He sabido, de buena fuente, que un chico, menor de edad, de los que hay pocos en estos tiempos, de esos que no se juntan con muchachos de su edad si no les merecen confianza, de esos que están bastante atentos a las necesidades de su familia, a los que siempre acuden los demás esperando encontrar consejo o ayuda, que una tarde salió (con esos amigos de su total confianza)a jugar al fútbol.
Y, cuando sus padres estaban tan tranquilos, lo ven aparecer demasiado pronto en casa, con un abatimiento muy extraño.
Va al padre y le dice que habían saltado la verja de un colegio vecino (al que algunos habían estudiado desde pequeños) con el único deseo de jugar tranquilamente al fútbol en el recinto.
Y la cosa no quedaba ahí, por eso su aflicción. Cuando es raro que por esa zona pase la policía, ya que no es nada conflictiva, mientras disfrutaban del deporte "rey", aparecieron unos policías que les mandaron salir inmediatamente, les dieron un buen rapapolvo y les pidieron los datos.
La madre lo había vivdo un poco diferente al padre. ¿Cómo lo había vivido él?, sin comentarios. Para ella, el primer pensamiento había sido que si Dios había permitido ese "pequeño descuido", ese actuar sin pensarlo dos veces, no podía salir nada malo. Ya que como Él es Su Padre, si hubiera visto que se lo tenía que impedir de algún modo, lo habría hecho.
La libertad es un bien precioso que nos ha regalado, y que debemos saber utilizar rectamente.
La respuesta de la madre fue, en ese primer momento sencilla. Había sido un acto libre, por lo que tendría que asumirlo y aprender de él muchas cosas.
Pero las madres, cuando piensan tranquilamente en las cosas de los hijos, pueden llegar a conclusiones estupendas. Y la primera, es hablarles de parte de Dios. Y sobre todo a un hijo que jamás ha metido la pata y es el primer "golpe" en el que se ve involucrado.
Más o menos, ésto es lo que le dijo.
Que Dios no le había querido evitar la caída y la responsabilidad de aceptar el error, porque, en definitiva, podía aprender mucho de ella.
Que Dios no había dejado de quererle, ya que es el que mejor lo conoce, porque es Su Padre.
Que las consecuencias las tendría que asumir él, aunque sus padres estarían detrás. que eso es lo que creían que quiere Dios de ellos.
Que Dios quería ayudarle para que, cuando se sintiese mejor que los demás, pudiese llevar a la memoria aquel hecho y reconociera que sólo Dios es perfecto.
Que precisamente le había sucedido en el comienzo de la Cuaresma; seguramente Dios lo había permitido en ese justo momento para animarle a encomendarse al Espíritu Santo, que le suplicara Su ayuda, Su consejo, Su fuerza, ..., ante las siguientes tentaciones del demonio, que estaba empeñado en alejarlo del camino de la espera de Jesucristo, muerto y resucitado por él.
Que Dios no quería que se dejara vencer por el abatimiento, que eso venía del demonio, sino que deseaba que se levantara de nuevo, quizá que acudiera al sacramento de la Penitencia, con el que Dios le ayudaría a seguir caminando con esperanza.
Y, por último, apareció la dulzura de una madre, el abrazo tierno y lleno de amor, unos besos dados y otros recibidos de parte de su hijo.
La madre me dijo que estaba muy agradecida a Dios, porque cuando ella no sabía que decir, era Él quien ponía las palabras adecuadas en su boca.
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