Jesucristo está en la Eucaristía, especialmente; pero también está donde hay un cristiano. Y de todos los cristianos, yo lo veo en los enfermos, especialmente en los que tienen la puerta de la muerte cerca.
Verlo en los enfermos es un don de Dios, porque mientras Él no me regaló ver a Su Hijo en ellos, la enfermedad me tiraba atrás. Cuando no tenía "más remedio" que visitar a alguien en el lecho del dolor, me quedaba muda.
Buscaba y buscaba en mi corazón las palabras adecuadas, pero nada, no había ninguna. Hasta el día, no recuerdo cuál, porque creo que Dios me lo concedió como hace siempre las cosas, suavemente, sin forzarme a nada, en que delante de un enfermo me encontré con Jesucristo y el Espíritu Santo desató mi lengua.
¿Las palabras? Pues no las sé, lo digo en serio.
Hoy he visitado a un chico joven, con toda la vida por delante, al que Dios está visitando con un cáncer, y por segunda vez. Se recuperó la primera, que no hace tanto, y de nuevo vieron los médicos que había comenzado por otro sitio.
Me enteré que estaba en el hospital ayer, y sabía que tenía que visitarlo. ¿Por qué? Pues porque era una especie de "necesidad" que venía del corazón y que desde que me he levantado no dejaba de apremiarme.
Sin embargo, tenía el espíritu agitado, tenía miedo. ¡Soy una cobarde!
¿Tendré algo que decirle? ¿Me quedaré muda? ¿Me iré con un peso en el corazón, grande como una losa que me aplastará durante mucho tiempo?
Pero, a pesar de mis temores, seguía teniendo esa especie de necesidad de acercarme a él.
El camino hacia el hospital ha sido duro; iba rezando el Rosario, porque las ganas de dejarlo "para otro día" me podían. Pero, al final, he llegado delante de la puerta y, ..., he llamado.
¡Dios me estaba esperando ahí!.
Las palabras brotaban de mi corazón sin esfuerzo, el amor de Cristo salía de mí hacia él y de él hacia mí. ¡Unidos en el Amor a Cristo!
La hermosura de Cristo está en sus ojos, en sus labios, en su corazón, en su cuerpo famélico, en su falta de fuerzas. Está esperando qué es lo que Dios quiere para él. El humano temor a lo desconocido, pero puesta la esperanza en Dios.
Como Dios quiere, él es Cristo que se da, que es fuerte en Él, que se une a Dios en la oración diaria, en el rezo del Rosario, en la comunión diaria.
Me he ido en Paz. ¿A quién le puede dejar insatisfecho el estar con Cristo en el lecho de la enfermedad?
Pido a quien lea ésto una oración por este joven heróico, que espera en Dios, y que necesita la fuerza de nuestra oración para ser un mártir de Cristo, uno que alcanzará la santidad, con la fuerza del Espíritu Santo.
Amén
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