchar o no. Y descubrí que no.
Al primero que me cuesta escuchar es a mi marido. Es el rey de la "calma"; cuando hago o digo
algo, siguiendo mi impulso natural, lo hago un tanto acelerada. Y su "¡calma, calma!", me hace frenar, aunque no siempre, lo reconozco.
Y tengo la mala costumbre de acabar algunas de sus frases, porque me pongo nerviosa cuando me habla con su reposado hablar característico. Esto, que lo vengo notando hace ya tiempo, intento que no suceda, y Dios me está ayudando. Pero, hay veces, ...
¿Escuchar a mis hijos? Me he esforzado por hacerlo siempre, pero, como conn su padre, me puede cuando dan rodeos, hablan pausádamente, o cosas así. Es una lucha constante, la verdad, y confío en que el Espíritu Santo siga ayudándome y yo pueda obedecer a sus ayudas.
Escuchar a los demás, es algo que, no por deferencia, sino por timidez, lo he ido haciendo. Quizá ahora, que vivo con bastante libertad, es posible que haga de las mías y hable más que escucho. ¡Casi seguro! A veces me he dado cuenta de que estaba haciéndolo y he intentado pararme y dejar que sea el otro el que hable.
Pero, lo que más me importa, es poder saber escuchar a Dios. Porque, lo que creo es que si le escucho a Él, sabré callar y escuchar más a los que se relacionan conmigo.
No creo que sea una batalla perdida, pues sé que he podido ser una buena "oidora" algunas veces (siempre por el Espíritu Santo). Así que, sin desfallecer, poniendo mi esperanza donde debo (en Dios), cada día podré ir dejando de pensar tanto en mí, para donarme a los demás.
¡Qué así sea!
En mi pensamiento, cuando me preparaba para la visita, manejé varias cosas que comentarle. Pensaba que estaría todavía muy triste y que le ayudaría a "desconectar" un poco.
Mi sorpresa fue que, desde que llegué, estuvo casi todo el tiempo hablándome ella, contándome anécdotas de mi tío; nos reímos bastante, y a ella se le veía bien. Es cierto que en un instante aparecieron una lágrimas pequeñitas en sus ojos; pero, los recuerdos de mi tío, hablarme de él, más que nada, le consolaba.
Nada de lo que llevaba pensado dije, y pensé que muchas veces, cuando visito a alguien, hablo, hablo y hablo, sin pensar que si dejara hablar la otra persona saldría reconfortada. Pero en eso, como en tantas cosas de mi vida, soy una egoista total y sólo pienso en mí.
Dios siempre es muy bueno conmigo, pues esta experiencia me ayudó a recapacitar, preguntarme si sabía escuchar o no. Y descubrí que no.
Al primero que me cuesta escuchar es a mi marido. Es el rey de la "calma"; cuando hago o digo
algo, siguiendo mi impulso natural, lo hago un tanto acelerada. Y su "¡calma, calma!", me hace frenar, aunque no siempre, lo reconozco.
Y tengo la mala costumbre de acabar algunas de sus frases, porque me pongo nerviosa cuando me habla con su reposado hablar característico. Esto, que lo vengo notando hace ya tiempo, intento que no suceda, y Dios me está ayudando. Pero, hay veces, ...
¿Escuchar a mis hijos? Me he esforzado por hacerlo siempre, pero, como conn su padre, me puede cuando dan rodeos, hablan pausádamente, o cosas así. Es una lucha constante, la verdad, y confío en que el Espíritu Santo siga ayudándome y yo pueda obedecer a sus ayudas.
Escuchar a los demás, es algo que, no por deferencia, sino por timidez, lo he ido haciendo. Quizá ahora, que vivo con bastante libertad, es posible que haga de las mías y hable más que escucho. ¡Casi seguro! A veces me he dado cuenta de que estaba haciéndolo y he intentado pararme y dejar que sea el otro el que hable.
Pero, lo que más me importa, es poder saber escuchar a Dios. Porque, lo que creo es que si le escucho a Él, sabré callar y escuchar más a los que se relacionan conmigo.
No creo que sea una batalla perdida, pues sé que he podido ser una buena "oidora" algunas veces (siempre por el Espíritu Santo). Así que, sin desfallecer, poniendo mi esperanza donde debo (en Dios), cada día podré ir dejando de pensar tanto en mí, para donarme a los demás.
¡Qué así sea!
domingo, 26 de septiembre de 2010
Cuando un hijo se va
Hay varias maneras de que un hijo se vaya.
Cuando un hijo muere, es una experiencia dura, muy dura, y lo digo porque he pasado por ello. Se llora, y mucho, aunque nadie lo vea ni lo imagine, al ver a los padres serenos, "enteros", como se suele decir. Para mí ha sido muy bueno poder llorar por no tenerla presente físicamente. Es mi hija Paloma.
Pero, qué bueno es Dios que no me dejó en la muerte, enviándome Su Espírit Santo Consolador, que me mantuvo en la fe, y me ayudó, me sigue ayudando, a saber y experimentar que ella sigue viva, en mi corazón y en el Cielo, donde está y me espera, cuando me llegue la hora. Que intercede por mí, por toda la familia.
Cuando un hijo se casa, también se va, pero, en mi caso gracias a Dios, vuelve, pero no sólo, sino con su familia. Ver que tanto tu hijo como tu nuera o tu yerno no tienen ningún problema para ir a tu casa, compartir alimento, risas, lágrimas, ...., poder hablar de todo con afecto, con comprensión, ... es un don de Dios.
Cuando un hijo se independiza, aunque no es mi casa, supongo que tiene que ser, más o menos, como cuando se casa, pues a no ser que sa haya trasladado a otro país, te visitará y seguirá manteniendo contacto con cariño. Claro, siempre y cuando la independización haya sido tomada no como un recurso para huír del hogar paterno, sino por querer vivir todo el "peso" de la vida, su propia vida. Me parece que debe ser una buena experiencia, y no creo que sería problema para mí, pues Dios me ha ido enseñando que los hijos no son míos sino suyos, y que deben seguir su propia vida, sin que los quiera seguir teniendo unidos a mí con una especie de cordón umbilical, que no quiero cortar.
Y, por último, cuando un hijo está presente físicamente en el hogar pero es imposible acceder a él, porque vive su propio mundo, en el que pocas veces, si no ninguna, te deja entrar. Y, cuando lo hace, es cuando te necesita. Así está esa frase que he oído algunas veces de "por el interés te quiero, Andrés".
Pero esa necesidad, por desgracia, y también tengo experiencia de ello, tiene que ver con su espiritualidad, es decir, con dudas sobre la fe, sobre las relaciones interpersonales, con la búsqueda de lo bueno, ..., y mil cosas más, que pueden ayudar a que encuentre el sentido de la vida, su vida.
Es una necesidad de tipo "dame dinero" que necesito comprar cosas de la universidad, apuntes, bolis, bono metro, ..., que no tengo para tomar nada cuando salga esta noche, ...
Para mí, esta es la partida más dolorosa. Mi hijo está desorientado, buscando ser feliz en cosas efímeras, sin importancia.
No comunica a nadie, no sólo a mí, sino a su padre y hermanos, lo que le pasa. Vive "unido" a sus amigos, de los que supongo recibirá "ayuda" .... Pero, ¡qué ayuda, Dios mío! ¿Cómo encontrar una dirección buena si te aconseja alguien que está pasando lo mismo que tú, de tu misma edad, con tus mismos problemas?
"Sólo Dios, sólo Dios", como decía el hermano Rafael.
Y, la pregunta más importante para mí es: ¿qué debo hacer?
Lo tengo muy hablado con Cristo, que fue hijo, que estuvo sometido a sus padres, y más tarde a su madre. Repaso Su vida, las cosas que me dice en los evangelios.
Ante todo, no veo más que rezar insistentemente. Rezar, incluso con lágrimas, como hizo santa Mónica, ante la vida disoluta de su hijo Agustín.
Esperar en Dios, que sigue queriéndole muchísimo más que yo, que es Padre verdadero, que le corregirá con suavidad y amor, no como lo haría yo, que sería con violencia y nada de amor.
Respetar su alejamiento, respondiendo con dulzura ante sus posibles "pequeñas" muestras de cariño, cuando puedan salir de él,sin ser forzado por mí.
Y, "estar siempre". Sí, estar junto a él, sin que lo note. Esperar que me necesite de verdad y no cerrarle la puerta de mi corazón.
Esa creo que es la vía que debo tomar, que de hecho es Dios quien me ha "sugerido"; que es la misma que Él tiene con mi hijo. Como el padre del "hijo pródigo", esperar cada mañana a que aparezca por la lejanía, destrozado, abandonado de todos, habiendo experimentado el desprecio de los demás, con su corazón roto.
La partida de un hijo, cuando es de esta manera, hace sufrir mucho; el demonio me "pincha" para que responda con la misma moneda. Pero, gracias sean dadas al Padre, que me "contiene" con un lazo de amor y un torrente de agua viva, que sacia y colma mis deseos de recuperarlo.
Cuando un hijo muere, es una experiencia dura, muy dura, y lo digo porque he pasado por ello. Se llora, y mucho, aunque nadie lo vea ni lo imagine, al ver a los padres serenos, "enteros", como se suele decir. Para mí ha sido muy bueno poder llorar por no tenerla presente físicamente. Es mi hija Paloma.
Pero, qué bueno es Dios que no me dejó en la muerte, enviándome Su Espírit Santo Consolador, que me mantuvo en la fe, y me ayudó, me sigue ayudando, a saber y experimentar que ella sigue viva, en mi corazón y en el Cielo, donde está y me espera, cuando me llegue la hora. Que intercede por mí, por toda la familia.
Cuando un hijo se casa, también se va, pero, en mi caso gracias a Dios, vuelve, pero no sólo, sino con su familia. Ver que tanto tu hijo como tu nuera o tu yerno no tienen ningún problema para ir a tu casa, compartir alimento, risas, lágrimas, ...., poder hablar de todo con afecto, con comprensión, ... es un don de Dios.
Cuando un hijo se independiza, aunque no es mi casa, supongo que tiene que ser, más o menos, como cuando se casa, pues a no ser que sa haya trasladado a otro país, te visitará y seguirá manteniendo contacto con cariño. Claro, siempre y cuando la independización haya sido tomada no como un recurso para huír del hogar paterno, sino por querer vivir todo el "peso" de la vida, su propia vida. Me parece que debe ser una buena experiencia, y no creo que sería problema para mí, pues Dios me ha ido enseñando que los hijos no son míos sino suyos, y que deben seguir su propia vida, sin que los quiera seguir teniendo unidos a mí con una especie de cordón umbilical, que no quiero cortar.
Y, por último, cuando un hijo está presente físicamente en el hogar pero es imposible acceder a él, porque vive su propio mundo, en el que pocas veces, si no ninguna, te deja entrar. Y, cuando lo hace, es cuando te necesita. Así está esa frase que he oído algunas veces de "por el interés te quiero, Andrés".
Pero esa necesidad, por desgracia, y también tengo experiencia de ello, tiene que ver con su espiritualidad, es decir, con dudas sobre la fe, sobre las relaciones interpersonales, con la búsqueda de lo bueno, ..., y mil cosas más, que pueden ayudar a que encuentre el sentido de la vida, su vida.
Es una necesidad de tipo "dame dinero" que necesito comprar cosas de la universidad, apuntes, bolis, bono metro, ..., que no tengo para tomar nada cuando salga esta noche, ...
Para mí, esta es la partida más dolorosa. Mi hijo está desorientado, buscando ser feliz en cosas efímeras, sin importancia.
No comunica a nadie, no sólo a mí, sino a su padre y hermanos, lo que le pasa. Vive "unido" a sus amigos, de los que supongo recibirá "ayuda" .... Pero, ¡qué ayuda, Dios mío! ¿Cómo encontrar una dirección buena si te aconseja alguien que está pasando lo mismo que tú, de tu misma edad, con tus mismos problemas?
"Sólo Dios, sólo Dios", como decía el hermano Rafael.
Y, la pregunta más importante para mí es: ¿qué debo hacer?
Lo tengo muy hablado con Cristo, que fue hijo, que estuvo sometido a sus padres, y más tarde a su madre. Repaso Su vida, las cosas que me dice en los evangelios.
Ante todo, no veo más que rezar insistentemente. Rezar, incluso con lágrimas, como hizo santa Mónica, ante la vida disoluta de su hijo Agustín.
Esperar en Dios, que sigue queriéndole muchísimo más que yo, que es Padre verdadero, que le corregirá con suavidad y amor, no como lo haría yo, que sería con violencia y nada de amor.
Respetar su alejamiento, respondiendo con dulzura ante sus posibles "pequeñas" muestras de cariño, cuando puedan salir de él,sin ser forzado por mí.
Y, "estar siempre". Sí, estar junto a él, sin que lo note. Esperar que me necesite de verdad y no cerrarle la puerta de mi corazón.
Esa creo que es la vía que debo tomar, que de hecho es Dios quien me ha "sugerido"; que es la misma que Él tiene con mi hijo. Como el padre del "hijo pródigo", esperar cada mañana a que aparezca por la lejanía, destrozado, abandonado de todos, habiendo experimentado el desprecio de los demás, con su corazón roto.
La partida de un hijo, cuando es de esta manera, hace sufrir mucho; el demonio me "pincha" para que responda con la misma moneda. Pero, gracias sean dadas al Padre, que me "contiene" con un lazo de amor y un torrente de agua viva, que sacia y colma mis deseos de recuperarlo.
sábado, 25 de septiembre de 2010
Las lecturas del domingo
Hemos ido a la Eucaristía a las seis de la tarde. No éramos demasiados, pero ha sido agradable estar unidos los hermanos. Niños, tampoco había muchos; la gran mayoría de los hijos se han "independizado", viven ya de su propia fe; aún así, han faltados algunos.
Pero el más importante, como siempre, estaba allí. Y, ¡de qué manera! Ya desde la proclamación de las lecturas, ha entrado de lleno en mi corazón, hablándome con la verdad por delante (sólo Él sabe hablar así)
La primera lectura ha sido un retrato de lo que soy; alguien que busca siempre lo mejor para sí misma, que quiere lo que no tiene y, de lo que tiene aún quiere más; bienes materiales tanto como espirituales (me explico: buena fama, prestigio, adulaciones,...)
Un pozo sin fondo, insaciable redomada, acaparadora de todo lo que se le pone delante.
Y, aún podría seguir, pero supongo que quien me lea, es posible que me comprenda; al menos, eso espero.
El evangelio retrata con dulzura el hombre que me gustaría ser, el que carece de todo, el que pide y no se le da nada, el que sólo tendrá una recompensa, pero, la mejor. Porque sólo tiene a Dios, porque vive en Su voluntad y la acepta, sin protestas, dejando que, al menos los perros le laman sus heridas.
Y la segunda lectura, me abre los ojos a la verdad. Y la verdad, para mí se encierra en una frase: "Combate el buen combate de la fe"
La misericordia de Dios conmigo no tiene límites; caigo en tentación, me siento muerta, nada tiene sentido porque he perdido el oriente, ...; pero, ahí, junto a mí, tendiéndome Su mano para sacarme del mar oscuro, Jesús aparece en el momento oportuno.
¿Cómo vivir sin combatir? Jesús mismo me ayuda una y otra vez animándome a estar alerta, por si viene el ladrón y...
¡Qué duro es el combate!, pero, ¡qué malo será mi final si no combato! Desprendida de todo, especialmente de mí, de mis gustos, de mis ilusiones, de mis deseos, ..., de mi egoísmo, viviendo, como el Hermano Rafael, el "Sólo Dios".
Combate de Oración, Limosma, Ayuno. Cada día, sin ceder un milímetro, alejando todo mal pensamiento, todos los que mete sibilinamente el demonio, para destruirme.
De mi corazón hoy sólo sale agradecimiento a Dios, por Su misericordia.
Pero el más importante, como siempre, estaba allí. Y, ¡de qué manera! Ya desde la proclamación de las lecturas, ha entrado de lleno en mi corazón, hablándome con la verdad por delante (sólo Él sabe hablar así)
La primera lectura ha sido un retrato de lo que soy; alguien que busca siempre lo mejor para sí misma, que quiere lo que no tiene y, de lo que tiene aún quiere más; bienes materiales tanto como espirituales (me explico: buena fama, prestigio, adulaciones,...)
Un pozo sin fondo, insaciable redomada, acaparadora de todo lo que se le pone delante.
Y, aún podría seguir, pero supongo que quien me lea, es posible que me comprenda; al menos, eso espero.
El evangelio retrata con dulzura el hombre que me gustaría ser, el que carece de todo, el que pide y no se le da nada, el que sólo tendrá una recompensa, pero, la mejor. Porque sólo tiene a Dios, porque vive en Su voluntad y la acepta, sin protestas, dejando que, al menos los perros le laman sus heridas.
