¡Qué cosas tiene la vida!
No hace casi nada que he escrito sobre mi tío, sobre el cambio de mi corazón hacia él, ..., y me acaba de llamar mi hermana, para decirme que mi tío ha muerto hacia las dos del medio día.
Me alegro por él, en primer lugar porque su sufrimiento era muy grande, y Dios ha querido dejarlo descansar;
Mi hermana, mientras estaba escribiendo, me ha llamado otra vez, para decirme que mi padre le había dicho que si podíamos ir al hospital, pues estaban los sobrinos de la otra familia.
Mi respuesta ha sido rápida: No me importa que estén todos y si pueden pensar que no respondemos a la situación (no sé qué opinión tienen de nosotros), el motivo por el que pensaba que debíamos ir era por nuestro padre, y mi motivo personal, para despedirme de mi tío.
Un muerto siempre será un muerto, y se le mirará como tal, siempre y cuando no se tenga ninguna relación afectiva con él. Hoy he besado a mi querido tío, al que he podido amar en Cristo, como don de Dios que, generosamente me ha regalado.
Estaba diciendo que me alegraba de que todo hubiera acabado para mi tío, aquí en la tierra, porque ha cesado su sufrimiento. También me alegro por la bondad de Dios que ha permitido que se vaya y a mi no me quede ningún resquemor hacia él. Me alegro porque mi tía estaba pasando una dura agonía. Ayer nos decía a mi hermana y a mi, que no se veía viviendo sin él. ¿Habrá entendido cuando le he dicho que ahora está más cerca de él que antes? ¿Cuánto el costará aceptar ese modo de vivir, hasta que a ella le llame también Dios?
Sólo puedo rezar por ella, y, en la medida de lo posible, siempre y cuando ella no se cierre a nuestra familia (pues de ella tampoco sentimos nunca un poquito de amor), visitarle y hablarle del Amor que Dios le tiene.
En fin, eso no depende de mi, ella ha de dejarme entrar en su corazón. El mío ya está empeñado en ella, ya ha aprendido a amarla en Cristo, que la amó tanto que murió por ella en la Cruz.
Tío, ya descansas en Paz. Intercede por mi al Padre.
Es un blog nuevo, por tanto viene con frescura, lleno de sinceridad, con comentarios llenos de vida, sin intención de convencer a nadie, pero sí de hacer pensar.
martes, 20 de diciembre de 2011
El secreto, el amor a Cristo
La última entrada al blogg me quedó un poco descorazonadora. Ante mi tío sufriente, sólo compasión, nada de afecto.
Vivir cerca de Cristo me pone en mi sitio y pone en su sitio a las demás personas, especialmente a las que está más cerca de mi.
Ayer, fue Él quien me abrió los ojos, no sólo los de la cara, sino también los del corazón, que pienso son los más importantes.
¿Cómo era posible que teniendo la oportunidad de ir al encuentro del Cristo sufriente, me quedaba en lo exterior, sin más?
Fui a visitarlo, pero de otra manera muy distinta. Cristo quería que fuera con Amor. Me preparó un corazón tierno y dulce.
Al entrar en la habitación, ¡qué mal lo vi! Pero, allí estaba el Cristo completo, dejando escapar la vida sin poner resistencia, siendo el cordero sufriente, al que sólo se le ama. Nada más cabía en mi corazón.
Sí, en Cristo, por Él y con Él, el Amor, que Él mismo me da, salía sin reserva alguna hacia mi pobre tío, que está teniendo un tránsito duro, muy duro.
Ella, mi tía, de la que creo no he dicho nada, llorando a su lado. ¡Tantos años juntos!, decía. Nunca se está preparado para la última despedida, antes de encontrarse en el Cielo, con las personas a las que amamos.
Que Dios les sostenga, a cada uno en la situación concreta que está viviendo y, que de mi sólo reciban el Amor verdadero que viene de Dios, y no se puede guardar para uno mismo.
Vivir cerca de Cristo me pone en mi sitio y pone en su sitio a las demás personas, especialmente a las que está más cerca de mi.
Ayer, fue Él quien me abrió los ojos, no sólo los de la cara, sino también los del corazón, que pienso son los más importantes.
¿Cómo era posible que teniendo la oportunidad de ir al encuentro del Cristo sufriente, me quedaba en lo exterior, sin más?
Fui a visitarlo, pero de otra manera muy distinta. Cristo quería que fuera con Amor. Me preparó un corazón tierno y dulce.
Al entrar en la habitación, ¡qué mal lo vi! Pero, allí estaba el Cristo completo, dejando escapar la vida sin poner resistencia, siendo el cordero sufriente, al que sólo se le ama. Nada más cabía en mi corazón.
Sí, en Cristo, por Él y con Él, el Amor, que Él mismo me da, salía sin reserva alguna hacia mi pobre tío, que está teniendo un tránsito duro, muy duro.
