lunes, 17 de diciembre de 2012

LA ESTRELLA Y LA CRUZ

                                                    

                                       LA ESTRELLA Y LA CRUZ

         El tiempo del Adviento me parece siempre un tiempo de alegría. Porque cuando espero a alguien que me interesa, que quiero, el corazón late apresurado, esperando el momento del encuentro.
         Cada año Dios me regala una guía, una señal para caminar durante este tiempo y poderlo hacer con una esperanza renovada.
         Y este año, de nuevo Dios ha querido que mi Adviento estuviera marcado por “algo” que me mantiene, con alegría, esperando el encuentro del Niño Jesús.
         La “Estrella”, que guió a los magos hasta el portal donde, no hacía mucho, Dios nos había regalado a Su Hijo, lleno de humildad, sencillez y pobreza.
         Y he estado pensando lo errática que sería mi vida si Dios no me pusiera desde el inicio del Adviento una “Estrella” que me guíe, a mi también, hasta ver al Niño, en Belén.
         Pero la “Estrella” no es algo muy bonito en lo que se piensa y se hacen ensoñaciones, pero que, en realidad, no se ve.
         Y he estado pensando cuál es la “Estrella” que me está llevando a ese divino encuentro.
         Y, ahora, a penas hace unos días, el Espíritu Santo me ha hecho ver cuál es la “Estrella” que hay en estos momentos delante de mí, guiándome.
         El dolor, el dolor intenso físico, que llevo arrastrando desde ya hace muchos meses, y al que, a pesar de encontrarle el sentido de la purificación de mis pecados, no le veía más sentido. E, incluso, en algunos momentos, he llegado a pensar, como en el Salmo, “hasta cuando, Señor”.
         Y cuando me llega el cansancio, cuando pierdo el sentido verdadero de mi vida, …, llega la oscuridad y la nada absoluta.
         Cuando, por fin, se me han abierto los ojos y me he dado cuenta de que ese dolor es la “Estrella” que me está dirigiendo al portal, todo ha vuelto a tener sentido.
         Y también he descubierto que la “Estrella” ha de guiar siempre mi camino, no sólo en Adviento.  Siempre tengo que caminar al encuentro de ese Jesús Niño, pues Dios me quiere como Él, una niña que no se resista, que no quiera, como un bebé que en el vientre de su madre, cortara el cordón umbilical, para no depender de nadie.
         Y he entendido una gran realidad. La “estrella” es también la Cruz, en la que Jesús Hombre entregó Su vida por mí.
         También para comprender esta maravilla de Amor total, es necesario que sea una niña.
         Nunca llegaré al final del camino si no me hago como una criatura, débil, simple, necesitada de todo, y, sobre todo, necesitada de Dios.
         Sin Luz no se puede seguir caminando (la ”Estrella”) y sin Cruz tampoco.
         Pido a Dios que no deje de enviarme la guía de la Luz y de la Cruz, porque creo que no tengo otro camino para alcanzar la verdadera humildad. Sólo con ella es como podré entrar en el Cielo.