Y la segunda lectura, me abre los ojos a la verdad. Y la verdad, para mí se encierra en una frase: "Combate el buen combate de la fe"
La misericordia de Dios conmigo no tiene límites; caigo en tentación, me siento muerta, nada tiene sentido porque he perdido el oriente, ...; pero, ahí, junto a mí, tendiéndome Su mano para sacarme del mar oscuro, Jesús aparece en el momento oportuno.
¿Cómo vivir sin combatir? Jesús mismo me ayuda una y otra vez animándome a estar alerta, por si viene el ladrón y...
¡Qué duro es el combate!, pero, ¡qué malo será mi final si no combato! Desprendida de todo, especialmente de mí, de mis gustos, de mis ilusiones, de mis deseos, ..., de mi egoísmo, viviendo, como el Hermano Rafael, el "Sólo Dios".
Combate de Oración, Limosma, Ayuno. Cada día, sin ceder un milímetro, alejando todo mal pensamiento, todos los que mete sibilinamente el demonio, para destruirme.
De mi corazón hoy sólo sale agradecimiento a Dios, por Su misericordia.
miércoles, 22 de septiembre de 2010
El perdón de Dios
Anoche tuvimos una celebración Penitencial; la primera de este curso.
Por lo que he oído, hay personas que esperan a estos actos para confesar sus pecados, esperando el perdón de Dios.
También yo, hace ya tiempo, hacía lo mismo. La verdad es que si no se convocaba una celebración, ni me daba cuenta de que era una gran pecadora.
¡Claro!, supongo que sólo pensaba que el pecado era en relación a Dios, y como había vuelto a la Iglesia a los diecisiete años, pues ya nada hacía en "Su contra". Y vivía tan contenta, pensando que eran los otros los que me hacían daño, me ignoraban, hablaban mal de mí, ... ¡Siempre los otros! ¡Menuda equivocación!
Gracias que Dios me llevó a la realidad y empecé a ver que también yo hacía daño a los demás, los ignoraba, hablaba mal de ellos, ..., era una egoísta integral. (Aún lo soy)
Y fue a partir de ese momento cuando empecé a sentirme muy mal cada vez que pecaba, pues dañar a un hijo de Dios no era cualquier cosa, incluso yo salía dañada; el Cuerpo Místico de Cristo, gracias a la Comunión de los Santos, se alegra con el bien de uno de sus miembros y sufre cuando es dañado.
Hoy procuro estar atenta, velando como dice Jesucristo, para descubrir el mal que hago, incluso el que pueda hacer sin darme cuenta. Mis confesiones son totalmente reparadoras, mi corazón recibe la gracia del Espíritu Santo, y "puedo inspirar" el amor de Dios, y, sólo con por Él puedo "espirarlo", en favor de los demás.
El demonio está siempre atento y me coge en muchas debilidades; ese es su principal cometido; levantarme sólo me es posible con la ayuda del Espíritu Santo; pero, más tarde o más temprano, mi alma necesita acudir al confesonario.
Y, ¡feliz culpa que mereció tan gran Redentor! Cada confesión es la evocación de un hombre, como yo en todo menos en el pecado, que se dio totalmente, hasta la última gota de Su sangre, por mí, por mi salvación. El hombre Cristo. ¡Nunca encontraré un Amor tan grande!
Por lo que he oído, hay personas que esperan a estos actos para confesar sus pecados, esperando el perdón de Dios.
También yo, hace ya tiempo, hacía lo mismo. La verdad es que si no se convocaba una celebración, ni me daba cuenta de que era una gran pecadora.
¡Claro!, supongo que sólo pensaba que el pecado era en relación a Dios, y como había vuelto a la Iglesia a los diecisiete años, pues ya nada hacía en "Su contra". Y vivía tan contenta, pensando que eran los otros los que me hacían daño, me ignoraban, hablaban mal de mí, ... ¡Siempre los otros! ¡Menuda equivocación!
Gracias que Dios me llevó a la realidad y empecé a ver que también yo hacía daño a los demás, los ignoraba, hablaba mal de ellos, ..., era una egoísta integral. (Aún lo soy)
Y fue a partir de ese momento cuando empecé a sentirme muy mal cada vez que pecaba, pues dañar a un hijo de Dios no era cualquier cosa, incluso yo salía dañada; el Cuerpo Místico de Cristo, gracias a la Comunión de los Santos, se alegra con el bien de uno de sus miembros y sufre cuando es dañado.
Hoy procuro estar atenta, velando como dice Jesucristo, para descubrir el mal que hago, incluso el que pueda hacer sin darme cuenta. Mis confesiones son totalmente reparadoras, mi corazón recibe la gracia del Espíritu Santo, y "puedo inspirar" el amor de Dios, y, sólo con por Él puedo "espirarlo", en favor de los demás.
El demonio está siempre atento y me coge en muchas debilidades; ese es su principal cometido; levantarme sólo me es posible con la ayuda del Espíritu Santo; pero, más tarde o más temprano, mi alma necesita acudir al confesonario.
Y, ¡feliz culpa que mereció tan gran Redentor! Cada confesión es la evocación de un hombre, como yo en todo menos en el pecado, que se dio totalmente, hasta la última gota de Su sangre, por mí, por mi salvación. El hombre Cristo. ¡Nunca encontraré un Amor tan grande!
lunes, 20 de septiembre de 2010
Los que siempre hacen su voluntad
Si, yo soy uno de esos. Toda mi vida he luchado contra todo y contra todos para hacer lo que quería, lo que más me convenía, lo que pensaba me iba a dar la felicidad, ... ¡Un error completo!
Sólo siguiendo la voluntad de Dios es como la felicidad completa se puede alcanzar. No hace falta nada más.
Pero hoy no voy a hablar de mí, concretamente. Si es de alguien relacionado a mí, del que no voy a dar datos concretos, porque prefiero que sólo entienda el que sabe de qué va.
Esta persona ha hecho toda la vida su "santa" voluntad. No se ha plegado a nadie ni ha llegado a pensar que podría estar equivocado en alguna de sus ideas, apreciaciones, opiniones,... Es cierto que desde que conoció a Dios más íntimamente, su vida cambió; pero ahora, con unos ochenta años, el "hombre viejo" se le sale por los poros, y, en muchas ocasiones, se deja llevar por él.
En fin, lo que aquí quiero comentar, por encima, es que ha querido renovar el carnet de conducción, y lo ha conseguido.
En cuanto a las personas que le quieren de verdad, han movido cielo y tierra para impedírselo. Y no porque crean que es demasiado mayor para conducir, que sí lo es, sino porque lleva sobre sus espaldas un ictus, un "problemilla" del corazón que le ha apegado para siempre a un marcapasos, varios desvanecimientos, ...
Y, después de conseguir el informe de un doctor, en el que le invalida para conducir, en Tráfico han discernido queno hay ningún problema, que es una persona completamente apta, en pleno rendimiento físico y sicológico, y que conducirá perfectamente bien.
O, ¿no va a ser eso lo que opinan en Tráfico?
Pues, según creo, y alguien me ha comentado, a esta persona no se le va a tener en cuenta su aptitud, sino que lo que va a decidir, es decir, ha decidido es su "bolsillo"
¡No, no, que nadie se precipite! No estoy diciendo que ha ido en plan "mafioso", soltando pasta a diestro y siniestro, para conseguir su idolatrado carnet de conducir,¡sólo nos faltaba eso!
La cosa es bastante más sencilla, más "natural", en España nada ni nadie se mueve por el "interés", ¿verdad?. No, sólo es que, cuantos más carnets se concedan, más serán los que tengan que tributar. Si, lo del famoso sellito que te pegan en el parabrisas para que tu coche pueda circular. ¡Maravilloso!
Y así, del modo más inocente, no sólo esta persona enferma y mayor lleva su carnetito en el bolsillo, sino que habrán muchas más, como ella, que llevarán los suyos, y, ¡tan felices!
Sólo podemos rezar para que las complicaciones posibles sean las menos.
¡Gracias por todas vuestras oraciones!
Sólo siguiendo la voluntad de Dios es como la felicidad completa se puede alcanzar. No hace falta nada más.
Pero hoy no voy a hablar de mí, concretamente. Si es de alguien relacionado a mí, del que no voy a dar datos concretos, porque prefiero que sólo entienda el que sabe de qué va.
Esta persona ha hecho toda la vida su "santa" voluntad. No se ha plegado a nadie ni ha llegado a pensar que podría estar equivocado en alguna de sus ideas, apreciaciones, opiniones,... Es cierto que desde que conoció a Dios más íntimamente, su vida cambió; pero ahora, con unos ochenta años, el "hombre viejo" se le sale por los poros, y, en muchas ocasiones, se deja llevar por él.
En fin, lo que aquí quiero comentar, por encima, es que ha querido renovar el carnet de conducción, y lo ha conseguido.
En cuanto a las personas que le quieren de verdad, han movido cielo y tierra para impedírselo. Y no porque crean que es demasiado mayor para conducir, que sí lo es, sino porque lleva sobre sus espaldas un ictus, un "problemilla" del corazón que le ha apegado para siempre a un marcapasos, varios desvanecimientos, ...
Y, después de conseguir el informe de un doctor, en el que le invalida para conducir, en Tráfico han discernido queno hay ningún problema, que es una persona completamente apta, en pleno rendimiento físico y sicológico, y que conducirá perfectamente bien.
O, ¿no va a ser eso lo que opinan en Tráfico?
Pues, según creo, y alguien me ha comentado, a esta persona no se le va a tener en cuenta su aptitud, sino que lo que va a decidir, es decir, ha decidido es su "bolsillo"
¡No, no, que nadie se precipite! No estoy diciendo que ha ido en plan "mafioso", soltando pasta a diestro y siniestro, para conseguir su idolatrado carnet de conducir,¡sólo nos faltaba eso!
La cosa es bastante más sencilla, más "natural", en España nada ni nadie se mueve por el "interés", ¿verdad?. No, sólo es que, cuantos más carnets se concedan, más serán los que tengan que tributar. Si, lo del famoso sellito que te pegan en el parabrisas para que tu coche pueda circular. ¡Maravilloso!
Y así, del modo más inocente, no sólo esta persona enferma y mayor lleva su carnetito en el bolsillo, sino que habrán muchas más, como ella, que llevarán los suyos, y, ¡tan felices!
Sólo podemos rezar para que las complicaciones posibles sean las menos.
¡Gracias por todas vuestras oraciones!
domingo, 19 de septiembre de 2010
El apego a las cosas
Hoy, en el Evangelio dominical, Dios me presenta la necesidad de elegir, entre Él y el dinero.
Mi vida ha estado llena de situaciones en las que he tenido que elegir, y, aunque reconozco que la elección "por excelencia" es la que hoy remarca el Evangelio, la elección entre unas cosas u otras, entre unas situaciones u otras distintas, ..., el apego a todo aquello que me hace sentir "dominadora", especial, ...., siempre han estado y están a la vuelta de la esquina.
Hace algún tiempo me di cuenta que estaba muy "apegada" a una colección de muñecas pequeñas, y que no me gustaba que nadie me las tocase; así que, decidí separarme de ellas. Pero, aún hubo alguna, muy especial, que no pude alejar de mí.
Estoy apegada a muchísimas cosas, más de las que yo misma imagino. Y la verdad es que una es importante: ¡Sólo Dios! (ésta es una frase del hermano Rafael)
Bien, pues hace poco más de una semana, me llamaron del arzobispado para decirme que, si me interesaba, podía volver este curso al colegio en el que estuve de sustitución el curso pasado.
Aunque, cuando cesé en junio, sabía perfectamente que jamás volvería, pues no tengo antigüedad y sólo puedo seguir haciendo sustituciones, la noticia me hizo enseguida dar gracias a Dios, que es el único que puede contra los "imposibles"
Me sentía enormemente felíz, ilusionada; haciendo planes de sobre cómo quería arreglarme el aula, las cosas que se debían tirar, las que se podían conervar, ...
Sólo tenía que esperar a que me llamasen del Prop para firmar el contrato. Pero, después de una semana, decidí informar al arzobispado que todavía no me habían llamado.
La sorpresa que recibí fue bastante desagradable. No me habían podido llamar antes, porque estaban muy liados, pero no podía ocupar esa plaza, al menos por este nuevo curso. La explicación que me dieron, la verdad es que no la entendí.
Llamé al colegio, para avisarles, y sabían que no iba a ir, porque ya habían hecho averiguaciones, ¡Estaban muy enfadados con los encargados del tema en el arzobispado!
Bien, en cuanto me rehice del "golpe", volví mi corazón a Dios, sabiendo que todo lo que acontece en mi vida es Él quien lo permite, y, además, jamás me ha sucedido nada malo. Así que, sólo le pedí que me ayudara, mediante el Espíritu Santo, a poder salir, poco a poco, cuando quisiera, de la tristeza que me había inundado.
¡Sí, he dicho tristeza! ¿Que por qué?
Pues porque una vez más me había "apegado" a una nueva situación; había hecho mis planes, como la lechera del cuento, y todo se había ido al traste.
Deseaba que todo fuera bien, que nada se hubiera "movido", después de la primera noticia, estupenda para mí. Mi corazón estaba más apegado a ella que a nada, confiaba tener un curso maravilloso, acompañada de un buen claustroo de maestros, de los niños difíciles, que tanto me gustaban, ..., y no cabía ni una sola sospecha de que algo podía de dejar de salir como esperaba.
Ahora, aún en medio de una cierta tristeza, que no desesperación ni pensamiento de que Dios se haya equivocado, vuelvo a reconocer qué difícil me resulta "apegarme" a lo único verdadero: ¡Sólo Dios!
¡Qué lejos me queda la santidad...!
Mi vida ha estado llena de situaciones en las que he tenido que elegir, y, aunque reconozco que la elección "por excelencia" es la que hoy remarca el Evangelio, la elección entre unas cosas u otras, entre unas situaciones u otras distintas, ..., el apego a todo aquello que me hace sentir "dominadora", especial, ...., siempre han estado y están a la vuelta de la esquina.
Hace algún tiempo me di cuenta que estaba muy "apegada" a una colección de muñecas pequeñas, y que no me gustaba que nadie me las tocase; así que, decidí separarme de ellas. Pero, aún hubo alguna, muy especial, que no pude alejar de mí.
Estoy apegada a muchísimas cosas, más de las que yo misma imagino. Y la verdad es que una es importante: ¡Sólo Dios! (ésta es una frase del hermano Rafael)
Bien, pues hace poco más de una semana, me llamaron del arzobispado para decirme que, si me interesaba, podía volver este curso al colegio en el que estuve de sustitución el curso pasado.
Aunque, cuando cesé en junio, sabía perfectamente que jamás volvería, pues no tengo antigüedad y sólo puedo seguir haciendo sustituciones, la noticia me hizo enseguida dar gracias a Dios, que es el único que puede contra los "imposibles"
Me sentía enormemente felíz, ilusionada; haciendo planes de sobre cómo quería arreglarme el aula, las cosas que se debían tirar, las que se podían conervar, ...
Sólo tenía que esperar a que me llamasen del Prop para firmar el contrato. Pero, después de una semana, decidí informar al arzobispado que todavía no me habían llamado.
La sorpresa que recibí fue bastante desagradable. No me habían podido llamar antes, porque estaban muy liados, pero no podía ocupar esa plaza, al menos por este nuevo curso. La explicación que me dieron, la verdad es que no la entendí.
Llamé al colegio, para avisarles, y sabían que no iba a ir, porque ya habían hecho averiguaciones, ¡Estaban muy enfadados con los encargados del tema en el arzobispado!
Bien, en cuanto me rehice del "golpe", volví mi corazón a Dios, sabiendo que todo lo que acontece en mi vida es Él quien lo permite, y, además, jamás me ha sucedido nada malo. Así que, sólo le pedí que me ayudara, mediante el Espíritu Santo, a poder salir, poco a poco, cuando quisiera, de la tristeza que me había inundado.
¡Sí, he dicho tristeza! ¿Que por qué?
Pues porque una vez más me había "apegado" a una nueva situación; había hecho mis planes, como la lechera del cuento, y todo se había ido al traste.
Deseaba que todo fuera bien, que nada se hubiera "movido", después de la primera noticia, estupenda para mí. Mi corazón estaba más apegado a ella que a nada, confiaba tener un curso maravilloso, acompañada de un buen claustroo de maestros, de los niños difíciles, que tanto me gustaban, ..., y no cabía ni una sola sospecha de que algo podía de dejar de salir como esperaba.
