Yo soy una de esas que toda la vida me he querido salir con la mía. Síntoma inquívoco de lo egoista que soy.
Pero hoy voy a contar una historia. Esta vez no es algo personal, propio, pero sí de alguien muy allegado a mí. Sin nombres, ¿vale?
Se de alguien, ya mayor (unos ochenta años) que toda su vida ha hecho su voluntad prácticamente en todo. Ha tenido subyugados a los de su alrededor, y sólo con una mirada los ha atemorizado. No le ha hecho falta pegar un golpe en la mesa, sino que el golpe de su mirada enfurecida era suficiente para conseguir lo que quería.
Es cierto que se le ha querido mucho, a veces, demasiado, hasta el punto de tenerle como un "ídolo" a seguir.
Pues como el tiempo no pasa en valde, también está sufriendo el desgaste propio de la edad. Y no sólo eso, sino que además Dios le está probando seriamente en la salud.
Pero, ¡qué difícil dejar de ser lo que siempre se ha sido!
No reconoce su debilidad, aunque sólo en lo que no le interesa. Cuando la cosa se trata de algo en lo que ha de parecer fuerte, lo "aparenta".
Y su historia de ahora mismo, es que, después de que las personas que le quieren de verdad, han luchado para que no le renueven el permiso de conducir (no porque les parezca ya mayor, ¡ni mucho menos! Sólo porque lleva a cuestas un ictus, un desarreglo cardiáco, que le tiene pegado a un marcapasos de por vida, varios desvanecimientos, ...), por fin, se lo han renovado.
Una que yo me se, ya completamente tranquila por saber que ha hecho lo que debía, cuando le ha enseñado el nuevo carnet, le ha dicho que no se alegraba nada de nada.
Y que era una pena que se pensase que se lo daban porque le veían apto, pue se lo han dado porque es un contribuyente más, del que sacarán tajada cada cierto tiempo.
Y, no le hadicho que nadie de su familia se va a subir a su coche, mientras conduzca él.
Al fin de todo, como en todas las cosas, siempre prima el dinero. El dinero mueve el mundo, a todos los niveles; y anadie le importa que a alguna persona enferma le de un desvanecimiento, por ejemplo, y se pegue un tortazo con el coche, y no sólo repercuta en él, sino que se pueda llevar por delante la vida de personas ajenas e inocentes
Es un blog nuevo, por tanto viene con frescura, lleno de sinceridad, con comentarios llenos de vida, sin intención de convencer a nadie, pero sí de hacer pensar.
martes, 9 de octubre de 2012
De los que no me acuerdo
Este fin de semana mi marido y yo hemos estado de hotel con spa en Calpe. Nos lo hemos pasado muy bien gozando juntos de algo que nos gusta, el spa. Nuestros hijos, que nos quieren muchísimo (y sus respectivos cónyuges, por supuesto), nos lo regalaron como regalo de Reyes Magos.
Parece que los problemas desaparecen o, al menos, quedan aparcados por algún tiempo. Es un dedicarse a nosotros mismos, sin casi pensar en nadie más. Y lo mejor es vivirlo con agradecimiento a nuestros hijos y a Dios, que les sugiere el mejor regalo.
La vuelta no se hace con tristeza porque ya se haya acabado "la buena vida", por lo menos para mi, pues lo bonito de ella es que, tanto los malos como los buenos momentos llegan y pasan, dejándonos una experiencia que nos servirá más adelante, o quizá no,..., pero ahí queda almacenada en nuestro cerebro por mucho tiempo.
Hemos optado por volver por la carretera nacional (a la ida fuimos por la autopista de pago, que no sé qué nombre tiene), y no había casi coches que llevaran nuestro camino.
La conversación era amena, comentarios sobre lo bien que lo habíamos pasado, los deseos de repetirlo, ... Pero ha habido un momento en que yo he sentido una gran tristeza.
En un trecho del camino había chicas en la cuneta, solas, esperando a que alguien requiriera sus "servicios". Estaban arregladas para llamar la atención, aunque no muy destapadas, ya que el tiempo era un poco desapacible.