Ella, mi tía, de la que creo no he dicho nada, llorando a su lado. ¡Tantos años juntos!, decía. Nunca se está preparado para la última despedida, antes de encontrarse en el Cielo, con las personas a las que amamos.
Que Dios les sostenga, a cada uno en la situación concreta que está viviendo y, que de mi sólo reciban el Amor verdadero que viene de Dios, y no se puede guardar para uno mismo.
sábado, 17 de diciembre de 2011
El roce hace el cariño
Tengo en el hospital dos personas conocidas. Una es mi tío, el hermano mayor de mi padre, y la otra es Mari Cruz, hermana de la comunidad.
Hablaré primero de mi tío. No tiene hijos, por lo que mi hermana y yo somos la familia, después de mi padre, claro está, más cercana que tiene. El otro hermano, el mediano y mis primas hace años que dejaron de ser familia para él. ¡Como siempre, por el dinero!
Así que, cuando llegaba la Navidad, mi tío nos recordaba que nos daba las estrenas nuestras y las que les hubiera dado a mis primas.
A mí eso me hacía daño, pues era como si nos restregara por la cara su dinero. ¡Siempre ha sido así!
Recuerdo que hace años le dijo a mi padre que fuéramos a su casa, pues tenía que darnos algo. ¡Medio millón de pesetas! (fijaos si hace tiempo!)
En fin, fuera de esa excepción, no ha habido más detalles, ni siquiera una llamada para felicitarnos por nuestro cumpleaños, y eso que mi hermana es su ahijada de Bautismo.
El día de Navidad, cuando íbamos a su casa a felicitarles la Navidad a él y mi tía, era un día negro para nosotras. ¡Parecía que íbamos a mendigar! Y él, con la frasecita de siempre: Os doy lo vuestro y lo de vuestras primas.
Cuando me case, como yo digo cuando me da dinero, me soltó la "morterá" y si te he visto no me acuerdo. También cuando mis hijos se han casado se ha rascado el bolsillo.
Pero afecto, lo que se dice sentir que te quiere, jamás.
Pues desde el lunes pasado está ingresado en el hospital General, por un derrame cerebral.
La primera vez que fui con mi hermana a verlo, vi una piltrafa; él que siempre había sido un "señorito" rico, y se sentía muy bien consigo mismo.
Ayer le di la merienda por sonda nasogástrica, y, sin quererlo, le vi sus partes íntimas.
Y, cada vez que vuelvo a casa, se lo digo a mi marido: no me sale afecto, sólo compasión. Supongo que con eso, basta, pues gracias a Dios no me sale odio y cierto regustillo por verlo hecho un niño pequeño, que ni habla y puede comer solo, ni hacer sus necesidades.
Compasión, espero que eso baste.
Sin mebargo, Mari Cruz, mi hermana de la comunidad. Diría tantas cosas que estaría escribiendo horas. Bastará decir que somos hermanas , que nos amamos en Cristo y que, con esa llamada para ella y su familia, con el ataque al corazón, de parte de Dios me habla, penetra el dolor en lo más profundo del corazón, y no dejo de rezar por ella ni un solo día.
¡Qué distinto es el Amor cuando Dios lo regala suavemente!
Hablaré primero de mi tío. No tiene hijos, por lo que mi hermana y yo somos la familia, después de mi padre, claro está, más cercana que tiene. El otro hermano, el mediano y mis primas hace años que dejaron de ser familia para él. ¡Como siempre, por el dinero!
Así que, cuando llegaba la Navidad, mi tío nos recordaba que nos daba las estrenas nuestras y las que les hubiera dado a mis primas.
A mí eso me hacía daño, pues era como si nos restregara por la cara su dinero. ¡Siempre ha sido así!
Recuerdo que hace años le dijo a mi padre que fuéramos a su casa, pues tenía que darnos algo. ¡Medio millón de pesetas! (fijaos si hace tiempo!)
En fin, fuera de esa excepción, no ha habido más detalles, ni siquiera una llamada para felicitarnos por nuestro cumpleaños, y eso que mi hermana es su ahijada de Bautismo.
El día de Navidad, cuando íbamos a su casa a felicitarles la Navidad a él y mi tía, era un día negro para nosotras. ¡Parecía que íbamos a mendigar! Y él, con la frasecita de siempre: Os doy lo vuestro y lo de vuestras primas.
Cuando me case, como yo digo cuando me da dinero, me soltó la "morterá" y si te he visto no me acuerdo. También cuando mis hijos se han casado se ha rascado el bolsillo.
Pero afecto, lo que se dice sentir que te quiere, jamás.
Pues desde el lunes pasado está ingresado en el hospital General, por un derrame cerebral.