Ahora, aún en medio de una cierta tristeza, que no desesperación ni pensamiento de que Dios se haya equivocado, vuelvo a reconocer qué difícil me resulta "apegarme" a lo único verdadero: ¡Sólo Dios!
¡Qué lejos me queda la santidad...!
sábado, 11 de septiembre de 2010
El bien que dejo de hacer
Hoy es un día triste para mí. Sólo la misericordia de Dios, saber que me ama a pesar de todo, me da deseos de seguir adelante, de estar alerta la próxima vez que me encuentre con Jesucristo y lo deje, sin más.
Por otra parte, he querido escribir el hecho, que a continuación relataré, para que todos los que lean el blog, que creen que me conocen y que soy una "buena" persona, vayan olvidándose de la "cristianísima" Mari Carmen y descubren mi realidad.
La cuestión es que iba yo caminando hacia la frutería, con pensamientos "muy espirituales", y al lado de un parquecito cercano a mi casa, veo a un hombre tumbado de lado en el suelo, dormido. Muy flaco, mal vestido, más bien sucio.
¿De qué me han ayudado esas "oraciones" mías? Porque lo que ha pasado es que he vuelto la mirada hacia otra parte y he seguido caminando.
Pero, eso sí, la certeza de estar haciendo el mal, me ha ido pesando todo el tiempo; de regreso a casa, cuando pensaba rectificar y llamar a urgencias, he visto que una pareja joven estaba con dos policías y el hombre estaba sentado en un banco.
He tenido tiempo de oir a un policía que se trataba de un hombre que vive en una borrachera continua, que va por los bares ....
Aún ahora, que estoy escribiendo ésto, me pesa el no haber estado atenta y no dejar la oportunidad de ayudar a Jesús en ese pobre hombre. Pero, como he encabezado mi escrito, el bien que dejo de hacer, es irreparable.
Y hoy, precisamente, el evangelio decía, entre otras cosas preciosas, que "el que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, saca el mal"
Ya no voy a decir nada más. Sólo una cosa, y repito, nadie se lleve a engaño conmigo.
Por otra parte, he querido escribir el hecho, que a continuación relataré, para que todos los que lean el blog, que creen que me conocen y que soy una "buena" persona, vayan olvidándose de la "cristianísima" Mari Carmen y descubren mi realidad.
La cuestión es que iba yo caminando hacia la frutería, con pensamientos "muy espirituales", y al lado de un parquecito cercano a mi casa, veo a un hombre tumbado de lado en el suelo, dormido. Muy flaco, mal vestido, más bien sucio.
¿De qué me han ayudado esas "oraciones" mías? Porque lo que ha pasado es que he vuelto la mirada hacia otra parte y he seguido caminando.
Pero, eso sí, la certeza de estar haciendo el mal, me ha ido pesando todo el tiempo; de regreso a casa, cuando pensaba rectificar y llamar a urgencias, he visto que una pareja joven estaba con dos policías y el hombre estaba sentado en un banco.
He tenido tiempo de oir a un policía que se trataba de un hombre que vive en una borrachera continua, que va por los bares ....
Aún ahora, que estoy escribiendo ésto, me pesa el no haber estado atenta y no dejar la oportunidad de ayudar a Jesús en ese pobre hombre. Pero, como he encabezado mi escrito, el bien que dejo de hacer, es irreparable.
Y hoy, precisamente, el evangelio decía, entre otras cosas preciosas, que "el que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, saca el mal"
Ya no voy a decir nada más. Sólo una cosa, y repito, nadie se lleve a engaño conmigo.
miércoles, 8 de septiembre de 2010
Mis lecturas
Nunca agradeceré lo suficiente a Dios que me concediera la pasión por la lectura. Es cierto que en muchas ocasiones, especialmente durante mi adolescencia, cayeron en mis manos lecturas nada recomendables. ¿Cosas de la edad o del pecado que me domina desde que nací?
Tengo muy presente una vez en que, a escondidas de mis padres, busqué, encontré y leí un libro del que les había oído hablar con sus amigos, de forma muy "picarona", y que habían comprado.
Cuando descubrí dónde lo tenían escondido, empecé a leerlo. Y, cuanto más leía, más quería seguir leyendo, dando a mi imaginación motivo para alienarme en lo que no debía, porque me hacía mucho daño.
Es posible que hubiera otras lecturas inadecuadas, pero aquella me marcó, hasta el punto de no olvidarlo hasta hoy.
Y no tuvieron la culpa de que leyera aquel libro, que por cierto llevaba por título "La Romana" (¿alguien lo conoce?) mis padres, pues lo escondieron desde el primer momento en que llegó a casa. El problema es que he sido muy "registradora" de todo lo que teníamos en casa, y, la insistencia con la que lo busqué, desgraciadamente tuvo éxito.
En fin, aunque desde el comienzo aquel hecho fue fruto de mi pecado, no puedo más que dar gracias a Dios que fue curando aquellas incursiones mías por ese mundo de concupiscencia desatada.
Bien, pues volviendo al inicio, se que el gusto por la lectura no todos lo tienen; así que me siento privilegiada por disfrutar de él.
A lo largo de mi vida he ido pasando por diversos temas de preferencia: romántico, de intriga, cómico, aventuras, ... Pero en el que estoy actualmente me está durando mucho más que todos los demás y el disfrute es inmensamente mayor.
El tema religioso.
¡Qué satisfacciones me está dando!
He leído, vidas de santos, escritos de los Santos Padres, cartas apostólicas, encíclicas, .... Y, cómo no, la Biblia, no de un tirón, que me atragantaría, sino a pequeños pedacitos, cada día, Antiguo y Nuevo Testamento.
Pero a lo que iba, últimamente estoy disfrutando con la lectura de la vida del hermano Rafael, san Rafael Arnáiz, trapense. Y de sus escritos, de su manera de vivir la fe, de luchar por vivir en la aceptación de la voluntad de Dios en su vida, por alcanzarla humildad, por descansar en la mansedumbre, ....
¡Diría tantas cosas, ...! Pero siempre me quedaría corta.
Ayer no podía dormir, pues estaba acabando el segundo libro sobre él. Y cuando lo acabé, tampoco podía dormir porque mi espíritu estaba muy despierto, degustando algunas palabras, algunas frases, ...
Seguramente alguno estará pensando que ¡basta ya con el temita!, pues estoy tan a gusto con él, porque me une más a Cristo, que no hago más que hablar de él.
Mis más humildes perdones, pero cuando se encuentra una perla preciosa es lo mejor compartirla con los demás.
Estaría contenta si con esta "pesadumbre" mía hacia los demás, salgan ganado y les entre el "gusanillo" y decidan adentrarse en esa vida tan sencilla y tan apasionante a la vez, del hermano Rafael.
Tengo muy presente una vez en que, a escondidas de mis padres, busqué, encontré y leí un libro del que les había oído hablar con sus amigos, de forma muy "picarona", y que habían comprado.
Cuando descubrí dónde lo tenían escondido, empecé a leerlo. Y, cuanto más leía, más quería seguir leyendo, dando a mi imaginación motivo para alienarme en lo que no debía, porque me hacía mucho daño.
Es posible que hubiera otras lecturas inadecuadas, pero aquella me marcó, hasta el punto de no olvidarlo hasta hoy.
Y no tuvieron la culpa de que leyera aquel libro, que por cierto llevaba por título "La Romana" (¿alguien lo conoce?) mis padres, pues lo escondieron desde el primer momento en que llegó a casa. El problema es que he sido muy "registradora" de todo lo que teníamos en casa, y, la insistencia con la que lo busqué, desgraciadamente tuvo éxito.
En fin, aunque desde el comienzo aquel hecho fue fruto de mi pecado, no puedo más que dar gracias a Dios que fue curando aquellas incursiones mías por ese mundo de concupiscencia desatada.
Bien, pues volviendo al inicio, se que el gusto por la lectura no todos lo tienen; así que me siento privilegiada por disfrutar de él.
A lo largo de mi vida he ido pasando por diversos temas de preferencia: romántico, de intriga, cómico, aventuras, ... Pero en el que estoy actualmente me está durando mucho más que todos los demás y el disfrute es inmensamente mayor.
El tema religioso.
¡Qué satisfacciones me está dando!
He leído, vidas de santos, escritos de los Santos Padres, cartas apostólicas, encíclicas, .... Y, cómo no, la Biblia, no de un tirón, que me atragantaría, sino a pequeños pedacitos, cada día, Antiguo y Nuevo Testamento.
Pero a lo que iba, últimamente estoy disfrutando con la lectura de la vida del hermano Rafael, san Rafael Arnáiz, trapense. Y de sus escritos, de su manera de vivir la fe, de luchar por vivir en la aceptación de la voluntad de Dios en su vida, por alcanzarla humildad, por descansar en la mansedumbre, ....
¡Diría tantas cosas, ...! Pero siempre me quedaría corta.
Ayer no podía dormir, pues estaba acabando el segundo libro sobre él. Y cuando lo acabé, tampoco podía dormir porque mi espíritu estaba muy despierto, degustando algunas palabras, algunas frases, ...
Seguramente alguno estará pensando que ¡basta ya con el temita!, pues estoy tan a gusto con él, porque me une más a Cristo, que no hago más que hablar de él.
Mis más humildes perdones, pero cuando se encuentra una perla preciosa es lo mejor compartirla con los demás.
Estaría contenta si con esta "pesadumbre" mía hacia los demás, salgan ganado y les entre el "gusanillo" y decidan adentrarse en esa vida tan sencilla y tan apasionante a la vez, del hermano Rafael.
domingo, 5 de septiembre de 2010
Cuando las nubes no dejan ver el sol
Siempre he sido amante de la naturaleza; pero cuando más me ha gustado ha sido cuando el sol lucía en lo alto, dando a los colores la mayor intensidad.
Al contrario, cuando las nubes han cubierto por completo el cielo, los tonos grisáceos parece que me han producido cierta melancolía.
Pero, a pesar de las nubes, el sol estaba allí, en lo alto, luchando con ellas para hacer llegar los rayos atenuados de su luz.
Por otra parte, también en mi vida ha habido temporadas soleadas y otras borrascosas.
Y hasta no hace mucho, en esas temporadas borrascosas era incapaz de sobreponerme, ya que las nubes no me dejaban ver más allá de mis "desventuras".
Aunque, de un modo u otro, Dios ha ido enviándome estrellitas que me daban las fuerzas para vivir que no tenía.
San Juan de la Cruz, santa Teresita de Lisieux, san Maximiliano Kolbe, ...; pero una de las que me ha impactado, me ha "empujado" a seguir, a no rendirme, a saber con certeza que el sol siempre está, aunque no lo dejen ver las nubes, ha sido el hermano Rafael, san Rafael Arnáiz Barón, trapense en san Isidro de Dueñas.
No hace ni dos años que lo conozco, pero ha sido una estrella fulgurante, que Dios ha enviado a mi vida, para que desee su humildad, su aceptación de la voluntad de Dios, su espiritualidad sencilla y sincera, ... ¡Tantas cosas, ....!
Y, ante todo, saber que lo más importante en la vida es: ¡SOLO DIOS!
Y, cuando alguien me habla de él porque también lo conoce, el corazón salta en mi pecho de alegría, pues estoy segura que todo el bien que está haciendo en mi, también lo hará en otra persona.
Santo reciente de nuestros días, ante quien no creo que nadie se quede indiferente. Hablar con detenimiento de él en este, mi humilde blog, sería pretender saberlo todo de su vida. Y no, no sé casi nada.
Porque para conocer a un santo se precisa toda una vida, pues por mucho que se lea sobre él, siempre se encuentran detalles nuevos y "sabrosos"
Sólo una cosa más. A quien quiera leerme sólo animarle a que lo conozca. ¡Nada más! Y, ¡SOLO DIOS!
Al contrario, cuando las nubes han cubierto por completo el cielo, los tonos grisáceos parece que me han producido cierta melancolía.
Pero, a pesar de las nubes, el sol estaba allí, en lo alto, luchando con ellas para hacer llegar los rayos atenuados de su luz.
Por otra parte, también en mi vida ha habido temporadas soleadas y otras borrascosas.
Y hasta no hace mucho, en esas temporadas borrascosas era incapaz de sobreponerme, ya que las nubes no me dejaban ver más allá de mis "desventuras".
Aunque, de un modo u otro, Dios ha ido enviándome estrellitas que me daban las fuerzas para vivir que no tenía.
San Juan de la Cruz, santa Teresita de Lisieux, san Maximiliano Kolbe, ...; pero una de las que me ha impactado, me ha "empujado" a seguir, a no rendirme, a saber con certeza que el sol siempre está, aunque no lo dejen ver las nubes, ha sido el hermano Rafael, san Rafael Arnáiz Barón, trapense en san Isidro de Dueñas.
No hace ni dos años que lo conozco, pero ha sido una estrella fulgurante, que Dios ha enviado a mi vida, para que desee su humildad, su aceptación de la voluntad de Dios, su espiritualidad sencilla y sincera, ... ¡Tantas cosas, ....!
Y, ante todo, saber que lo más importante en la vida es: ¡SOLO DIOS!
Y, cuando alguien me habla de él porque también lo conoce, el corazón salta en mi pecho de alegría, pues estoy segura que todo el bien que está haciendo en mi, también lo hará en otra persona.
Santo reciente de nuestros días, ante quien no creo que nadie se quede indiferente. Hablar con detenimiento de él en este, mi humilde blog, sería pretender saberlo todo de su vida. Y no, no sé casi nada.
Porque para conocer a un santo se precisa toda una vida, pues por mucho que se lea sobre él, siempre se encuentran detalles nuevos y "sabrosos"
Sólo una cosa más. A quien quiera leerme sólo animarle a que lo conozca. ¡Nada más! Y, ¡SOLO DIOS!
lunes, 30 de agosto de 2010
¿Cómo vivr el matrimonio?
Ante todo, Dios me libre de teorizar sobre este tema. No voy a decir nada que no haya experimentado. Pero la única respuesta verdadera, que no puede discutirme nadie, es que el matrimonio sólo se puede vivir dejando de ser dos para ser tres. Y el más importante, Jesucristo.
Por lo demás, he ido descubriendo con el paso de los años, concretamente 32, que el matrimonio es una lucha para mí, diaria, con la particularidad de tener al demonio siempre "revoloteando" entre mi marido y yo, intentado desunir de raíz lo que Dios bendijo un día.
No niego que ha habido momentos de desesperación, de incomprensión mutua, de hastío, de querer dejarlo todo y desaparecer para siempre. Todo en el intento de ser feliz.
¡Todo inútil!
He pensado durante mucho tiempo que mi matrimonio sobrevivía gracias a mí, aunque otras veces me he sentido culpable de que las cosas no fueran bien. Y siempre luchando por salirme con la mía, por llevar a mi marido a "mi terreno".
Y en medio de derrotas, una trás otra, pude escuchar, por fin, las suaves palabras del Espíritu Santo, que me animaban a empezar una lucha diferente.
Y, no voy a decir que la solución es siempre un éxito, más que nada porque sigo siendo pecadora y muchas veces vuelvo a querer ser "yo" sobre "él".
¿Y en qué consiste esa lucha?, se preguntará alguno.
Pues es la lucha por alcanzar a Cristo.
Sí, tan sencillo y, a la vez, tan imposible; sólo dejarse llevar de la mano de Cristo mismo puede garantizar el éxito.
Cada día ofrecerme a Dios, pedir la ayuda del Espíritu Santo, y no dejar de apretar fuerte la mano que Jesús me tiende, sin compromiso por mi parte.
Luchar por parecerme más a Él, por actuar como lo haría en cada acontecimiento, por no rechazar cada humillación que venga (especialmente por parte de mi marido), por sonreír y no poner cara de "vinagreta" frente a lo que me disgusta, ...
Y, después de cada caída, levantarme y volver a luchar.
Me impresionó mucho un libro que me dejaron hace bastante tiempo, "La familia que alcanzó a Cristo". Por entonces, ni se me ocurrió pensar que el secreto de la verdadera felicidad era precisamente poner una meta delante: Jesucristo. Y siempre un seguimiento que Dios potenciaba, mediante Su Santo Espíritu, y que sólo requería por mi parte "dejarme hacer".
Bien, me consta que la paciencia de Dios será mi salvación. Pues la materia con la que cuenta, "yo", soy total impedimento para las gracias que derrama sobre mí. Pero, no dejo de rezar ni un solo día, para que me ayude a defender la lucha por vivir siguiendo las huellas de Cristo.
Creo que manteniendo el pensamiento no en mi misma sino en el amor de Jesús, la lucha estará colmada de éxitos, ya que será Él mismo quien reinará en mi alma y en mi corazón, y quien actuará, no sólo en favor de mi marido, sino de todos aquellos que Dios me vaya poniendo delante, en mi vivir, y que necesitan conocer a Dios.