Verlas a ellas y pensar la vida tan buena que Dios me está regalando ha sido todo uno. Y de ahí, me han venido a la cabeza otras muchas personas que viven en el mundo en este tiempo, como yo, y que jamás gozarán de tantos beneficios como me está regalando Dios.
¿Pensar que Dios es injusto? En algún tiempo lo hubiera pensado. Pero injustos sólo somos los hombres. Y el que hayan tantísimas personas que deban venderse, mendigar, robar, sufrir enfermedades por falta de medios, ..., y un sinfín de cosas más, no es culpa de Dios, en absoluto, sino nuestra.
Cuando somos "del montón" de los humanos, solemos tener ideales altruistas. Crremos que si estuviéramos nosotros en el poder, seríamos ecuánimes y a nadie le faltaría de nada. Nos vemos gobernando el mundo entero y ofreciendo nuestra vida por los demás y su bienestar.
Lo malo es que, cuando tenemos poder, nos olvidamos de los demás para acumular y enriquecernos con lo que sea.
Aquello de "yo, mi, me, conmigo" que aprendimos en Lengua algunos de nosotros (que ya somos de otro siglo y bien pasaditos), se cumple a la perfección. Lo aprendimos muy bien; aunque los más jóvenes también saben ejercerlo sin haber tenido que estudiarlo (la Lengua se ha convertido en "Castellano", y las famosas reglas de ortografía, al menos algunas, nos las quieren cambiar, para adecuarlas "a los tiempos que vivimos", ¡eso dicen!)
Creo firmemente que el poder cambia a los hombres. Y el ejemplo no hace falta que lo busque lejos de mi, porque hay veces que aprovechando mi posición de madre, ama de casa, catequista, ..., y últimamente, maestra, me necanta tener sometidos a mi a los que se ven en desventaja ante mi, generalmente por su edad, por los lazos que les unen a mi, etc.
Creo que debería rezar más por los que sufren mi "despotismo", y también por los que sufren mi "pasotismo" y despreocupación, como esas pobres chicas que, probablemente también por la crisis, tendrán que esforzarse más en la búsqueda de "clientes".
Pido a Dios que transforme mi corazón egoista por uno de carne que pueda donarse, de la manera que sea, en favor de los demás, que sufren hambre y sed, no sólo de alimentos y agua, sino de amor, especialmente. ¡Os agradecería que os uniérais a mi oración. Yo rezaré por esta intención por vosotros.
Parece que los problemas desaparecen o, al menos, quedan aparcados por algún tiempo. Es un dedicarse a nosotros mismos, sin casi pensar en nadie más. Y lo mejor es vivirlo con agradecimiento a nuestros hijos y a Dios, que les sugiere el mejor regalo.
La vuelta no se hace con tristeza porque ya se haya acabado "la buena vida", por lo menos para mi, pues lo bonito de ella es que, tanto los malos como los buenos momentos llegan y pasan, dejándonos una experiencia que nos servirá más adelante, o quizá no,..., pero ahí queda almacenada en nuestro cerebro por mucho tiempo.
Hemos optado por volver por la carretera nacional (a la ida fuimos por la autopista de pago, que no sé qué nombre tiene), y no había casi coches que llevaran nuestro camino.
La conversación era amena, comentarios sobre lo bien que lo habíamos pasado, los deseos de repetirlo, ... Pero ha habido un momento en que yo he sentido una gran tristeza.
En un trecho del camino había chicas en la cuneta, solas, esperando a que alguien requiriera sus "servicios". Estaban arregladas para llamar la atención, aunque no muy destapadas, ya que el tiempo era un poco desapacible.
Verlas a ellas y pensar la vida tan buena que Dios me está regalando ha sido todo uno. Y de ahí, me han venido a la cabeza otras muchas personas que viven en el mundo en este tiempo, como yo, y que jamás gozarán de tantos beneficios como me está regalando Dios.
