Ayer me dieron la noticia de que la madre de un hermano muy querido (lo llamo así porque es mucho más que amigo) había muerto. Tenía 93 años (creo recordar), y llevaba ya tiempo enferma de Alzheimer.
La conocí a la vez que conocí a su hijo y a su futura nuera. Jamás discutí con ella, y tenía relación conmigo, la normal entre los que estamos caminando juntos intentando seguir las huellas de Cristo.
Pero con quien sí tenía y ha tenido, mientras su mente ha trabajado bien, es con su nuera. Hizo lo posible para que no se celebrara la boda, pues su hijo merecía algo mucho mejor. Dios, en Su sabiduría, no encontró una mujer mejor para él.
Yo empecé a intimar con ella y siempre ha sido una de las hermanas que más me ha ayudado en mi vida. Dios se ha valido de ella muchísimas veces para decirme las cosas que necesitaba escuchar. Su apoyo ha sido siempre incondicional. Si ella me faltara, se que para mí sería una pérdida difícil de encajar.
Pues la madre de él no dudó en ningún momento en hablarme mal de ella, seguramente porque nos veía unidas. Yo siempre defendiéndola. Pero ella seguía siempre con lo mismo.
Y no se reprimía, por respeto, de decirle lo que pensaba (a su nuera), de hacerle el vacío, de juzgarla, ... La cercanía que debería haber tenido con ella, por ser la mujer de su hijo, jamás existió.
Y yo se de las tristezas, las lágrimas, el desánimo, ..., de su nuera, porque fueron, y han sido durante los años muchas, unas de las cosas de las que se desahogaba conmigo. Por supuesto, también se de los intentos, las luchas, las batallas perdidas, ..., de mi hermana querida, por poder amar a su suegra.
Y últimamente, ya hace algún tiempo, ella, su nuera, se ha desvivido de ella, haciendo cosas que son impensables, si se sabe lo que su suegra le ha hecho pasar, atendiéndola en todas sus necesidades.
Y ayer, me dijeron que se había muerto. Y dejé libre a mi mente, recordando todo el mal que había hecho a su nuera, ..., y me salió una pregunta, de la que luego me arrepentí, y le pedí perdón a Dios y a ella.
¿Una persona tan mala, dónde acabará?
Ya digo, me arrepentí enseguida, en cuanto fui capaz de mirarme a mí misma y ver que soy, ya no digo de la misma calaña, sino de una peor. Y espero en el perdón de Dios ante mis pecados, para alcanzar algún día el Cielo y estar en Su presencia siempre.
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