Si a alguien le sirve mi experiencia, únase a mí en esta lucha hacia la esperanza, donde la humildad será, poco a poco, un adorno digno de los verdaderos hijos de Dios, esos que llegan a vivir en la unión y en el amor en Cristo.
Por lo demás, he ido descubriendo con el paso de los años, concretamente 32, que el matrimonio es una lucha para mí, diaria, con la particularidad de tener al demonio siempre "revoloteando" entre mi marido y yo, intentado desunir de raíz lo que Dios bendijo un día.
No niego que ha habido momentos de desesperación, de incomprensión mutua, de hastío, de querer dejarlo todo y desaparecer para siempre. Todo en el intento de ser feliz.
¡Todo inútil!
He pensado durante mucho tiempo que mi matrimonio sobrevivía gracias a mí, aunque otras veces me he sentido culpable de que las cosas no fueran bien. Y siempre luchando por salirme con la mía, por llevar a mi marido a "mi terreno".
Y en medio de derrotas, una trás otra, pude escuchar, por fin, las suaves palabras del Espíritu Santo, que me animaban a empezar una lucha diferente.
Y, no voy a decir que la solución es siempre un éxito, más que nada porque sigo siendo pecadora y muchas veces vuelvo a querer ser "yo" sobre "él".
¿Y en qué consiste esa lucha?, se preguntará alguno.
Pues es la lucha por alcanzar a Cristo.
Sí, tan sencillo y, a la vez, tan imposible; sólo dejarse llevar de la mano de Cristo mismo puede garantizar el éxito.
Cada día ofrecerme a Dios, pedir la ayuda del Espíritu Santo, y no dejar de apretar fuerte la mano que Jesús me tiende, sin compromiso por mi parte.
Luchar por parecerme más a Él, por actuar como lo haría en cada acontecimiento, por no rechazar cada humillación que venga (especialmente por parte de mi marido), por sonreír y no poner cara de "vinagreta" frente a lo que me disgusta, ...
Y, después de cada caída, levantarme y volver a luchar.
Me impresionó mucho un libro que me dejaron hace bastante tiempo, "La familia que alcanzó a Cristo". Por entonces, ni se me ocurrió pensar que el secreto de la verdadera felicidad era precisamente poner una meta delante: Jesucristo. Y siempre un seguimiento que Dios potenciaba, mediante Su Santo Espíritu, y que sólo requería por mi parte "dejarme hacer".
Bien, me consta que la paciencia de Dios será mi salvación. Pues la materia con la que cuenta, "yo", soy total impedimento para las gracias que derrama sobre mí. Pero, no dejo de rezar ni un solo día, para que me ayude a defender la lucha por vivir siguiendo las huellas de Cristo.
Creo que manteniendo el pensamiento no en mi misma sino en el amor de Jesús, la lucha estará colmada de éxitos, ya que será Él mismo quien reinará en mi alma y en mi corazón, y quien actuará, no sólo en favor de mi marido, sino de todos aquellos que Dios me vaya poniendo delante, en mi vivir, y que necesitan conocer a Dios.
Si a alguien le sirve mi experiencia, únase a mí en esta lucha hacia la esperanza, donde la humildad será, poco a poco, un adorno digno de los verdaderos hijos de Dios, esos que llegan a vivir en la unión y en el amor en Cristo.
martes, 24 de agosto de 2010
La muerte
¡Menudo título! El tema casi nadie lo quiere "tocar", porque parece que se habla del final para siempre, de la nada absoluta, de desaparecer para toda la eternidad.
A mí, me apasiona hablar de la muerte, porque he estado, especialmente en una ocasión, muy cerca de ella, pero en los planes de Dios no entraba el que la experimentara.
Recuerdo cuando era niña, y, luego, cuando dejé de serlo, que sin más ni más me recorría un escalofrío por dentro, pensando que me tenía que morir algún día. Angustiada profundamente, a veces lleguá a llorar.
Tuvo Dios que trabajar mucho y de diversas maneras, para que descubriera en ella, como decía san Francisco de Asís, a una hermana que me introducía en la Vida de verdad.
La muerte es un puerta, de apariencia terrible, ante la que muchas veces se siente el miedo más grande.
Pero vivir cada día teniéndola en el pensamiento, siendo consciente que puede llegar en cualquier momento, a mí me ayuda a relativizarlo todo y a experimentar que, aunque la duda de cómo será da un cierto estremecimiento interior, es el único modo de encontrarme con Jesucristo. ¿Qué cosa hay más grande?
Ha muerto un chico joven hace tres días. Nunca había cruzado una palabra con él, pero estando en el hospital Dios me ayudó a que fuera a visitarle, y allí, tan cerca de la muerte, descubrí a Jesús, sufriente, dolorido, en plena pasión, que esperaba en Dios y ya no tenía miedo.
Jesucristo era su sostén, su apoyo, su esperanza, ...
Y yo salí renovada, sabiendo que Dios no es malo, que los sufrimientos que permite en mi vida son el mejor regalo, ya que me acercan a la pasión de Su Hijo, que es la verdadera puerta del Cielo.
Él ya está gozando de la presencia de Dios, y no me cabe duda de que estará dispuesto a interceder, por todos los que le queríamos, ante Él.
La enfermedad, la muerte, ..., ¡la Cruz! en definitiva. dulce puerta, no exenta de sufrimiento, que nos consigue la visión del Bien Supremo, el descanso y gozo eternos.
¡Qué bueno es Dios que nos la prepara del mejor modo, para que podamos llegar hasta Él!.
A mí, me apasiona hablar de la muerte, porque he estado, especialmente en una ocasión, muy cerca de ella, pero en los planes de Dios no entraba el que la experimentara.
Recuerdo cuando era niña, y, luego, cuando dejé de serlo, que sin más ni más me recorría un escalofrío por dentro, pensando que me tenía que morir algún día. Angustiada profundamente, a veces lleguá a llorar.
Tuvo Dios que trabajar mucho y de diversas maneras, para que descubriera en ella, como decía san Francisco de Asís, a una hermana que me introducía en la Vida de verdad.
La muerte es un puerta, de apariencia terrible, ante la que muchas veces se siente el miedo más grande.
Pero vivir cada día teniéndola en el pensamiento, siendo consciente que puede llegar en cualquier momento, a mí me ayuda a relativizarlo todo y a experimentar que, aunque la duda de cómo será da un cierto estremecimiento interior, es el único modo de encontrarme con Jesucristo. ¿Qué cosa hay más grande?
Ha muerto un chico joven hace tres días. Nunca había cruzado una palabra con él, pero estando en el hospital Dios me ayudó a que fuera a visitarle, y allí, tan cerca de la muerte, descubrí a Jesús, sufriente, dolorido, en plena pasión, que esperaba en Dios y ya no tenía miedo.
Jesucristo era su sostén, su apoyo, su esperanza, ...
Y yo salí renovada, sabiendo que Dios no es malo, que los sufrimientos que permite en mi vida son el mejor regalo, ya que me acercan a la pasión de Su Hijo, que es la verdadera puerta del Cielo.
Él ya está gozando de la presencia de Dios, y no me cabe duda de que estará dispuesto a interceder, por todos los que le queríamos, ante Él.
La enfermedad, la muerte, ..., ¡la Cruz! en definitiva. dulce puerta, no exenta de sufrimiento, que nos consigue la visión del Bien Supremo, el descanso y gozo eternos.
¡Qué bueno es Dios que nos la prepara del mejor modo, para que podamos llegar hasta Él!.
domingo, 1 de agosto de 2010
¿Cómo de grande puede ser el corazón?
Estos días han estado en Valencia, concretamente en Alzira, donde viven mis hijos mayores, un matrimonio muy querido, de Roma, que conozco hace muchos años, antes incluso de que ambos se conocieran y decidieran, asistidos por el Espíritu Santo, unir sus vidas en Cristo. Tienen tres preciosos hijos, verdaderos regalos de Dios.
Y el gozo de verlos una vez más ha llenado estos días mi corazón de alegría.
Siempre me pasa, que cuando alguien muy querido está "a mi lado", el corazón late de un modo distinto, se conmueve, se esponja, y reconoce en cada uno de sus rincones la cantidad de personas que Dios ha ido depositando en él, a través de los años.
Sí, hace tiempo descubrí que en el corazón caben muchísimas personas; y cuantas más "me presenta" Dios, más grande se hace y siempre hay sitio dispuesto a recibirlos.
Tengo presentes personas de mi infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, de mi madurez, ... Y cada día, cuando rezo, hay un momento muy especial, en el que es como si me metiera muy dentro del corazón, y pido a Dios por todos ellos. Es cierto que no recuerdo de un modo especial a todos, ¡son tantos...!
Pero si recuerdo con nombres y apellidos a algunos de ellos. Y cada día me vienen a la memoria unos distintos, según, creo, Dios quiere.
Y, una vez recordados unos, siempre le ofrezco a Dios mis oraciones por todos los demás.
Y, aunque parezca raro, también tengo muy guardados y recordados a algunos que me consta no me quieren y piensan mal de mí. ¡Eso es un don! Porque el daño que, en su momento me hicieron, me dejó muy mal. Pero se que Dios quiere que me preocupe de sus necesidades, porque son sus hijos muy queridos.
Así que, sólo puedo responder a la pregunta del título de estas palabras que el corazón es un regalo que Dios ha hecho al hombre, y le ha dado el don de ir ensanchándose, conforme Él necesita de alguien para que rece insistentemente por sus hijos muy amados y los guarde con cariño para toda la eternidad.
Yo le pido que siga fiándose de mi y me conceda el regalo de muchas más personas para que me preocupe por ellas, y así deje de preocuparme tanto de mí.
Y el gozo de verlos una vez más ha llenado estos días mi corazón de alegría.
Siempre me pasa, que cuando alguien muy querido está "a mi lado", el corazón late de un modo distinto, se conmueve, se esponja, y reconoce en cada uno de sus rincones la cantidad de personas que Dios ha ido depositando en él, a través de los años.
Sí, hace tiempo descubrí que en el corazón caben muchísimas personas; y cuantas más "me presenta" Dios, más grande se hace y siempre hay sitio dispuesto a recibirlos.
Tengo presentes personas de mi infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, de mi madurez, ... Y cada día, cuando rezo, hay un momento muy especial, en el que es como si me metiera muy dentro del corazón, y pido a Dios por todos ellos. Es cierto que no recuerdo de un modo especial a todos, ¡son tantos...!
Pero si recuerdo con nombres y apellidos a algunos de ellos. Y cada día me vienen a la memoria unos distintos, según, creo, Dios quiere.
Y, una vez recordados unos, siempre le ofrezco a Dios mis oraciones por todos los demás.
Y, aunque parezca raro, también tengo muy guardados y recordados a algunos que me consta no me quieren y piensan mal de mí. ¡Eso es un don! Porque el daño que, en su momento me hicieron, me dejó muy mal. Pero se que Dios quiere que me preocupe de sus necesidades, porque son sus hijos muy queridos.
Así que, sólo puedo responder a la pregunta del título de estas palabras que el corazón es un regalo que Dios ha hecho al hombre, y le ha dado el don de ir ensanchándose, conforme Él necesita de alguien para que rece insistentemente por sus hijos muy amados y los guarde con cariño para toda la eternidad.
Yo le pido que siga fiándose de mi y me conceda el regalo de muchas más personas para que me preocupe por ellas, y así deje de preocuparme tanto de mí.
jueves, 29 de julio de 2010
32 aniversario
Hoy hace 32 años que me casé. Eso, según los tiempos que corren, es todo un record. ¿A qué se debe, cómo lo hemos conseguido, cuáles son nuestros méritos?
Recuerdo que el mismo día de nuestra boda pensé que me había equivocado. Como se dice ahora, ¡qué fuerte!
Sí, no tardé nada en darme cuenta que el "príncipe azul" es una quimera, una utopía, una ilusión, que seguramente todas las mujers buscamos en nuestros maridos. Y unas se dan cuenta al cabo del tiempo y otras, como yo, recién iniciada la vida de matrimonio.
Sentí una angustia grandísima, porque sabía que me había casado "hasta que la muerte nos separe", por la Iglesia, convencida de que eso sería fácil de conseguir. ¡Qué ilusa!
Los primeros años (que han sido muuuuuuy largos), vivía el matrimonio como una carga insoportable. Pasando cada día apoyada en mis fuerzas. Los hijos vinieron muy pronto y fueron bastantes. Creo que Dios se valió de ellos para mantener a flote el matrimonio. Sí, porque si pensaba mandarlo todo a paseo, siempre había algo que me lo impedía. Eran los hijos.
Pensar qué sería de ellos, qué traumas irían acumulando por la separación de sus padres, ... En realidad no sabía que era Dios quien estaba empeñado en que siguiésemos unidos. Pero, ¿unidos en qué?
Muchos años han tenido que pasar para darme cuenta de que el secreto era tener en medio de los dos a Jesucristo. Con Él, el tiempo ha cambiado, no nosotros, que seguimos siendo impedimento a la unidad e indisolubilidad de nuestro matrimonio.
El ha dado sentido a nuestras distintas maneras de ver la vida, a las discusiones, a los enfados; como ha dado un verdadero sentido a nuestra felicidad mutua.
Sin Él tanto las dificultades como los momentos de vida "pacífica" tienen el verdadero sentido.
La cruz que compartimos es la mejor; yo soy su cruz y él es la mía, no hay vuelta de hoja. Pero ¡bendita cruz que nos quiere llevar hasta alcanzar la santidad!
Nada ha sido en vano, hoy hay entre nosotros amor vivo en Jesucristo. Todo ha estado muy bien.
Dios ha creado y ha recreado tantas veces una historia sencilla de amor entre mi esposo y yo. ¡Bendito sea!
Recuerdo que el mismo día de nuestra boda pensé que me había equivocado. Como se dice ahora, ¡qué fuerte!
Sí, no tardé nada en darme cuenta que el "príncipe azul" es una quimera, una utopía, una ilusión, que seguramente todas las mujers buscamos en nuestros maridos. Y unas se dan cuenta al cabo del tiempo y otras, como yo, recién iniciada la vida de matrimonio.
Sentí una angustia grandísima, porque sabía que me había casado "hasta que la muerte nos separe", por la Iglesia, convencida de que eso sería fácil de conseguir. ¡Qué ilusa!
Los primeros años (que han sido muuuuuuy largos), vivía el matrimonio como una carga insoportable. Pasando cada día apoyada en mis fuerzas. Los hijos vinieron muy pronto y fueron bastantes. Creo que Dios se valió de ellos para mantener a flote el matrimonio. Sí, porque si pensaba mandarlo todo a paseo, siempre había algo que me lo impedía. Eran los hijos.
Pensar qué sería de ellos, qué traumas irían acumulando por la separación de sus padres, ... En realidad no sabía que era Dios quien estaba empeñado en que siguiésemos unidos. Pero, ¿unidos en qué?
Muchos años han tenido que pasar para darme cuenta de que el secreto era tener en medio de los dos a Jesucristo. Con Él, el tiempo ha cambiado, no nosotros, que seguimos siendo impedimento a la unidad e indisolubilidad de nuestro matrimonio.
El ha dado sentido a nuestras distintas maneras de ver la vida, a las discusiones, a los enfados; como ha dado un verdadero sentido a nuestra felicidad mutua.
Sin Él tanto las dificultades como los momentos de vida "pacífica" tienen el verdadero sentido.
La cruz que compartimos es la mejor; yo soy su cruz y él es la mía, no hay vuelta de hoja. Pero ¡bendita cruz que nos quiere llevar hasta alcanzar la santidad!
Nada ha sido en vano, hoy hay entre nosotros amor vivo en Jesucristo. Todo ha estado muy bien.
Dios ha creado y ha recreado tantas veces una historia sencilla de amor entre mi esposo y yo. ¡Bendito sea!
jueves, 22 de julio de 2010
Cuentas pendientes
Hoy la he visto otra vez. Hemos hablado amigablemente, como ya hemos hecho en algún otro encuentro. Pero hasta llegar a esta situación, antes, mucho antes, ....
Vino al colegio el último año. Y cuando la ví, me llamó la atención. Muy delgada, muy "estirada" debido a uno de esos aparatos metálicos que le obligaba a llevar esa postura, con gafas, vestida un tanto estrafalaria (según mi parecer, y el de mis compañeras. Colegio de religiosas, femenino, por supuesto)y, como colofón, como se dice ahora, "apestosa" (debido a lo que la pobre debía sudar con aquel "cacharro" siempre encima)
En fin, enseguida estuvo en boca de todas y cómo no, en la mía también. Y, por esas cosas de la afectividad, fui una de las que más se burló de ella, a sus espaldas. Sí, era una cobarde. Pero haber conseguido el aprecio de todas las demás, me parecía que me "compensaba". Acabó el curso, cada una acabó en un instituto, y, perdí la pista a todas mis compañeras; también a ella.