¿Pensar que Dios es injusto? En algún tiempo lo hubiera pensado. Pero injustos sólo somos los hombres. Y el que hayan tantísimas personas que deban venderse, mendigar, robar, sufrir enfermedades por falta de medios, ..., y un sinfín de cosas más, no es culpa de Dios, en absoluto, sino nuestra.
Cuando somos "del montón" de los humanos, solemos tener ideales altruistas. Crremos que si estuviéramos nosotros en el poder, seríamos ecuánimes y a nadie le faltaría de nada. Nos vemos gobernando el mundo entero y ofreciendo nuestra vida por los demás y su bienestar.
Lo malo es que, cuando tenemos poder, nos olvidamos de los demás para acumular y enriquecernos con lo que sea.
Aquello de "yo, mi, me, conmigo" que aprendimos en Lengua algunos de nosotros (que ya somos de otro siglo y bien pasaditos), se cumple a la perfección. Lo aprendimos muy bien; aunque los más jóvenes también saben ejercerlo sin haber tenido que estudiarlo (la Lengua se ha convertido en "Castellano", y las famosas reglas de ortografía, al menos algunas, nos las quieren cambiar, para adecuarlas "a los tiempos que vivimos", ¡eso dicen!)
Creo firmemente que el poder cambia a los hombres. Y el ejemplo no hace falta que lo busque lejos de mi, porque hay veces que aprovechando mi posición de madre, ama de casa, catequista, ..., y últimamente, maestra, me necanta tener sometidos a mi a los que se ven en desventaja ante mi, generalmente por su edad, por los lazos que les unen a mi, etc.
Creo que debería rezar más por los que sufren mi "despotismo", y también por los que sufren mi "pasotismo" y despreocupación, como esas pobres chicas que, probablemente también por la crisis, tendrán que esforzarse más en la búsqueda de "clientes".
Pido a Dios que transforme mi corazón egoista por uno de carne que pueda donarse, de la manera que sea, en favor de los demás, que sufren hambre y sed, no sólo de alimentos y agua, sino de amor, especialmente. ¡Os agradecería que os uniérais a mi oración. Yo rezaré por esta intención por vosotros.
Cuando no se puede ver la realidad
Tengo yo un conocido al que quiero mucho, pues nos relaciona la Fe en Jesucristo, que ya tiene más de ochenta años. Siempre ha gozado de excelente salud, hasta que empezaron los achaques. Pero, la verdad es que no se podía quejar, ya que le llegaron ya bastante mayor, cuando somos algunos que llevamos tiempo "renqueando" con nuestra salud y mucho antes en la edad que él.
Cuando su vida se vio sacudida de improviso por la primera cosa "seria" en cuanto a la salud, se quedó atónito y no entendía que habiendo estado tan bien, le hubiera pasado algo de ese estilo. Los demás lo vimos algo muy natural, pues ya nos parecía raro que siempre hubiera estado como una "lechuga", en comparación a los otros de su edad, que ya caminaban de mal en peor.
Sus peticiones a Dios vienen siendo "monotemáticas" desde que la salud se fue transformando en enfermedad trás enfermedad. Le pide, con insistencia, con una "fe" ciega, con la esperanza de ser escuchado y atendido, que se vea libre de esa mala salud, para poder vivir mejor.
Y de ahí, no hay manera de sacarlo. No sé si no quiere o no puede ver la realidad, quizá sea esto segundo. Pero aún sigue pensando que, si Dios quiere, podrá recuperarse y sentirse como antes, fuerte, dispuesto a hacer cualquier favor por los demás (llevarles en coche a los sitios, ayudarles en alguna "cosilla" de sus casas, salir y hacer una compra para toda la semana, ...)
A mi, cada vez que lo veo, se me destroza el corazón, pues si le ha salido "alguna tecla más", propia de su edad, te lo dice como si fuera el final. Él se pregunta y se responde, ya que el oyente ya no sabe qué decirle, pues no escucha. "¡A ver si Dios me quita "ésto" y me voy encontrando cada vez mejor!"
