miércoles, 23 de junio de 2010

Imposible ser perfecta

Queridos amigos, la Paz.
Hoy, en el colegio en el que estoy sustituyendo a la maestra de Religión que está enferma, precisamente por ser sustituta no tengo nada que hacer.Mañana ya no hay alumnos, y yo tengo terror a no tener que hacer nada.
Por eso me he ofrecido a los compañeros, para lo que necesiten. ¡Hoy mismo me han dado trabajo! ¡Gracias a Dios!
La cosa era muy sencilla: escribir el nombre de los libros para el curso próximo, con el famoso ISBN (que para quien no lo sepa, son una serie de númeritos inacabable, con los que es seguro que el libro es el que pides L editorial)
Mis padres, especialmente mi padre, me educaron en la búsqueda de la perfección, en el buen hacer "siempre" en todo aquello que iniciara.
Bueno, pues eso ha estado muy marcado en mi personalidad, y al crecer seguí empeñada en ser perfecta.
Gracias a Dios, la Iglesia me propuso un camino adecuado para poder llegar a tener fe algún día, y lo priemro que aprendí fue que Dios me quería tal y como era.
¡Qué descanso escuchar aquello! Para mí era impensable que alguien me quisiera cuando me equivocaba y no hacía lo que se esperaba de mí.
La verdad es que me costó aceptar mi pobreza, mi incompetencia en tantos campos, mi mal hacer continuo; pero Dios siempre ha ido a mi paso y no me ha forzado a "correr" para nada.
Hoy, con algunas caídas, como es de esperar, acepto lo que soy, no me desmorono cuando lo que estoy haciendo me sale mal y hay que repetirlo, ...
Bien, pues volviendo al trabajo que me han mandado hoy, queriendo estar muy atenta, para no equivocarme en los números, en los nombres de las editoriales, en los títulos de los libros, no he hecho más que equivocarme todo el rato.
¡Bendito tipex, que ha hecho desaparecer las mil y una equivocaciones!
Mañana, cuando llegue al colegio y me presente para acabar el trabajo, no sé si me admitirán esta vez. Pero estoy contenta, pues me sigo queriendo todavía y seguiré poniendo los cinco sentidos para hacerlo mejor, si me dejan.
Equivocarse es una esperiencia muy buena, pues lleva a la humildad. Poder reconocer que sólo Dios no se equivoca jamás, ayuda a vivir en paz.
¡Ánimo, no tengáis miedo al ridículo! ¡La puerta del Cielo tiene el tamaño ideal para pasar agachadito!

2 comentarios:

  1. Me has recordado algo que decía San Bernardino de Siena (el santo de mi tesis doctoral) al hablar de la virtud de la constancia: para perseverar es necesaria la humildad de saber reconocer las caídas y el valor de saber levantarse de ellas. El orgullo y la soberbia impiden la constancia y, por ello, todo avance personal, puesto que conducen al abandono por no poder soportar el fracaso. En resumen: en contra de lo que pueda parecer, sólo los humildes consiguen las metas más altas.

    José Sáez.

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  2. Pues tienes razón, ahora que tu tipex es de treinta y tantos y no me refiero precisamente a la sala de fiesta del mismo nombre.........

    Un Beso.
    José Vte.

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