Por el mismo tiempo, más o menos, dejé de ir a misa, y me aparté de la Iglesia.
Pero Dios es muy misericordioso, porque varios años después, se hizo el encontradizo conmigo y descubrí que me amaba, sin tener en cuenta lo que había sido, lo que era e incluso lo que pudiera llegar a ser.
Y enseguida, me vino a la memoria lo mal que me había portado con aquella compañera. Pero, ya era tarde y nada podía hacer. Sentí como si una carga pesada me aplastara, un puño apretando mi corazón, que no me dejaba ser feliz totalmente. Y así pasaron muchos años. Y, un día, ¡la ví!
Me dio un vuelco el corazón y lo primero que hice fue "escapar".
Al llegar a casa, me sentía como si hubiera visto un viejo "fantasma", y la vergüenza que había sentido me había hecho huír.
¡Qué mal me sentí!
Dios me la había puesto delante, para que le pidiera perdón, y yo lo había desaprovechado. ¡No tenía nada que hacer! Tendría que seguir con mi carga, quién sabe hasta cuándo.
Le pedí a Dios esa misma noche que me diera otra oportunidad, que me la pusiera delante una vez más.
Y así lo hizo, y al día siguiente. Esta vez seguí caminando hacia ella, y, una vez delante, le pregunté si se acordaba de mi. Me llamó por mi apellido (como hacíamos en el colegio). Yo también me acordaba del suyo, y de su nombre, Mari Carmen (¡menuda coincidencidencia!)
Le abrí mi corazón, le pedí perdón y, gracias a Dios, me perdonó. Nos hemos vuelto a ver más veces, pues vivimos muy cerca (las ironías de la vida, o, mejor, los caminos de Dios).
Y ya no tengo miedo, ningún peso oprime mi corazón; ya la deuda de amor con ella, quedó saldada.
Jamás dejé de pedir perdón inmediatamente después de haberme portado mal con alguien. Aquella mala experiencia, después de todo, me ayudó mucho.
Vino al colegio el último año. Y cuando la ví, me llamó la atención. Muy delgada, muy "estirada" debido a uno de esos aparatos metálicos que le obligaba a llevar esa postura, con gafas, vestida un tanto estrafalaria (según mi parecer, y el de mis compañeras. Colegio de religiosas, femenino, por supuesto)y, como colofón, como se dice ahora, "apestosa" (debido a lo que la pobre debía sudar con aquel "cacharro" siempre encima)
En fin, enseguida estuvo en boca de todas y cómo no, en la mía también. Y, por esas cosas de la afectividad, fui una de las que más se burló de ella, a sus espaldas. Sí, era una cobarde. Pero haber conseguido el aprecio de todas las demás, me parecía que me "compensaba". Acabó el curso, cada una acabó en un instituto, y, perdí la pista a todas mis compañeras; también a ella.
Por el mismo tiempo, más o menos, dejé de ir a misa, y me aparté de la Iglesia.
Pero Dios es muy misericordioso, porque varios años después, se hizo el encontradizo conmigo y descubrí que me amaba, sin tener en cuenta lo que había sido, lo que era e incluso lo que pudiera llegar a ser.
Y enseguida, me vino a la memoria lo mal que me había portado con aquella compañera. Pero, ya era tarde y nada podía hacer. Sentí como si una carga pesada me aplastara, un puño apretando mi corazón, que no me dejaba ser feliz totalmente. Y así pasaron muchos años. Y, un día, ¡la ví!
Me dio un vuelco el corazón y lo primero que hice fue "escapar".
Al llegar a casa, me sentía como si hubiera visto un viejo "fantasma", y la vergüenza que había sentido me había hecho huír.
¡Qué mal me sentí!
Dios me la había puesto delante, para que le pidiera perdón, y yo lo había desaprovechado. ¡No tenía nada que hacer! Tendría que seguir con mi carga, quién sabe hasta cuándo.
Le pedí a Dios esa misma noche que me diera otra oportunidad, que me la pusiera delante una vez más.
Y así lo hizo, y al día siguiente. Esta vez seguí caminando hacia ella, y, una vez delante, le pregunté si se acordaba de mi. Me llamó por mi apellido (como hacíamos en el colegio). Yo también me acordaba del suyo, y de su nombre, Mari Carmen (¡menuda coincidencidencia!)
Le abrí mi corazón, le pedí perdón y, gracias a Dios, me perdonó. Nos hemos vuelto a ver más veces, pues vivimos muy cerca (las ironías de la vida, o, mejor, los caminos de Dios).
Y ya no tengo miedo, ningún peso oprime mi corazón; ya la deuda de amor con ella, quedó saldada.
Jamás dejé de pedir perdón inmediatamente después de haberme portado mal con alguien. Aquella mala experiencia, después de todo, me ayudó mucho.
miércoles, 21 de julio de 2010
¿Dónde está Jesucristo?
Jesucristo está en la Eucaristía, especialmente; pero también está donde hay un cristiano. Y de todos los cristianos, yo lo veo en los enfermos, especialmente en los que tienen la puerta de la muerte cerca.
Verlo en los enfermos es un don de Dios, porque mientras Él no me regaló ver a Su Hijo en ellos, la enfermedad me tiraba atrás. Cuando no tenía "más remedio" que visitar a alguien en el lecho del dolor, me quedaba muda.
Buscaba y buscaba en mi corazón las palabras adecuadas, pero nada, no había ninguna. Hasta el día, no recuerdo cuál, porque creo que Dios me lo concedió como hace siempre las cosas, suavemente, sin forzarme a nada, en que delante de un enfermo me encontré con Jesucristo y el Espíritu Santo desató mi lengua.
¿Las palabras? Pues no las sé, lo digo en serio.
Hoy he visitado a un chico joven, con toda la vida por delante, al que Dios está visitando con un cáncer, y por segunda vez. Se recuperó la primera, que no hace tanto, y de nuevo vieron los médicos que había comenzado por otro sitio.
Me enteré que estaba en el hospital ayer, y sabía que tenía que visitarlo. ¿Por qué? Pues porque era una especie de "necesidad" que venía del corazón y que desde que me he levantado no dejaba de apremiarme.
Sin embargo, tenía el espíritu agitado, tenía miedo. ¡Soy una cobarde!
¿Tendré algo que decirle? ¿Me quedaré muda? ¿Me iré con un peso en el corazón, grande como una losa que me aplastará durante mucho tiempo?
Pero, a pesar de mis temores, seguía teniendo esa especie de necesidad de acercarme a él.
El camino hacia el hospital ha sido duro; iba rezando el Rosario, porque las ganas de dejarlo "para otro día" me podían. Pero, al final, he llegado delante de la puerta y, ..., he llamado.
¡Dios me estaba esperando ahí!.
Las palabras brotaban de mi corazón sin esfuerzo, el amor de Cristo salía de mí hacia él y de él hacia mí. ¡Unidos en el Amor a Cristo!
La hermosura de Cristo está en sus ojos, en sus labios, en su corazón, en su cuerpo famélico, en su falta de fuerzas. Está esperando qué es lo que Dios quiere para él. El humano temor a lo desconocido, pero puesta la esperanza en Dios.
Como Dios quiere, él es Cristo que se da, que es fuerte en Él, que se une a Dios en la oración diaria, en el rezo del Rosario, en la comunión diaria.
Me he ido en Paz. ¿A quién le puede dejar insatisfecho el estar con Cristo en el lecho de la enfermedad?
Pido a quien lea ésto una oración por este joven heróico, que espera en Dios, y que necesita la fuerza de nuestra oración para ser un mártir de Cristo, uno que alcanzará la santidad, con la fuerza del Espíritu Santo.
Amén
Verlo en los enfermos es un don de Dios, porque mientras Él no me regaló ver a Su Hijo en ellos, la enfermedad me tiraba atrás. Cuando no tenía "más remedio" que visitar a alguien en el lecho del dolor, me quedaba muda.
Buscaba y buscaba en mi corazón las palabras adecuadas, pero nada, no había ninguna. Hasta el día, no recuerdo cuál, porque creo que Dios me lo concedió como hace siempre las cosas, suavemente, sin forzarme a nada, en que delante de un enfermo me encontré con Jesucristo y el Espíritu Santo desató mi lengua.
¿Las palabras? Pues no las sé, lo digo en serio.
Hoy he visitado a un chico joven, con toda la vida por delante, al que Dios está visitando con un cáncer, y por segunda vez. Se recuperó la primera, que no hace tanto, y de nuevo vieron los médicos que había comenzado por otro sitio.
Me enteré que estaba en el hospital ayer, y sabía que tenía que visitarlo. ¿Por qué? Pues porque era una especie de "necesidad" que venía del corazón y que desde que me he levantado no dejaba de apremiarme.
Sin embargo, tenía el espíritu agitado, tenía miedo. ¡Soy una cobarde!
¿Tendré algo que decirle? ¿Me quedaré muda? ¿Me iré con un peso en el corazón, grande como una losa que me aplastará durante mucho tiempo?
Pero, a pesar de mis temores, seguía teniendo esa especie de necesidad de acercarme a él.
El camino hacia el hospital ha sido duro; iba rezando el Rosario, porque las ganas de dejarlo "para otro día" me podían. Pero, al final, he llegado delante de la puerta y, ..., he llamado.
¡Dios me estaba esperando ahí!.
Las palabras brotaban de mi corazón sin esfuerzo, el amor de Cristo salía de mí hacia él y de él hacia mí. ¡Unidos en el Amor a Cristo!
La hermosura de Cristo está en sus ojos, en sus labios, en su corazón, en su cuerpo famélico, en su falta de fuerzas. Está esperando qué es lo que Dios quiere para él. El humano temor a lo desconocido, pero puesta la esperanza en Dios.
Como Dios quiere, él es Cristo que se da, que es fuerte en Él, que se une a Dios en la oración diaria, en el rezo del Rosario, en la comunión diaria.
Me he ido en Paz. ¿A quién le puede dejar insatisfecho el estar con Cristo en el lecho de la enfermedad?
Pido a quien lea ésto una oración por este joven heróico, que espera en Dios, y que necesita la fuerza de nuestra oración para ser un mártir de Cristo, uno que alcanzará la santidad, con la fuerza del Espíritu Santo.
Amén
viernes, 16 de julio de 2010
Mi tío Paco
Mi tío Paco no es tío mío "de sangre"; es un amigo de la infancia de mi padre que siempre ha tenido trato con nosotros, por lo que me enseñaron a llamarle tío y lo he hecho así, hasta hoy.
Hoy hemos ido a visitarle mi padre, mi hermana y yo a una residencia fuera de Valencia, en Náquera. Hacía mucho tiempo que no lo veía, de hecho, la última vez que lo vi fue hace muchos años, en la calle, y nos alegramoa ambos de vernos,
De todos los "sobrinos" adoptados, a la que más ha querido siampre ha sido a mí. Recuerdo una vez, yo era pequeña, pero lo suficientemente mayor para darme cuenta de que hablaba de mí, que le dijo a mi padre que, si él fuera más joven le gustaría casarse conmigo.
Parece que yo era muy dulce y cariñosa, muy afectuosa, atenta, ..., ¡en fin, un dechado de virtudes! lástima que con el paso de los años haya dejado que se escaparan, y así me ha ido algunas veces.
Puedo decir que nunca se comportó conmigo como un "viejo verde", me quería tanto que nunca se propasó conmigo. Su deseo había sido una manera de decir que me quería especialmente. ¡Imposible pensar en boda!
Como decía, hoy lo he visto de nuevo, ¡madre de Dios!
No puede caminar, está en silla de ruedas, apenas levantaba la mirada del suelo, y se le veía muy triste.
Nunca se casó, y sólo tiene una sobrina que le atendió hasta que ya resulto imposible. Lo llevó a esa residencia, y se está muriendo de tristeza, de soledad, de abandono.
Varias veces nos ha dicho que se alegraba mucho de que hubiéramos ido a verle, pero sus ojos no demostraban tal alegría.
Está esperando a la muerte, sin aliciente ninguno, o, al menos, eso me había parecido.
Cuando nos íbamos, ya le había dado besos y todo, algo por dentro me decía que no me podía ir sin decirle algo, no sabía qué, pero Dios me removía y yo quería hacerle caso.
Cuando íbamos a salir de la terraza donde estaba, me he acercado a él y le he preguntado si creía en Dios.
Me miraba a los ojos, como yo a él. "Es el único consuelo", me ha dicho.
Ya no sé qué más le he dicho, pues en esas cosas hay que dejar hacer al Espíritu Santo. Yo seguía mirándole a los ojos, y espero que siga con ese mismo pensamiento que me ha dicho en voz alta, hasta que Él le lleve a Su lado.
¡Ojalá me dejará hacer por Dios cada vez que alguien necesite de Su ayuda y Él me quiera utilizar!.
Hoy hemos ido a visitarle mi padre, mi hermana y yo a una residencia fuera de Valencia, en Náquera. Hacía mucho tiempo que no lo veía, de hecho, la última vez que lo vi fue hace muchos años, en la calle, y nos alegramoa ambos de vernos,
De todos los "sobrinos" adoptados, a la que más ha querido siampre ha sido a mí. Recuerdo una vez, yo era pequeña, pero lo suficientemente mayor para darme cuenta de que hablaba de mí, que le dijo a mi padre que, si él fuera más joven le gustaría casarse conmigo.
Parece que yo era muy dulce y cariñosa, muy afectuosa, atenta, ..., ¡en fin, un dechado de virtudes! lástima que con el paso de los años haya dejado que se escaparan, y así me ha ido algunas veces.
Puedo decir que nunca se comportó conmigo como un "viejo verde", me quería tanto que nunca se propasó conmigo. Su deseo había sido una manera de decir que me quería especialmente. ¡Imposible pensar en boda!
Como decía, hoy lo he visto de nuevo, ¡madre de Dios!
No puede caminar, está en silla de ruedas, apenas levantaba la mirada del suelo, y se le veía muy triste.
Nunca se casó, y sólo tiene una sobrina que le atendió hasta que ya resulto imposible. Lo llevó a esa residencia, y se está muriendo de tristeza, de soledad, de abandono.
Varias veces nos ha dicho que se alegraba mucho de que hubiéramos ido a verle, pero sus ojos no demostraban tal alegría.
Está esperando a la muerte, sin aliciente ninguno, o, al menos, eso me había parecido.
Cuando nos íbamos, ya le había dado besos y todo, algo por dentro me decía que no me podía ir sin decirle algo, no sabía qué, pero Dios me removía y yo quería hacerle caso.
Cuando íbamos a salir de la terraza donde estaba, me he acercado a él y le he preguntado si creía en Dios.
Me miraba a los ojos, como yo a él. "Es el único consuelo", me ha dicho.
Ya no sé qué más le he dicho, pues en esas cosas hay que dejar hacer al Espíritu Santo. Yo seguía mirándole a los ojos, y espero que siga con ese mismo pensamiento que me ha dicho en voz alta, hasta que Él le lleve a Su lado.
¡Ojalá me dejará hacer por Dios cada vez que alguien necesite de Su ayuda y Él me quiera utilizar!.
miércoles, 14 de julio de 2010
La Última Cima
Ayer por la tarde, cuando me sentía un poco aburrida (cosa, por otra parte extraña en mí, ya que no suelo aburrirme en casa), mi marido me sugirió que fuéramos al cine, para ver La Última Cima. Me encantó la idea y me arreglé enseguida.
Fue chocante que tuvieran problemas a la hora de empezar la película, pues primero se veían las imágenes pero no se escuchaba la voz; luego, pasó lo contrario, sin imágenes y con voz. Entraron en la sala algunos acomodadores, informando sobre el problema por medio de walki talkis (seguro que está mal escrito, pero me entendéis, ¿no?).
Por fin, se pusieron de acuerdo imagen y sonido, y me dispuse a disfrutar.
Ya me habían comentado que no era una película convencional, pero no me imaginaba cómo lo habría enfocado el director.
Ya desde el principio me enganchó y me adentré por completo en la "sustancia" del tema, en la personalidad de un humilde sacerdote, que pasó haciendo el bien y que, gracias a Dios, había llegado a la meta, a la última cima de su vida.
Cada persona, cada testimonio me iban dando una imagen clara de lo que Dios quiere de mi, que llegue a ser santa. Y estoy casi segura de que ese es el mensaje que hemos recibido todas las personas que hemos tenido la suerte de ver la película.
Y hay un lema, muy traído y llevado estos últimos días, que podríamos hacer nuestro, dándole otro sentido muy diferente.
¡PODEMOS!