Espero que Dios me ayude, en caso que llegara a una edad como la suya, a no perder de vista que tanto la "carrocería" como el "motor" no tienen una duración "eterna" (y, gracias a
Cuando su vida se vio sacudida de improviso por la primera cosa "seria" en cuanto a la salud, se quedó atónito y no entendía que habiendo estado tan bien, le hubiera pasado algo de ese estilo. Los demás lo vimos algo muy natural, pues ya nos parecía raro que siempre hubiera estado como una "lechuga", en comparación a los otros de su edad, que ya caminaban de mal en peor.
Sus peticiones a Dios vienen siendo "monotemáticas" desde que la salud se fue transformando en enfermedad trás enfermedad. Le pide, con insistencia, con una "fe" ciega, con la esperanza de ser escuchado y atendido, que se vea libre de esa mala salud, para poder vivir mejor.
Y de ahí, no hay manera de sacarlo. No sé si no quiere o no puede ver la realidad, quizá sea esto segundo. Pero aún sigue pensando que, si Dios quiere, podrá recuperarse y sentirse como antes, fuerte, dispuesto a hacer cualquier favor por los demás (llevarles en coche a los sitios, ayudarles en alguna "cosilla" de sus casas, salir y hacer una compra para toda la semana, ...)
A mi, cada vez que lo veo, se me destroza el corazón, pues si le ha salido "alguna tecla más", propia de su edad, te lo dice como si fuera el final. Él se pregunta y se responde, ya que el oyente ya no sabe qué decirle, pues no escucha. "¡A ver si Dios me quita "ésto" y me voy encontrando cada vez mejor!"
Espero que Dios me ayude, en caso que llegara a una edad como la suya, a no perder de vista que tanto la "carrocería" como el "motor" no tienen una duración "eterna" (y, gracias a
ECHAR LAS REDES A LA DERECHA DE LA BARCA
DIOS SE FIJÓ EN MI Y ME LLAMÓ PARA FORMAR PARTE DE LOS DISCÍPULOS DE JESÚS.
ÉL, COMO A ELLOS, ME BENDIJO, Y ME INVITÓ A SEGUIRLE. Y, EN SUMA DEBILIDAD, VENGO CAMINANDO DETRÁS DE ÉL, ESPERANDO EL DÍA EN QUE LO VEA, DE CARNE Y HUESO, CARA A CARA.
Y, A PESAR DE ESTAR SIEMPRE PRESENTE A MI LADO, EN MUCHÍSIMAS OCASIONES NO LO RECONOZCO.
ME HA DADO TODO LO NECESARIO PARA ALCANZAR LA SANTIDAD, PARA LLEVAR EL NOMBRE DE CRISTIANA Y VIVIR COMO ÉL VIVIÓ.
EN UNA OCASIÓN ME DIJO QUE SI PONÍA EL “UNO”, ÉL ME REGALARÍA EL “CIENTO”. PERO, CLARO ESTÁ, INCLUSO PARA DAR EL “UNO”, SIEMPRE HA TENIDO QUE ESTAR AYUDÁNDOME CON LA FUERZA DE SU ESPÍRITU SANTO, PARA QUE EN CONTADAS OCASIONES, HAYA PODIDO DONARME.
EN FIN, TODO ESTO VIENE PORQUE AL VER A LOS APÓSTOLES PESCANDO, SIN ÉXITO ALGUNO, ME SIENTO MUY REFLEJADA EN ELLOS, PUES MI ORGULLO, MI EGOISMO, MI AFÁN DE SER POR ENCIMA DE LOS DEMÁS,…, Y, SOBRE TODO MI INCREDULIDAD, ME APARTAN DE LAS OBRAS DE VIDA ETERNA.
Y JESÚS, SIEMPRE OLVIDANDO CÓMO SOY, MEJOR DICHO, AMÁNDOME HAGA LO QUE HAGA, ME DICE TAMBIÉN QUE ECHE LAS REDES A LA DERECHA DE LA BARCA.
Y ME HA VENIDO A LA MEMORIA EL CREDO, EN ESE ARTÍCULO EN EL QUE DICE QUE JESÚS ESTÁ EN EL CIELO, A LA DERECHA DE DIOS PADRE.
