Es un blog nuevo, por tanto viene con frescura, lleno de sinceridad, con comentarios llenos de vida, sin intención de convencer a nadie, pero sí de hacer pensar.
sábado, 15 de junio de 2013
El sufrimiento. Cómo vivir con él
Tengo tres hijas embarazadas. Es un don de Dios inmenso.
La más mayor de las tres, está embarazada de su cuarto hijo. Todos esperamos que esta vez sea niña, ya que los tres son varones.
La segunda está embarazada de su tercer hijo; tiene un niño y una niña. Ya le es lo mismo que su nuevo bebé sea chico o chica.
Y la más pequeña, está embarazada de su primer hijo, después de haber tenido un aborto natural.
Conforme nos daban la noticia, cada una en cuanto se enteraba que estaba embarazada, todos, la familia entera, nos sentíamos muy felices. Para mi con estos nuevos nietos, tendré trece en total.
La más pequeña fue la primera en quedarse. Luego la más mayor y, por último, la segunda.
Pero toda la alegría que sentimos al principio se cambió en tristeza.
La que está embarazada de su primer hijo empezó a tener algún problema, no porque se encontrara mal, sino porque su bebé venía mal.
Un primer susto fue cuando sangró, como le había pasado con el primer embarazo. Pero pasó y todo parecía estar bien.
Luego, descubren los médicos una hormona mal. El bebé nacería con malformaciones. Fue la primera noticia que nos metió a todos en el sufrimiento, especialmente a mi hija y su marido.
Pero, al poco les cambiaron el diagnóstico por otro peor. El bebé era incompatible con la vida.
El día que recibieron la noticia, me preguntaron si podían venir a casa. Les dije enseguida que sí.
Yo, mientras esperaba que llegaran estuve preguntándole a Dios "por qué". Les había quitado el primer hijo y ahora, les quería quitar el segundo?
Gracias a Dios, cuando llegaron, me llenó una gran calma y los recibí en Paz.
Estuvimos hablando toda la mañana. Yo le había pedido a Dios, a parte de quejarme, que cuando llegaran hablara Él a través de mi. Porque Sus palabras son de Vida Eterna.
Poco a poco entraron en la Paz. Dios no deja de lado a quienes se acercan a Él cuando sufren.
Y pensamos pedirle a Dios un milagro. Y quién mejor que el beato Juan Pablo II?
Desde entonces lo estamos haciendo. Toda la familia y además mucha más gente. Desde Santo Domingo, pasando por Roma, Viena, y varias partes de España.
Creo firmemente en la Comunión de los Santos. Y este bebé, que es una nena, a la que sus papas han dado el nombre de Amparo, está siendo la que une a muchos hermanos que queremos que viva con sus papas, aquí en la tierra.
El nombre de Amparo fue una inspiración de su papá. Cuando supieron que era niña, él le dijo a mi hija que se llamaba Amparo, porque sería el amparo de toda la familia desde el Cielo.
Qué padre puede decir eso, con naturalidad?. Un papá que cree en Dios y que ha depositado la vida de su hija en Sus manos.
En fin, es cierto que de vez en cuando tienen sus "bajones" Quién no?
Pero, la verdad es que Amparo les está ayudando mucho. Incluso les ha dado la fuerza de volver a la Iglesia, para encontrar la fuerza que no tienen.
Dios es Amor, y con ese Amor que no se encuentra más que en Él, les está confortando.
Nos está confortando a todos; porque yo, como madre, que ha pasado también por la pérdida de una hija, Paloma, se perfectamente por dónde están pasando. Y, como madre, que no los ama como debería, quisiera quitarles ese sufrimiento y quedármelo para mi.
Mi experiencia es que el sufrimiento es lo que más me ha ayudado para madurar. Cómo puedo desear que no maduren, que no experimenten todo el Amor que Dios les tiene?
De hecho, estaba llevando una dinámica "enfermiza"
Cada vez que nos hemos juntado varias familias, y coinciden las otras dos embarazadas, o una de ellas con los papas de Amparo, no les hacía caso ni les preguntaba por el embarazo. Pensaba que si lo hacía les haría daño, porque su embarazo es complicado y se prevé un mal final.
Menos mal que se lo confesé a mi hija, y me dijo que no estaba bien lo que hacía. Que también mis otras dos hijas necesitan mi apoyo, mi cariño, mi preocupación.
Ellos mismos, cada vez que se juntan con las otras hijas embarazadas, están muy atentos, preocupándose por su estado.
Reconozco que tengo la oportunidad de aprender de mis hijos, y lo considero un verdadero regalo de Dios.
Creo que algunas veces los padres pasamos por alto lo que nos dicen nuestros hijos , pensamos que no nos pueden enseñar nada que no sepamos. Qué error!
Jamás diré que soy amiga de mis hijos. Dios me ha dado la dignidad de ser su madre. Nada qué comparar en el trato entre madre e hijos.
Los hijos, ese don inmerecido, que tantas veces despreciamos...
Pido a Dios que mis hijos sepan perdonarme todo el mal que les he hecho.
Seguiré esperando en el milagro!
Dios, como siempre, hará lo mejor.
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