Sí, estoy segura de ello, siempre y cuando nos pongamos a tiro, elijamos la montaña perfecta y nos apoyemos en el Espíritu Santo para escalarla. ¡Podemos alcanzar esa santidad que defendió Pablo Rodríguez dando testimonio con su propia vida!
Todos los temas tratados me han parecido necesarios en mi vida para seguir el camino de la santidad: la humildad, la pobreza, la donación, la confianza, la obediencia, ... Pero el que más me ha gustado es el nodo en que trata la muerte.
La muerte es una puerta. ¡Me encanta!
Siempre me ha gustado, desde bien jovencita, escribir todas las cosas importantes que han pasado en mi vida, mis deseos de amar, de donarme, mis tristezas y alegrías, ...
Y, en muchas ocasiones, el tema ha sido la muerte. Sí, siempre me ha gustado adentrarme en ese misterio que entraña la muerte, especialmente, la mía. Y, a lo largo de los años, he aprendido a verla como la puerta, mi puerta, la que me espera al final del recorrido, por la cual entraré, sin vuelta atrás, y gracias a la que me encontraré con mi Amado, Jesucristo.
Visto así, la muerte no es fea, ni horrible, ni angustiosa, ..., es la liberación final, la seguridad de no sufrir jamás y gozar por toda la eternidad. Es la presencia constante de Dios, la experiencia del Amor verdadero, ..., es la Vida sin fin vivida para amar.
¡Cuántas veces he gozado escribiendo sobre esa buena hermana, de la que hablaba san Francisco de Asís!
Escritos que tan sólo me sirven a mí, y que releo para no olvidar jamás todo lo que Dios me ha hecho gustar de la intimidad con Su Hijo. Mañana, cuando me llegue el amado momento, cuando deba entrar por la puerta, a nadie le importarán y acabarán en el contenedor de papel, siendo reciclados y convertidos quizá en papel higiénico, reflejando así la humildad necesaria para alcanzar el buen final, la Vida Eterna.
Sólo un consejo, si se me permite: ¡No dejéis de ver la película! Vosotros mismos sacaréis su jugo, que es delicioso.
¡Podemos!
Fue chocante que tuvieran problemas a la hora de empezar la película, pues primero se veían las imágenes pero no se escuchaba la voz; luego, pasó lo contrario, sin imágenes y con voz. Entraron en la sala algunos acomodadores, informando sobre el problema por medio de walki talkis (seguro que está mal escrito, pero me entendéis, ¿no?).
Por fin, se pusieron de acuerdo imagen y sonido, y me dispuse a disfrutar.
Ya me habían comentado que no era una película convencional, pero no me imaginaba cómo lo habría enfocado el director.
Ya desde el principio me enganchó y me adentré por completo en la "sustancia" del tema, en la personalidad de un humilde sacerdote, que pasó haciendo el bien y que, gracias a Dios, había llegado a la meta, a la última cima de su vida.
Cada persona, cada testimonio me iban dando una imagen clara de lo que Dios quiere de mi, que llegue a ser santa. Y estoy casi segura de que ese es el mensaje que hemos recibido todas las personas que hemos tenido la suerte de ver la película.
Y hay un lema, muy traído y llevado estos últimos días, que podríamos hacer nuestro, dándole otro sentido muy diferente.
¡PODEMOS!
Sí, estoy segura de ello, siempre y cuando nos pongamos a tiro, elijamos la montaña perfecta y nos apoyemos en el Espíritu Santo para escalarla. ¡Podemos alcanzar esa santidad que defendió Pablo Rodríguez dando testimonio con su propia vida!
Todos los temas tratados me han parecido necesarios en mi vida para seguir el camino de la santidad: la humildad, la pobreza, la donación, la confianza, la obediencia, ... Pero el que más me ha gustado es el nodo en que trata la muerte.
La muerte es una puerta. ¡Me encanta!
Siempre me ha gustado, desde bien jovencita, escribir todas las cosas importantes que han pasado en mi vida, mis deseos de amar, de donarme, mis tristezas y alegrías, ...
Y, en muchas ocasiones, el tema ha sido la muerte. Sí, siempre me ha gustado adentrarme en ese misterio que entraña la muerte, especialmente, la mía. Y, a lo largo de los años, he aprendido a verla como la puerta, mi puerta, la que me espera al final del recorrido, por la cual entraré, sin vuelta atrás, y gracias a la que me encontraré con mi Amado, Jesucristo.
Visto así, la muerte no es fea, ni horrible, ni angustiosa, ..., es la liberación final, la seguridad de no sufrir jamás y gozar por toda la eternidad. Es la presencia constante de Dios, la experiencia del Amor verdadero, ..., es la Vida sin fin vivida para amar.
¡Cuántas veces he gozado escribiendo sobre esa buena hermana, de la que hablaba san Francisco de Asís!
Escritos que tan sólo me sirven a mí, y que releo para no olvidar jamás todo lo que Dios me ha hecho gustar de la intimidad con Su Hijo. Mañana, cuando me llegue el amado momento, cuando deba entrar por la puerta, a nadie le importarán y acabarán en el contenedor de papel, siendo reciclados y convertidos quizá en papel higiénico, reflejando así la humildad necesaria para alcanzar el buen final, la Vida Eterna.
Sólo un consejo, si se me permite: ¡No dejéis de ver la película! Vosotros mismos sacaréis su jugo, que es delicioso.
¡Podemos!
sábado, 10 de julio de 2010
El sufrimiento de los hijos
Nadie me preparó para ser madre. Mi primera hija fue con la que "rompí el hielo", arriesgándome, equivocándome, dando palos de ciego, .... La cosa es que cuando vino el segundo tuve que aprender con él, pues ningún hijo es igual ni se puede tratar del mismo modo. La verdad es que, aún ahora sigo aprendiendo, pues cada hijo siempre me enseña cosas nuevas; ahora, mis cuatro hijos casados, siendo padres en una familia, ¡cuánto me están enseñando!
Pero, volviendo al comienzo de este comentario, también tuve que aprender a dejarles sufrir y sufrir por ellos y con ellos.
Los sufrimientos de cuando eran pequeños se centraban más en momentos en que se ponían malitos; cuando alguno desaparecía de mi vista estando en lugares públicos, por ejemplo; cuando no les iba bien en el cole; cuando venían llorando, porque su mejor amigo no "les ajuntaba".
Pero cuando se iban acercando a esa "edad difícil", que cada vez va siendo más temprana, los sufrimientos no es que fueran mayores,sino distintos.
Una de las cosas que he aprendido por la maternidad es que cada edad lleva sus propios sufrimientos; y hay que saber estar al lado de los hijos, en todos y cada uno de sus momentos difíciles, sea la edad que sea.
Luego está el tema de los que se dejan consolar y saben recibir el cariño, dejándose abrazar, acariciar, besar. Por propia experiencia se que son los que más pronto pueden recuperarse y pasar página.
Y, también por propia experiencia se que lo pasan peor durante más tiempo los que rechazan cualquier ayuda. Con esos me ha ido muy bien hablar directamente, al menos la primera vez, cuando les he visto "distintos", más alejados que de lo normal.
Ahora uno de mis hijos está pasando por un gran sufrimiento y es, precisamente, de los "distintos" y alejados,
La verdad es que es a ellos a los que se les ve "el cambio", pues caminan por la casa sin encontrar un lugar para olvidar lo que les hace sufrir, son todavía más cerrados que antes, rehuyen a todos los miembros de la familia y les fastidia cualquier roce físico, como si eso dejara al descubierto que no están bien por más que se creen que nadie se ha dado cuenta.
Mi hijo sufre y, para mí no se ha acabado el mundo, sigue habiendo esperanza, nada es para siempre. Sin embargo, como se dice ahora, empatizo completamente con él, he conseguido que lo sepa, pues le he hablado directamente, no me ha hecho falta acercarme a darle mi cariño, sino que ha sido él mismo quien ha roto esa barrera que lleva siempre puesta y ha llorado en mi regazo.
Ya no hace falta que le hable más, ya es él quien, por segunda vez se ha acercado a hablarme y contarme cómo se encuentra. A veces logra devolverme un beso "más especial" y, sobre todo, y lo que más me interesa, es que sabe que su madre está y estará siempre dispuesta a estar a su lado.
Sí, es muy difícil ser padres y, como he dicho, jamás se acaba de aprender; pero saber escuchar, estar abiertos, no reirse de sus problemas jamás, estar siempre dispuestos a demostrar que se sufre también dejando caer las lágrimas que vienen a los ojos, saber abrazar, acariciar y besar en el momento opportuno, ..., son cosas que se aprenden y que nunca deberíamos permitir que se nos olvidasen.
Y, como base de todo, no dejar que se nos olviden todas y cada una de las etapas por las que hemos ido pasando, desde nuestros primeros pasos y nuestras primeras palabras hasta el día presente. Ayuda para poder ayudar, y eso no sólo a los hijos sino también a toda persona que en algún momento nos necesite.
Sólo pido a Dios que me de las fuerzas para saber estar cada instante tal y como Él quiere, por el bien de los demás.
Pero, volviendo al comienzo de este comentario, también tuve que aprender a dejarles sufrir y sufrir por ellos y con ellos.
Los sufrimientos de cuando eran pequeños se centraban más en momentos en que se ponían malitos; cuando alguno desaparecía de mi vista estando en lugares públicos, por ejemplo; cuando no les iba bien en el cole; cuando venían llorando, porque su mejor amigo no "les ajuntaba".
Pero cuando se iban acercando a esa "edad difícil", que cada vez va siendo más temprana, los sufrimientos no es que fueran mayores,sino distintos.
Una de las cosas que he aprendido por la maternidad es que cada edad lleva sus propios sufrimientos; y hay que saber estar al lado de los hijos, en todos y cada uno de sus momentos difíciles, sea la edad que sea.
Luego está el tema de los que se dejan consolar y saben recibir el cariño, dejándose abrazar, acariciar, besar. Por propia experiencia se que son los que más pronto pueden recuperarse y pasar página.
Y, también por propia experiencia se que lo pasan peor durante más tiempo los que rechazan cualquier ayuda. Con esos me ha ido muy bien hablar directamente, al menos la primera vez, cuando les he visto "distintos", más alejados que de lo normal.
Ahora uno de mis hijos está pasando por un gran sufrimiento y es, precisamente, de los "distintos" y alejados,
La verdad es que es a ellos a los que se les ve "el cambio", pues caminan por la casa sin encontrar un lugar para olvidar lo que les hace sufrir, son todavía más cerrados que antes, rehuyen a todos los miembros de la familia y les fastidia cualquier roce físico, como si eso dejara al descubierto que no están bien por más que se creen que nadie se ha dado cuenta.
Mi hijo sufre y, para mí no se ha acabado el mundo, sigue habiendo esperanza, nada es para siempre. Sin embargo, como se dice ahora, empatizo completamente con él, he conseguido que lo sepa, pues le he hablado directamente, no me ha hecho falta acercarme a darle mi cariño, sino que ha sido él mismo quien ha roto esa barrera que lleva siempre puesta y ha llorado en mi regazo.
Ya no hace falta que le hable más, ya es él quien, por segunda vez se ha acercado a hablarme y contarme cómo se encuentra. A veces logra devolverme un beso "más especial" y, sobre todo, y lo que más me interesa, es que sabe que su madre está y estará siempre dispuesta a estar a su lado.
Sí, es muy difícil ser padres y, como he dicho, jamás se acaba de aprender; pero saber escuchar, estar abiertos, no reirse de sus problemas jamás, estar siempre dispuestos a demostrar que se sufre también dejando caer las lágrimas que vienen a los ojos, saber abrazar, acariciar y besar en el momento opportuno, ..., son cosas que se aprenden y que nunca deberíamos permitir que se nos olvidasen.
Y, como base de todo, no dejar que se nos olviden todas y cada una de las etapas por las que hemos ido pasando, desde nuestros primeros pasos y nuestras primeras palabras hasta el día presente. Ayuda para poder ayudar, y eso no sólo a los hijos sino también a toda persona que en algún momento nos necesite.
Sólo pido a Dios que me de las fuerzas para saber estar cada instante tal y como Él quiere, por el bien de los demás.
martes, 6 de julio de 2010
Autocompasión
Toda mi vida he buscado el afecto de las personas. Primero el de mi familia, especialmente el de mi padre. Luego en el colegio, en el instituto, en mi novio, ...
Eso me llevó a ser muy infantil y a no poder tomar en peso mi vida. no tenía personalidad y me dejaba llevar por los demás. Me hacía la buena constantemente, lo que me suponía estar siempre en tensión para no defraudar a nadie, ....
Vivía compadeciéndome, sufriendo por todo lo que me pasaba.
Encontrarme con Jesucristo cambió mi vida. No es que dejé de compadecerme así, de repente. No, porque las cosas de Dios suelen ir según Su tiempo, no según el mío, que sería "ahora y ya mismo".
Todo fue uno, encontrarme con Jesús y conocer a mi novio, que luego fue mi marido, hasta el día de hoy y el momento en que la muerte nos separe.
La maternidad llegó enseguida, y el primer sufrimiento gordo también (el primer aborto después del nacimiento de nuestra primera hija).
¡Una niña no podía con todo!
Así que, a base de "golpes", aprendí a no mirarme tanto a mí misma y empezar a abrir los ojos hacia los demás.
Toda mi vida es un milagro, pues para mí madurar era imposible, pues mi intención era apoyarme en los demás, no tener que decidir, huir de cada sufrimiento que llegaba, ..., ¡Todo fue inútil, gracias a Dios!
Para mí hoy es muy importante "empatizar" (esa palabrita que está tan de moda), ponerme en la piel de los demás, no para compadecerlos (pues mi propia experiencia me dice que la compasión mal entendida no sirve para nada), sino para sufrir y alegrarme con ellos. Estar a las "duras y a las maduras"
Y, por mi propio bien y el de los demás, intentar llevar la sonrisa siempre en la cara. Pues, está la sonrisa de dolor, que indica que se entiende y se comparte un dolor, y la sonrisa o, más bien, la risa de alegría, por la que se vive el gozo del otro, acompañándolo y alegrándose de su bien.
No, no es nada bueno vivir en la autocompasión y la compasión hacia los demás día trás día, por lo menos así lo creo, y preferiría alejarme de alguien antes que compadecerle.
Lo que necesito y creo que necesitan los demás , es el amor verdadero.
Eso me llevó a ser muy infantil y a no poder tomar en peso mi vida. no tenía personalidad y me dejaba llevar por los demás. Me hacía la buena constantemente, lo que me suponía estar siempre en tensión para no defraudar a nadie, ....
Vivía compadeciéndome, sufriendo por todo lo que me pasaba.
Encontrarme con Jesucristo cambió mi vida. No es que dejé de compadecerme así, de repente. No, porque las cosas de Dios suelen ir según Su tiempo, no según el mío, que sería "ahora y ya mismo".
Todo fue uno, encontrarme con Jesús y conocer a mi novio, que luego fue mi marido, hasta el día de hoy y el momento en que la muerte nos separe.
La maternidad llegó enseguida, y el primer sufrimiento gordo también (el primer aborto después del nacimiento de nuestra primera hija).
¡Una niña no podía con todo!
Así que, a base de "golpes", aprendí a no mirarme tanto a mí misma y empezar a abrir los ojos hacia los demás.
Toda mi vida es un milagro, pues para mí madurar era imposible, pues mi intención era apoyarme en los demás, no tener que decidir, huir de cada sufrimiento que llegaba, ..., ¡Todo fue inútil, gracias a Dios!
Para mí hoy es muy importante "empatizar" (esa palabrita que está tan de moda), ponerme en la piel de los demás, no para compadecerlos (pues mi propia experiencia me dice que la compasión mal entendida no sirve para nada), sino para sufrir y alegrarme con ellos. Estar a las "duras y a las maduras"
Y, por mi propio bien y el de los demás, intentar llevar la sonrisa siempre en la cara. Pues, está la sonrisa de dolor, que indica que se entiende y se comparte un dolor, y la sonrisa o, más bien, la risa de alegría, por la que se vive el gozo del otro, acompañándolo y alegrándose de su bien.
No, no es nada bueno vivir en la autocompasión y la compasión hacia los demás día trás día, por lo menos así lo creo, y preferiría alejarme de alguien antes que compadecerle.
Lo que necesito y creo que necesitan los demás , es el amor verdadero.
viernes, 2 de julio de 2010
Tiempo de morir
Mi marido acaba de llegar a casa de Decathlon (¿está bien escrito?) con la noticia de que el padre de un compañero y amigo del colegio ha muerto esta madrugada.
Le ha mandado un mensaje y cuando mi marido le ha llamado por teléfono para interesarse de los detalles y la hora de la misa, su amigo le ha pedido disculpas por haberle dado la noticia y le excusaba para que no fuera al entierro, ya que será en Bicorp.