Y ASÍ, CON UN SOPLO DE SU ESPÍRITU, ME ABRE EL ENTENDIMIENTO Y ME INDICA DÓNDE DEBO YO “PESCAR”
ÉL ES EL LAGO Y EL LUGAR EXACTO EN EL QUE PUEDO PESCAR. ¿PERO, QUÉ ES LO QUE ENCONTRARÉ?
JESÚS LES PIDE UN PESCADO PARA ASARLO EN LAS BRASAS QUE HA PREPARADO, MIENTRAS SUS DISCÍPULOS REGRESABAN A LA ORILLA. TIENE TAMBIÉN UN PAN.
LO QUE ENCONTRARÉ SERÁ, EN PRIMER LUGAR, SU PROPIO CUERPO, EN FORMA DE PAN, QUE SE ENTREGA CADA DÍA EN LA MESA DEL BANQUETE, EN LA EUCARISTÍA.
QUEDARÉ SACIADA, YA QUE ÉL ES EL ÚNICO PAN DE VIDA. EN LAS CAÍDAS, ME AYUDARÁ A LEVANTARME Y A ACUDIR AL PERDÓN QUE, DIOS SU PADRE, ME REGALA GRATUITAMENTE.
EL CAMINO SERÁ LLEVADERO, PORQUE ESE PAN YA SUFRIÓ POR MI EN EL CALVARIO, DÁNDOME A GUSTAR EL SENTIDO BUENO DEL SUFRIMIENTO.
Y, EN SEGUNDO LUGAR, ME HARÁ PEZ, QUE PUEDE ALIMENTAR EL HAMBRE DEL MUNDO ENTERO, ESPECIALMENTE EL HAMBRE DE AMOR.
PORQUE EL PEZ ES LA IMAGEN DEL CRISTIANO; COMO ÉL PUEDE VIVIR EN MEDIO DE LAS AGUAS DE LA MUERTE.
YO QUIERO SER ESE PEZ, UNO MUY PEQUEÑO, QUE PASE DESAPERCIBIDO. PERO QUE, CUANDO DIOS LO NECESITE PARA SERVIR DE ALIMENTO, NO SE RESISTA Y RECUERDE QUE LA VIDA VERDADERA SÓLO SE CONSIGUE, CON LA AYUDA DEL ESPÍRITU SANTO, MURIENDO.
¡CUÁNTO ME GUSTARÍA ECHAR SIEMPRE MIS REDES A LA DERCHA DE LA BARCA!
Todo lo puedo en Aquel que me conforta
Esta es la historia de un corderito herido y enfermo. Hay
que decir también que en muchas ocasiones ha sido muy díscolo, buscando ser
feliz en cosas y situaciones que le llevaron a la muerte.
El corderito fue elegido para formar parte de un rebaño
elegido. Aprendió a caminar con los otros corderitos, dejándose llevar por su
Pastor, que siempre le llevaba por dulces prados, donde recibía el alimento
verdadero.
Un día, cayó enfermo. Aquella enfermedad era del todo
incomprensible para él y, al principio, para los corderitos que lo rodeaban.
El corderito buscaba la soledad; tenía pánico a salir del
redil, porque veía lobos rapaces que le querían devorar.
Al mismo tiempo, sin entender el por qué, deseó la muerte y,
la buscó. Pero los corderitos que estaban más cercanos a él lo protegieron,
velando por su vida.
Cuando pasaban esos momentos duros, se despreciaba, porque
las enseñanzas del Pastor habían entrado en su pobre corazón con fuerza. Y el
demonio aprovechaba su verdadero deseo de seguir los pasos de su Pastor, para
decirle que jamás podría seguir sus enseñanzas, tanto a favor propio como en el
de los demás corderitos que no conocían al verdadero Pastor.
Se encontraba dentro de un túnel curvo, en el que mientras
caminaba no se podía ver la luz. Debía seguir caminando, fiándose de los demás
corderitos que estaba a su lado y que le querían tanto, que estaban dispuestos
a caminar con él por ese oscuro túnel.