Quizá para las personas no creyentes puede ser un fastidio que les digan noticias así e intenten poner cualquier excusa para no tener que ir a una celebración "tan desagradable". Es comprensible porque no tienen fe y para ellos la muerte es un mal paso, que "quien quiera que sea" el que ha planeado que nos tengamos que morir es un egoísta que no tiene corazón.
¡Qué distinto para los que intentamos por todos los medios vivir de la fe en Dios!
La muerte es una puerta imprescindible para entrar en el Cielo. Nadie sabe cuándo se encontrará delante de ella, esperando que se abra; muchos intentan esquivarla mediante rejuvenecedores, gimnasios, medicinas naturales (o innaturales?), alimentación rigurosamente sana, .....
Pero ella está siempre al final del camino. Y, ¡gracias a Dios! No me gustaría vivir aquí durante toda la eternidad, primero de todo porque el anhelo de ver cara a cara a Jesús, no se cumpliría jamás; luego porque aquí, aunque hay momentos de felicidad, no tienen parangón con la que nos espera en el Cielo, ....
Yo me he encontrado con la muerte hace ahora exactamente un año. Cuando fui consciente de ello, lo primero que le pregunté a Dios fue que por qué no me había llevado con Él. Sólo la fe me ayudó a entender que, bien porque necesito tiempo para convertirme realmente, bien porque, aún sin yo entenderlo, tengo que llevar a término una misión que Dios tiene pensada para mí, bien porque de mi conversión depende que alguien se encuentre con Jesucristo, ..., ¡qué sé yo! Pero puedo decir que sólo Dios lo hace todo bien.
En fin, volviendo al tema de inicio, esta tarde, si Dios quiere mi marido y yo, que quiero acompañarle, iremos a Bicorp, a estar al lado de las personas que experimentan el vació que deja en sus corazones la cita que un hombre tenía con Dios.
¡Descanse en Paz!
Le ha mandado un mensaje y cuando mi marido le ha llamado por teléfono para interesarse de los detalles y la hora de la misa, su amigo le ha pedido disculpas por haberle dado la noticia y le excusaba para que no fuera al entierro, ya que será en Bicorp.
Quizá para las personas no creyentes puede ser un fastidio que les digan noticias así e intenten poner cualquier excusa para no tener que ir a una celebración "tan desagradable". Es comprensible porque no tienen fe y para ellos la muerte es un mal paso, que "quien quiera que sea" el que ha planeado que nos tengamos que morir es un egoísta que no tiene corazón.
¡Qué distinto para los que intentamos por todos los medios vivir de la fe en Dios!
La muerte es una puerta imprescindible para entrar en el Cielo. Nadie sabe cuándo se encontrará delante de ella, esperando que se abra; muchos intentan esquivarla mediante rejuvenecedores, gimnasios, medicinas naturales (o innaturales?), alimentación rigurosamente sana, .....
Pero ella está siempre al final del camino. Y, ¡gracias a Dios! No me gustaría vivir aquí durante toda la eternidad, primero de todo porque el anhelo de ver cara a cara a Jesús, no se cumpliría jamás; luego porque aquí, aunque hay momentos de felicidad, no tienen parangón con la que nos espera en el Cielo, ....
Yo me he encontrado con la muerte hace ahora exactamente un año. Cuando fui consciente de ello, lo primero que le pregunté a Dios fue que por qué no me había llevado con Él. Sólo la fe me ayudó a entender que, bien porque necesito tiempo para convertirme realmente, bien porque, aún sin yo entenderlo, tengo que llevar a término una misión que Dios tiene pensada para mí, bien porque de mi conversión depende que alguien se encuentre con Jesucristo, ..., ¡qué sé yo! Pero puedo decir que sólo Dios lo hace todo bien.
En fin, volviendo al tema de inicio, esta tarde, si Dios quiere mi marido y yo, que quiero acompañarle, iremos a Bicorp, a estar al lado de las personas que experimentan el vació que deja en sus corazones la cita que un hombre tenía con Dios.
¡Descanse en Paz!
jueves, 1 de julio de 2010
La jornada de los maestros de Religión
Hoy he estado, por primera vez, en la treintaitantas jornada de los maestros de Religión. Muchas veces en mi pensamiento aparecen "nubarrones", me parece que lo que se presenta va a ser un rollazo infumable, que sólo me causará un terrible dolor de cabeza acompañado de un hastío insoportable. ¡Mujer tonta!
Después de la presentación, un poco larga por otra parte, ha hablado el ponente. Antes de que comenzara, cuando se dirigía al lugar elegido por él, he intentado "resignarme" y ponerme lo más cómoda posible (Tatrea árdua, pues las sentadas no me van bien, por eso de las varices.
Pero, ya desde la primera palabra me ha "enganchado". Tenía un hablar fluido, claro, agradable, ..., en fin, ¡una maravilla! La manera de hablar me resultaba muy familiar, y he pensado sin dudar que pertenecía al Camino Neocatecumenal. ¡No me he equivocado!
El tiempo se me ha pasado volando. El tema: los retos que se les presentan a los maestros de Religión.
Su nombre, y lo quiero decir porque seguro que alguno lo conoce y está de acuerdo conmigo, es Javier Chust. Doy gracias a Dios por elegirse evangelizadores que hagan lo que hagan o digan lo que digan, te remueven el corazón inclinándote a desear conocer más profundamente la verdad del evangelio.
Después de la presentación, un poco larga por otra parte, ha hablado el ponente. Antes de que comenzara, cuando se dirigía al lugar elegido por él, he intentado "resignarme" y ponerme lo más cómoda posible (Tatrea árdua, pues las sentadas no me van bien, por eso de las varices.
Pero, ya desde la primera palabra me ha "enganchado". Tenía un hablar fluido, claro, agradable, ..., en fin, ¡una maravilla! La manera de hablar me resultaba muy familiar, y he pensado sin dudar que pertenecía al Camino Neocatecumenal. ¡No me he equivocado!
El tiempo se me ha pasado volando. El tema: los retos que se les presentan a los maestros de Religión.
Su nombre, y lo quiero decir porque seguro que alguno lo conoce y está de acuerdo conmigo, es Javier Chust. Doy gracias a Dios por elegirse evangelizadores que hagan lo que hagan o digan lo que digan, te remueven el corazón inclinándote a desear conocer más profundamente la verdad del evangelio.
miércoles, 30 de junio de 2010
comentario al comentario de mi cuñado
Si, querido cuñado, estoy contigo. Espero no haber escrito de modo que parezca que soy de los "intransigentes", "Extremistas", "cerriles", o como quieras calificarlos.
Si, se podía haber cambiado la fecha de la reunión, además, Juan Julián había regresado de Israel a las tres y media de la madrugada de ese mismo día. Quizá no tenían otra fecha.
De todos modos, de vez en cuando alguno salía del salón y se informaba. Al final, ganó España y, los que quisieron tuvieron la oportunidad de ver el partido en diferido. ¡Todos contentos!
Agradecida del comentario crítico. ¡Sigue así! Siempre me han de recordar que no soy perfecta y que me equivoco hasta en las cosas más triviales. ¡Fíjate lo que será cuando me equivoco en las cosas importantes!
Si, se podía haber cambiado la fecha de la reunión, además, Juan Julián había regresado de Israel a las tres y media de la madrugada de ese mismo día. Quizá no tenían otra fecha.
De todos modos, de vez en cuando alguno salía del salón y se informaba. Al final, ganó España y, los que quisieron tuvieron la oportunidad de ver el partido en diferido. ¡Todos contentos!
Agradecida del comentario crítico. ¡Sigue así! Siempre me han de recordar que no soy perfecta y que me equivoco hasta en las cosas más triviales. ¡Fíjate lo que será cuando me equivoco en las cosas importantes!
martes, 29 de junio de 2010
Mis prioridades
No soy mejor que los que hoy están "enrabiados" porque han puesto una reunión de catequistas esta tarde, a la hora del partido de España. ¡Dios me libre de juzgarlos!
No son pocas las veces en que he puesto delante de Dios muchas cosas, que no lo merecían en absoluto. Apariencias de bien, de disfrute, de beneficio, ..., que luego me han pagado con desesperanza, astío, cansancio, ...
No puedo decir más que las palabras de santa Teresa de Jesús, tantas veces reptidas por el hermano Refael Arnáiz, ya santo declarado, de "Sólo Dios basta" son verdaderas. Y cuantas veces me he dejado ayudar por el Espíritu Santo para hacerlas mías, el beneficio ha sido grandísimo.
¡Sólo Dios basta, sólo Dios!
Deseo con todas mis fuerzas vivir poniendo mi confianza en Dios, descansar cuando las cosas vienen en contra, acompañar a los que sufren tanto como a los que se encuentran en medio del gozo,alegrándome con ellos, ...
Hoy soy breve, porque diciendo "Sólo Dios basta", no hay más palabras.
No son pocas las veces en que he puesto delante de Dios muchas cosas, que no lo merecían en absoluto. Apariencias de bien, de disfrute, de beneficio, ..., que luego me han pagado con desesperanza, astío, cansancio, ...
No puedo decir más que las palabras de santa Teresa de Jesús, tantas veces reptidas por el hermano Refael Arnáiz, ya santo declarado, de "Sólo Dios basta" son verdaderas. Y cuantas veces me he dejado ayudar por el Espíritu Santo para hacerlas mías, el beneficio ha sido grandísimo.
¡Sólo Dios basta, sólo Dios!
Deseo con todas mis fuerzas vivir poniendo mi confianza en Dios, descansar cuando las cosas vienen en contra, acompañar a los que sufren tanto como a los que se encuentran en medio del gozo,alegrándome con ellos, ...
Hoy soy breve, porque diciendo "Sólo Dios basta", no hay más palabras.
lunes, 28 de junio de 2010
¿Situación de pánico?
Aunque ya sabía que tenía que llegar, recibir hoy el cese de mi puesto de trabajo en el colegio en el que he estado haciendo una sustitución, ha sido un tanto inquietante.
¿Se podría decir que he vivido una situación de pánico? No, la verdad. Sólo ha sido el rápido pasar por la mente de la pregunta: ¿volveré a tener la oportunidad de trabajar de nuevo?
Me tomo muy en serio mi trabajo, soy maestra de Religión. Y aunque dedicarse a esa especialidad no se lleva en absoluto, es lo que me "realiza", si se quiere decir así.
Para mí no hay nada mejor que trabajar de lo que vivo. Fe, lo que se dice fe, no tengo, y no creo que se pueda decir que la tuve hasta ver el modo en que muero. Ay sí que es fácil descubrir a las personas de fe, que vivieron como creyeron.
Pero, con todo y con eso, no hay ningún trabajo que me guste más que el que ejerzo, cada vez que hay alguien a quien sustituir.
Cuando alguien se queda sin trabajo comprendo que es un duro golpe. Yo no puedo caer en ese desaliento, porque precisamente mi especialidad me hace hablar a los niños de cómo Dios provee siempre lo necesario.
Y, a parte, sería mostrar poco o nulo amor a Dios, porque mi marido tiene trabajo "fijo", también en la enseñanza. Dios siempre nos ha cuidado y nos seguirá cuidando como hasta ahora.
Es cierto que un segundo sueldo da un gran desahogo, no lo puedo negar. Pero, entre la providencia de Dios (que es lo verdaderamente importante) y el sueldo de mi marido, jamás hemos pasado necesidad.
En casa, después de dar la noticia, esperada, como he dicho, alguno de mis hijos ha dicho: "¿y, ahora, qué? La respuesta ha sido sencilla: Viviremos como siempre, porque Dios siempre nos ha ayudado. ¡No ha hecho falta explicar más!
Creo que, cuando los padres luchan cada día por sacar a los hijos que Dios les ha prestado, con la paz que da el saberse hijos de Dios, los hijos también pueden vivir esa misma paz.
No puedo más que dar gracias a Dios por estos casi seis meses de trabajo, en los que me ha ayudado a ejercer mi trabajo, consciente de la misión que tiene todo cristiano: hablar al mundo entero de Jesucristo, del Amor que nos da y que debemos compartir con todo aquel que se "pone por delante".
¿Pánico? ¡No! Esperanza en Dios, que jamás defrauda.
¿Se podría decir que he vivido una situación de pánico? No, la verdad. Sólo ha sido el rápido pasar por la mente de la pregunta: ¿volveré a tener la oportunidad de trabajar de nuevo?
Me tomo muy en serio mi trabajo, soy maestra de Religión. Y aunque dedicarse a esa especialidad no se lleva en absoluto, es lo que me "realiza", si se quiere decir así.
Para mí no hay nada mejor que trabajar de lo que vivo. Fe, lo que se dice fe, no tengo, y no creo que se pueda decir que la tuve hasta ver el modo en que muero. Ay sí que es fácil descubrir a las personas de fe, que vivieron como creyeron.
Pero, con todo y con eso, no hay ningún trabajo que me guste más que el que ejerzo, cada vez que hay alguien a quien sustituir.
Cuando alguien se queda sin trabajo comprendo que es un duro golpe. Yo no puedo caer en ese desaliento, porque precisamente mi especialidad me hace hablar a los niños de cómo Dios provee siempre lo necesario.
Y, a parte, sería mostrar poco o nulo amor a Dios, porque mi marido tiene trabajo "fijo", también en la enseñanza. Dios siempre nos ha cuidado y nos seguirá cuidando como hasta ahora.
Es cierto que un segundo sueldo da un gran desahogo, no lo puedo negar. Pero, entre la providencia de Dios (que es lo verdaderamente importante) y el sueldo de mi marido, jamás hemos pasado necesidad.
En casa, después de dar la noticia, esperada, como he dicho, alguno de mis hijos ha dicho: "¿y, ahora, qué? La respuesta ha sido sencilla: Viviremos como siempre, porque Dios siempre nos ha ayudado. ¡No ha hecho falta explicar más!
Creo que, cuando los padres luchan cada día por sacar a los hijos que Dios les ha prestado, con la paz que da el saberse hijos de Dios, los hijos también pueden vivir esa misma paz.
No puedo más que dar gracias a Dios por estos casi seis meses de trabajo, en los que me ha ayudado a ejercer mi trabajo, consciente de la misión que tiene todo cristiano: hablar al mundo entero de Jesucristo, del Amor que nos da y que debemos compartir con todo aquel que se "pone por delante".
¿Pánico? ¡No! Esperanza en Dios, que jamás defrauda.
viernes, 25 de junio de 2010
Trabajar según Dios
Hoy he estado pensando en lo que tantas personas tienen, lo que otras desean, algunas aborrecen, ..., el trabajo.
Por la Biblia se piensa que el tener que trabajar fue el castigo que recibieron nuestros primeros padres por desobedecer a Dios.
¿Es que antes no tenían que trabajar?
Yo pienso que trabajo sería para ellos recoger los frutos de los árboles, para alimentarse ¿no?
Pero, a partir del pecado, debió de serles muy costoso hasta las cosas más normales. Admito que puedo estar equivocada.
Hay trabajos que cansan físicamente, trabajos que lo hacen intelectualmente; trabajos bien remunerados, trabajos mal pagados;trabajos tenidos por muy respetables, trabajos despreciados; ....
Para mí, todo trabajo es importante y respetble en tanto en cuanto se hace lo mejor que se puede, pensando en los demás, poniendo siempre como medida adecuada para ejecutarlo el amor.
Con cincuentaidos años, la mayor parte de ellos he trabajado en mi hogar, siendo esposa, madre y ama de casa. Para muchos, o debiera decir "muchas" eso no es trabajar sino perder el tiempo tontamente. Dedicarse a ello es no realizarse como mujer.
Y yo, me he sentido siempre muy mujer.
Y, ahora, desde hace tres años, que estoy trabajando como maestra de Religión, porque mis hijos no dependen de mí tanto, me doy cuenta que no estoy más realizada que antes. Para mí la "realización" es para toda persona, no sólo para las mujeres, y está muy relacionada con la capacidad de donación, de hacer las cosas pensando en que los demás puedan beneficiarse.
Tan importante me parece el arquitecto como el barrendero, el médico como el albañil, el cartero como el sacerdote,..., porque todos son personas, iguales unas a otras, con la posibilidad de hacer sus trabajos en bien de los demás.
Y para poder realizar un trabajo lleno de ese espíritu de donación, me parece imprescindible vivir un encuentro personal y constante con Jesucristo.
Cuando no vivimos la vida, lo que somos como lo que hacemos, pendientes de Él, teniendo siempre presente lo que haría si estuviese en nuestro lugar, me parece que es casi imposible practicar la donación. Es cierto que siempre nos encontramos con personas muy buenas, pero creo que, aunque ellas no sean conscientes, es Dios quien las ha "tocado" de un modo especial, por el bien de quienes les rodeen a lo largo de su caminar por esta vida.