Y el tiempo fue pasando, y, por fin, apareció la luz. Y el
corderito pasó a un estado de euforia extraño, que le llevó a hacer cosas
incomprensibles, de las cuales se arrepentía tanto o más que de las que hacía
en la fase de depresión profunda.
Y hubo una segunda crisis, y todo volvió a repetirse de
nuevo. Y él, al principio, con la aparición de los síntomas, ya conocidos, en
el proceso del comienzo de su enfermedad, se rebeló. No quería aceptar recaer
una vez más.
Y el proceso, ¿para que repetirlo? Fue sucediendo de nuevo
cada uno de los pasos de la primera crisis.
Y todo pasó, pero el corderito quedó herido para siempre,
dependiendo de un remedio externo, que nada tenía que ver con el remedio que el
Pastor siempre da a los que se lo piden de corazón.
Fue duro aceptar esa nueva forma de vida. Pero, la verdad es
que fue efectiva, y el corderito siguió viviendo acompañado del resto del
rebaño. Con caídas, con sufrimientos, con dudas, … Pero con su medicación, sus
sentimientos estaban estabilizados y no le causaban ningún problema.
Pero cuando vivía en paz en su pequeño hogar, en el pequeño
redil, con su familia, apareció otro corderito. Iba y venía, según le tocaba
estar allí, o según le tocara estar en otro hogar.
Y el Pastor era el único que ayudaba a seguir adelante al
corderito, porque le confortaba. Cada vez que su naturaleza quedaba herida, Él
volvía a confortarlo y a darle el alimento necesario para poder seguir
caminando.
Pero, hubo un tiempo en que el corderito perdió la cordura.
El modo de vivir de aquel corderito, que invadía su tranquilo redil, fue
minando de nuevo su salud. Y desbarató, lloró, dejó de poder descansar ni de
noche ni de día.
Y volvió de nuevo a encontrarse dentro de ese túnel oscuro.
Y no comprendía nada, no podía ver nada. Sólo había en su mente un deseo: poder
volver a sentir la Paz, poder vivir sin que nadie se metiera en su vida, que le
impusiera cosas, situaciones, …, poder vivir en tranquilidad, porque dentro de
si sólo había una efervescencia imposible de dominar.
Y llanto, ansiedad, desesperanza, temor a la próxima vez que
volvería aquel corderito que le estaba robando la cordura.
Y todo fue solucionándose, especialmente cuando el corderito
marchó, y también con la ayuda de un nuevo aumento de medicación.
Y, ¿qué decir de la medicación? La medicación humana tiene,
a veces, grandes secuelas o, lo que es lo mismo, efectos secundarios, con los
que hay que aprender a vivir.
Lo que son o dejan de ser, sólo aquel que los conoce (quizá
por ser un corderito dedicado a la búsqueda del bienestar de los enfermos) o el
que por tomarlos, compartiendo conmigo nuestra enfermedad, sabe bien cuáles
son.
Se que el Pastor cuenta con eso y sabe el modo de suplir los
contratiempo que causan con su Amor. Porque un corderito todo lo puede por
aquel que le conforta.
Y, ahora, a penas hace dos semanas, se marchó el corderito
que vive en nuestra casa. Pero los síntomas de una nueva dura recaída, ya los
estaba sufriendo hacía semanas.
Insomnio, afán desordenado de comer chocolate, nerviosismo
interno, saltos verbales cada vez que mi integridad se veía atacada (hay
algunos corderitos, del mismo rebaño que yo, apacentados por el mismo Pastor,
amados por Él del mismo modo incondicional, …; pero yo, con este concretamente,
hay veces que no puedo, me supera, experimento que se me ataca, que se me
destruye, que se me miente, …, a veces creo que me estoy volviendo loca.
Pero, sobre todo, me afecta a mi vida espiritual. Siempre me
he sentido exigida desde niña a ser buena, a hacer las cosas mejor que nadie, …
Y eso ha quedado muy gravado en mi pobre corazoncito de corderito egoísta, que
sólo tiene deseos de vivir para sí mismo, que quiere “ser”, por encima de
todos, …
Siempre he experimentado el
efecto salvífico de la conversión; las gracias recibidas me han dado la fuerza
que no tengo para luchar contra el demonio, que está empeñado en destruirme. Mi
Pastor jamás me ha dejado sola, perdida en campos que no son Suyos, en los que
los lobos lo tienen siempre fácil para comerse a los corderitos débiles como
yo.
Pero, cuando me encuentro de nuevo en el túnel, por causa de
ese pobre corderito, que hace lo que puede, siento que estoy destruida por
dentro; que no me convierto y no puedo amar a mi enemigo; que mi Pastor me
conforta, para que pueda con todo lo que no puedo, …, pero con esto, no puedo,
de verdad.
No quiero vivir con la carga de cada nueva venida de ese
corderito, porque temo una nueva caída. Porque ahora la medicación ha sido
aumentada tanto, que paso el día como atontada, haciendo las cosas,
automáticamente, porque siempre hacer las cosas así me ha ayudado. Y ahora más
que nunca.
No quiero salir de casa, y sin embargo, todo lo puedo en
aquel que me conforta. Ayer me fui sola a comprar. Me resultó pesado, muy
pesado. Me pesaba el cuerpo, me pesaba el miedo a que me preguntaran si estaba
enferma (estuve con las gafas de sol dentro del supermercado y, aún así, alguna
de las dependientas, se dio cuenta y, lo que más temía, me preguntó)
Hoy, poder estar escribiendo esto, es un verdadero salir de
mi misma. Es cierto que siempre me ayuda poder escribir, pues si hablo, no se
decir lo que llevo dentro. Pero en estas circunstancias, el pobre corderito que
soy, sólo desea estar tumbado sin hacer nada y dejar pasar el tiempo.
Dentro de dos semanas tengo una nueva visita con mi médico.
En la anterior que pedí con urgencia, lloré, me rebelaba a lo que me decía. Ese
corderito me hace daño, no lo quiero más en mi casa.
Has podido tenerlo, has estado tranquila, has podido con
ello, … Pero, ¡he tenido dos recaídas! ¡No puedo más! ¡No puedo verla en mi
casa!
Ahora, corderito herido, es como si me dijera mi médico, no
podemos hablar de ese tema. No puedes pensar con lucidez. Toma la nueva
medicación, dejemos pasar un poco de tiempo, no te escudes en la depresión, hay
que averiguar, cuando estés bien, qué ha pasado, ten paciencia.
Y yo, que me caracterizo desde siempre por mi impaciencia,
intento vivir cada día con su carga, con su desánimo, con su desolación, …
porque no puedo vivirlo de otro modo.
Y, enseguida, … ¡soy una mala cristiana! ¿Dónde está ese corazoncito
que se supone hay dentro de mi, preparado por la sangre de Cristo, para amar a
mi enemigo, para hacerle el bien, para desearle lo mejor, para darle incluso mi
propia vida, …?
En la Penitencial del martes, hace dos semanas, casi no
podía decir alguna palabra clara, que se pudiera entender. Sólo había una cosa
que pedía con desesperación, lo recuerdo muy bien. ¡Perdóname mis pecados!
¡Perdóname, por favor! E intentaba arrodillarme, pero alguien no me dejaba y me
querían apartar del Pastor, del que necesitaba escuchar, Vete en Paz, tus
pecados quedan perdonados.
Y yo, sigo con esta carga.
Sólo me sale, cada día, a cada momento, una frase: Todo lo
puedo en Aquel que me conforta.
¿Verdad que Tú me has perdonado?
Hoy siento que hay algo nuevo dentro de mi, creo que hay una
pequeñita luz a lo lejos. Siento paz en mi corazón. Deseo estar muy cerca de mi
Pastor. Necesito respirar ese aire puro que emana, porque yo vivo un aire
viciado, que da muerte.
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