Yo pido a Dios que me ayude a no olvidar nunca todo esto, pues acabaría siendo una amargada, que viviría siempre haciendo sólo aquello que le remuneraran satisfactoriamente, que buscaría salir siempre beneficiada, sin pensar en el perjuicio que podía causar a los demás, que no haría nada que le reportase sufrimiento añadido, ...
Me gustaría gastarme y desgastarme por amor en cada instante de mi vida, como hizo Jesucristo, mientras compartió con los hombres el mismo caminar que debemos recorrer hasta el día en que lleguemos a nuestra verdadera patria, el Cielo.
Unida a todos en Cristo, me despido
Por la Biblia se piensa que el tener que trabajar fue el castigo que recibieron nuestros primeros padres por desobedecer a Dios.
¿Es que antes no tenían que trabajar?
Yo pienso que trabajo sería para ellos recoger los frutos de los árboles, para alimentarse ¿no?
Pero, a partir del pecado, debió de serles muy costoso hasta las cosas más normales. Admito que puedo estar equivocada.
Hay trabajos que cansan físicamente, trabajos que lo hacen intelectualmente; trabajos bien remunerados, trabajos mal pagados;trabajos tenidos por muy respetables, trabajos despreciados; ....
Para mí, todo trabajo es importante y respetble en tanto en cuanto se hace lo mejor que se puede, pensando en los demás, poniendo siempre como medida adecuada para ejecutarlo el amor.
Con cincuentaidos años, la mayor parte de ellos he trabajado en mi hogar, siendo esposa, madre y ama de casa. Para muchos, o debiera decir "muchas" eso no es trabajar sino perder el tiempo tontamente. Dedicarse a ello es no realizarse como mujer.
Y yo, me he sentido siempre muy mujer.
Y, ahora, desde hace tres años, que estoy trabajando como maestra de Religión, porque mis hijos no dependen de mí tanto, me doy cuenta que no estoy más realizada que antes. Para mí la "realización" es para toda persona, no sólo para las mujeres, y está muy relacionada con la capacidad de donación, de hacer las cosas pensando en que los demás puedan beneficiarse.
Tan importante me parece el arquitecto como el barrendero, el médico como el albañil, el cartero como el sacerdote,..., porque todos son personas, iguales unas a otras, con la posibilidad de hacer sus trabajos en bien de los demás.
Y para poder realizar un trabajo lleno de ese espíritu de donación, me parece imprescindible vivir un encuentro personal y constante con Jesucristo.
Cuando no vivimos la vida, lo que somos como lo que hacemos, pendientes de Él, teniendo siempre presente lo que haría si estuviese en nuestro lugar, me parece que es casi imposible practicar la donación. Es cierto que siempre nos encontramos con personas muy buenas, pero creo que, aunque ellas no sean conscientes, es Dios quien las ha "tocado" de un modo especial, por el bien de quienes les rodeen a lo largo de su caminar por esta vida.
Yo pido a Dios que me ayude a no olvidar nunca todo esto, pues acabaría siendo una amargada, que viviría siempre haciendo sólo aquello que le remuneraran satisfactoriamente, que buscaría salir siempre beneficiada, sin pensar en el perjuicio que podía causar a los demás, que no haría nada que le reportase sufrimiento añadido, ...
Me gustaría gastarme y desgastarme por amor en cada instante de mi vida, como hizo Jesucristo, mientras compartió con los hombres el mismo caminar que debemos recorrer hasta el día en que lleguemos a nuestra verdadera patria, el Cielo.
Unida a todos en Cristo, me despido
jueves, 24 de junio de 2010
Conocernos
Hoy he conocido a la maestra de Religión a la que he sustituido unos cinco meses, aproximadamente. Bueno, nos hemos conocido "físicamente", pues por teléfono ya éramos viehas conocidas.
Estas palabras quieren ser un homenaje a esta buena mujer, católica, entregada a la evangelización entre los niños de la escuela y también entre los compañeros. ¡Todos la quieren! y hoy, que venía a despedirse definitivamente, debido a la jubilación, ha causado en mi una buenísima impresión. Me considero privilegiada por haberla conocido en persona. Y ella ha estado cariñosísima conmigo.
Ella, llevada por su buen corazón y fiada de las cosas que le han dicho los compañeros de mí (todo exageraciones, por cierto), está convencida de que seré la que ocupe su puesto y ha estado dándome consejos, me ha enseñado todo el material didáctico que hay en el aula que he podido compartir con ella durante un tiempo, en definitiva, ha querido darme el "testigo"
Yo sé que quedarme en ese coñegio es casi imposible, pues no tengo puntos ya que sólo hace tres años comencé a trabajar. Pero, eso no me importa, porque Dios siempre me da lo que necesito, lo mejor.
Pero todo esto viene a cuenta de lo importante que es conocer personas buenas, amantes de Dios, seguidoras de Jesucristo y confiadas en la fuerza del Espíritu Santo.
Y por eso, hoy quiero aprovechar para agradecer a Dios por todas las personas que ha puesto en mi camino y por las que pondrá.
¿Qué sería de mí sin todas ellas? Me han ayudado tanto siempre, no sólo en el plano material sino en el espiritual, que considero el más importante,...
Y me han sacado de mi egoismo natural, ya que me han acercado a la Oración constante, ya que no tiene ningún sentido conocer personas si no se las incluye en las oraciones de cada día.
"Conocernos", es lo más maravilloso que nos puede pasar; a fondo, con todas las consecuencias, en los buenos momentos como en los malos,...
"Conocernos", saliendo de nosotros mismos para amarlos en Cristo, como sólo Él sabe hacer.
"Conocernos", viviendo en la donación completa.
¡Qué bueno es Dios que nos quiere unidos!
Estas palabras quieren ser un homenaje a esta buena mujer, católica, entregada a la evangelización entre los niños de la escuela y también entre los compañeros. ¡Todos la quieren! y hoy, que venía a despedirse definitivamente, debido a la jubilación, ha causado en mi una buenísima impresión. Me considero privilegiada por haberla conocido en persona. Y ella ha estado cariñosísima conmigo.
Ella, llevada por su buen corazón y fiada de las cosas que le han dicho los compañeros de mí (todo exageraciones, por cierto), está convencida de que seré la que ocupe su puesto y ha estado dándome consejos, me ha enseñado todo el material didáctico que hay en el aula que he podido compartir con ella durante un tiempo, en definitiva, ha querido darme el "testigo"
Yo sé que quedarme en ese coñegio es casi imposible, pues no tengo puntos ya que sólo hace tres años comencé a trabajar. Pero, eso no me importa, porque Dios siempre me da lo que necesito, lo mejor.
Pero todo esto viene a cuenta de lo importante que es conocer personas buenas, amantes de Dios, seguidoras de Jesucristo y confiadas en la fuerza del Espíritu Santo.
Y por eso, hoy quiero aprovechar para agradecer a Dios por todas las personas que ha puesto en mi camino y por las que pondrá.
¿Qué sería de mí sin todas ellas? Me han ayudado tanto siempre, no sólo en el plano material sino en el espiritual, que considero el más importante,...
Y me han sacado de mi egoismo natural, ya que me han acercado a la Oración constante, ya que no tiene ningún sentido conocer personas si no se las incluye en las oraciones de cada día.
"Conocernos", es lo más maravilloso que nos puede pasar; a fondo, con todas las consecuencias, en los buenos momentos como en los malos,...
"Conocernos", saliendo de nosotros mismos para amarlos en Cristo, como sólo Él sabe hacer.
"Conocernos", viviendo en la donación completa.
¡Qué bueno es Dios que nos quiere unidos!
miércoles, 23 de junio de 2010
Imposible ser perfecta
Queridos amigos, la Paz.
Hoy, en el colegio en el que estoy sustituyendo a la maestra de Religión que está enferma, precisamente por ser sustituta no tengo nada que hacer.Mañana ya no hay alumnos, y yo tengo terror a no tener que hacer nada.
Por eso me he ofrecido a los compañeros, para lo que necesiten. ¡Hoy mismo me han dado trabajo! ¡Gracias a Dios!
La cosa era muy sencilla: escribir el nombre de los libros para el curso próximo, con el famoso ISBN (que para quien no lo sepa, son una serie de númeritos inacabable, con los que es seguro que el libro es el que pides L editorial)
Mis padres, especialmente mi padre, me educaron en la búsqueda de la perfección, en el buen hacer "siempre" en todo aquello que iniciara.
Bueno, pues eso ha estado muy marcado en mi personalidad, y al crecer seguí empeñada en ser perfecta.
Gracias a Dios, la Iglesia me propuso un camino adecuado para poder llegar a tener fe algún día, y lo priemro que aprendí fue que Dios me quería tal y como era.
¡Qué descanso escuchar aquello! Para mí era impensable que alguien me quisiera cuando me equivocaba y no hacía lo que se esperaba de mí.
La verdad es que me costó aceptar mi pobreza, mi incompetencia en tantos campos, mi mal hacer continuo; pero Dios siempre ha ido a mi paso y no me ha forzado a "correr" para nada.
Hoy, con algunas caídas, como es de esperar, acepto lo que soy, no me desmorono cuando lo que estoy haciendo me sale mal y hay que repetirlo, ...
Bien, pues volviendo al trabajo que me han mandado hoy, queriendo estar muy atenta, para no equivocarme en los números, en los nombres de las editoriales, en los títulos de los libros, no he hecho más que equivocarme todo el rato.
¡Bendito tipex, que ha hecho desaparecer las mil y una equivocaciones!
Mañana, cuando llegue al colegio y me presente para acabar el trabajo, no sé si me admitirán esta vez. Pero estoy contenta, pues me sigo queriendo todavía y seguiré poniendo los cinco sentidos para hacerlo mejor, si me dejan.
Equivocarse es una esperiencia muy buena, pues lleva a la humildad. Poder reconocer que sólo Dios no se equivoca jamás, ayuda a vivir en paz.
¡Ánimo, no tengáis miedo al ridículo! ¡La puerta del Cielo tiene el tamaño ideal para pasar agachadito!
Hoy, en el colegio en el que estoy sustituyendo a la maestra de Religión que está enferma, precisamente por ser sustituta no tengo nada que hacer.Mañana ya no hay alumnos, y yo tengo terror a no tener que hacer nada.
Por eso me he ofrecido a los compañeros, para lo que necesiten. ¡Hoy mismo me han dado trabajo! ¡Gracias a Dios!
La cosa era muy sencilla: escribir el nombre de los libros para el curso próximo, con el famoso ISBN (que para quien no lo sepa, son una serie de númeritos inacabable, con los que es seguro que el libro es el que pides L editorial)
Mis padres, especialmente mi padre, me educaron en la búsqueda de la perfección, en el buen hacer "siempre" en todo aquello que iniciara.
Bueno, pues eso ha estado muy marcado en mi personalidad, y al crecer seguí empeñada en ser perfecta.
Gracias a Dios, la Iglesia me propuso un camino adecuado para poder llegar a tener fe algún día, y lo priemro que aprendí fue que Dios me quería tal y como era.
¡Qué descanso escuchar aquello! Para mí era impensable que alguien me quisiera cuando me equivocaba y no hacía lo que se esperaba de mí.
La verdad es que me costó aceptar mi pobreza, mi incompetencia en tantos campos, mi mal hacer continuo; pero Dios siempre ha ido a mi paso y no me ha forzado a "correr" para nada.
Hoy, con algunas caídas, como es de esperar, acepto lo que soy, no me desmorono cuando lo que estoy haciendo me sale mal y hay que repetirlo, ...
Bien, pues volviendo al trabajo que me han mandado hoy, queriendo estar muy atenta, para no equivocarme en los números, en los nombres de las editoriales, en los títulos de los libros, no he hecho más que equivocarme todo el rato.
¡Bendito tipex, que ha hecho desaparecer las mil y una equivocaciones!
Mañana, cuando llegue al colegio y me presente para acabar el trabajo, no sé si me admitirán esta vez. Pero estoy contenta, pues me sigo queriendo todavía y seguiré poniendo los cinco sentidos para hacerlo mejor, si me dejan.
Equivocarse es una esperiencia muy buena, pues lleva a la humildad. Poder reconocer que sólo Dios no se equivoca jamás, ayuda a vivir en paz.
¡Ánimo, no tengáis miedo al ridículo! ¡La puerta del Cielo tiene el tamaño ideal para pasar agachadito!
martes, 22 de junio de 2010
CAMINANDO
Me llamo Mari Carmen Fliquete García y tengo 52 años recién cumplidos. Soy católica. Esposa y madre. Ama de casa y maestra de Religión.
Hace días que tengo este blog. Soy novata en ésto. Me lo ha hecho (o como se diga) mi cuñado Jose y me ha animado a escribir cuando quiera. Pero, tengo miedo. ¿A quién le interesa lo que yo escribo?
Me gustaría que mis amigos entraran y leyeran estas cosas, las que vayan saliendo del fondo del corazón. Pero, es tan arriesgado y puede ser tan improductivo, ...
En fin, tendré que hacerme el ánimo, ¿no?
Hace unos días he sido abuela por sexta vez. Ha sido un niño y se llama Pablo. Aunque les dio un pequeño susto a sus papás (David, mi yerno, y María, mi hija), ya está en su casa y está muy bien.
Cada nuevo nieto me ha hecho recapacitar mucho. Es muy importante ser una buena abuela. Y, ¿cómo lograrlo? Espero que Dios me ilumine para no pasarme jamás en mis atribuciones.
Ni he de ser una consentidora ni una "bruja", seca, lejana, .... Como en todas las cosas, lo mejor es el término medio.
Y, ante todo, no olvidar jamás que son sus padres los que educarán y yo no deberé jamás maleducar. Eso es lo que trae el falso afecto, que buscas que tus nietos te quieran más a tí, porque les consientes todo. Y si los padres son como deben de ser, te pararán los pies y no te dejarán que te quedes nunca con ellos.
Y,además, yo más que abuela soy madre. Creo que es lo más natural. Aquellos por los que dimos la vida, nuestro hijos, siempre serán especiales. Dios se fio de los padres para que le criáramos a sus hijos. Y esa unión especial que nace entre hijo y madre, desde el momento en que descubres que estás embarazada, no se borrará jamás.
En definitiva, doy gracias a Dios, porque se fio y me dejó ser madre. Creo que, como mujer, es la experiencia más hermosa que he vivido jamás. Y como madre, lo más importante, lo primero, ha sido la oración diaria por mis hijos. Y, después, sabiendo que son más hijos de Dios que míos, saber dejarles volar, cuando llega el momento.
Bueno, esto es todo. Yo sigo caminando.
Hace días que tengo este blog. Soy novata en ésto. Me lo ha hecho (o como se diga) mi cuñado Jose y me ha animado a escribir cuando quiera. Pero, tengo miedo. ¿A quién le interesa lo que yo escribo?
Me gustaría que mis amigos entraran y leyeran estas cosas, las que vayan saliendo del fondo del corazón. Pero, es tan arriesgado y puede ser tan improductivo, ...
En fin, tendré que hacerme el ánimo, ¿no?
Hace unos días he sido abuela por sexta vez. Ha sido un niño y se llama Pablo. Aunque les dio un pequeño susto a sus papás (David, mi yerno, y María, mi hija), ya está en su casa y está muy bien.
Cada nuevo nieto me ha hecho recapacitar mucho. Es muy importante ser una buena abuela. Y, ¿cómo lograrlo? Espero que Dios me ilumine para no pasarme jamás en mis atribuciones.
Ni he de ser una consentidora ni una "bruja", seca, lejana, .... Como en todas las cosas, lo mejor es el término medio.
Y, ante todo, no olvidar jamás que son sus padres los que educarán y yo no deberé jamás maleducar. Eso es lo que trae el falso afecto, que buscas que tus nietos te quieran más a tí, porque les consientes todo. Y si los padres son como deben de ser, te pararán los pies y no te dejarán que te quedes nunca con ellos.
Y,además, yo más que abuela soy madre. Creo que es lo más natural. Aquellos por los que dimos la vida, nuestro hijos, siempre serán especiales. Dios se fio de los padres para que le criáramos a sus hijos. Y esa unión especial que nace entre hijo y madre, desde el momento en que descubres que estás embarazada, no se borrará jamás.
En definitiva, doy gracias a Dios, porque se fio y me dejó ser madre. Creo que, como mujer, es la experiencia más hermosa que he vivido jamás. Y como madre, lo más importante, lo primero, ha sido la oración diaria por mis hijos. Y, después, sabiendo que son más hijos de Dios que míos, saber dejarles volar, cuando llega el momento.
Bueno, esto es todo. Yo sigo caminando.
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