La primera vez que fui con mi hermana a verlo, vi una piltrafa; él que siempre había sido un "señorito" rico, y se sentía muy bien consigo mismo.
Ayer le di la merienda por sonda nasogástrica, y, sin quererlo, le vi sus partes íntimas.
Y, cada vez que vuelvo a casa, se lo digo a mi marido: no me sale afecto, sólo compasión. Supongo que con eso, basta, pues gracias a Dios no me sale odio y cierto regustillo por verlo hecho un niño pequeño, que ni habla y puede comer solo, ni hacer sus necesidades.
Compasión, espero que eso baste.
Sin mebargo, Mari Cruz, mi hermana de la comunidad. Diría tantas cosas que estaría escribiendo horas. Bastará decir que somos hermanas , que nos amamos en Cristo y que, con esa llamada para ella y su familia, con el ataque al corazón, de parte de Dios me habla, penetra el dolor en lo más profundo del corazón, y no dejo de rezar por ella ni un solo día.
¡Qué distinto es el Amor cuando Dios lo regala suavemente!
miércoles, 23 de noviembre de 2011
La Confirmación
La festividad, este pasado domingo, de Cristo Rey ha tenido un sentido muy especial para mí. Nuestra hija pequeña, Isabel, ha recibido el sacramento de la Confirmación.
Han sido más de dos años de preparación, junto a quince muchachos más, a los que he estado acompañando en la catequesis preparatoria. ¡Un milagro!
Sí, un milagro porque los adolescentes están muy adolescentes. Creen que están de vuelta de todo, se sienten seguros de si mismos, se "desmarcan de sus padres" porque no se sienten comprendidos, opinan de cosas sin saber, viven como si la vida fuera suya y supieran lo que les conviene, ...
Y, a la vez, se comportan como niños de parvulario, hablando mientras se da la catequesis, haciendo gracias para que todos se rían (ésto, lo se bien, por conseguir el afecto de sus compañeros de catequesis), cuestionando lo que les digo de parte de la Iglesia, defendiendo lo contrario a la Verdad, queriendo que la catequesis se convierta en un debate, ...
Si se que Dios es aquí donde quiere que esté es porque en más de una ocasión me he levantado y les he dicho que ya no podía más y que les buscaría otro catequista de la parroquia para que siguiera con ellos, ..., pero, al final, no lo he hecho.
Ha sido un tiempo duro, en el que cuando todo estaba a favor de que los tratara con desprecio, el Espíritu Santo, por amor a ellos, conseguía que de mí saliera comprensión y ganas de seguir luchando por ellos.
Sí, "luchando", lo he dicho bien. Porque el demonio sabe que con ellos lo tiene muy fácil, pues todo lo que el mundo les ofrece lo "tragan" por todos lo poros de su cuerpo, porque han aflorado sensaciones nuevas, sentimiento, deseos irrefrenables, ...., con los que les muestra una felicidad fácil y rápida.
Y frente al demonio, en un local parroquial, una hora a la semana, Dios me ha puesto a mí como mediadora entre ellos y Su Hijo Jesucristo, para que se lo presente, les ayude a conocerlo y así puedan empezar a amarlo. Si ésto se hace realidad, nada habré tenido que ver, pues muchas veces me siento más impedimento que otra cosa; pero el triunfo será de Jesucristo, que está empeñado en ellos.
Ahora, estoy esperando al próximo viernes. A lo largo de estos primeros meses del año les he ido diciendo que la catequesis es de todo el curso, no hasta que se confirmen. A los papás los tengo de mi parte, porque se han dado cuenta, la mayoría de ellos, que sus hijos se están alejando, no sólo de elllos sino también de Dios.
En cuanto a los chicos, con todas las riñas, con los cabreos, con las "ironías", ..., que he ido soltando desde que empezamos, hace más de dos años, me aceptan, les gusta que los trate como a personas, no como a niños, que les plantee problemas de la vida, por los que algunos ya han pasado o están pasando, que no me pliegue a sus gustos sino a lo que se debe de hacer, ...
Dios me ha dado un don precioso, don que, por otra parte no merezco, pero que agradezco en lo que vale. Me concede conectar con ellos, con los niños y jóvenes; me da recursos, cuando ya no sé qué más hacer; me ayuda a hacerme respetar y a hacerme obedecer; me anima cuando me rindo, pues soy incapaz de dar más.
Se que para ésto, Dios me concede tener cercanas todas las experiencias vividas, desde que recuerdo; los sufrimientos infantiles, que tantas veces los mayores consideramos nimios pero que cuando los hemos pasado eran verdaderos muros infranqueables; las mentiras hechas, por no perder el afecto de los padres; las trastadas, las que nos pillaron y las que conseguimos ocultar; las desobediencias, especialmente las que nos hacían sentirnos mayores, me explico: por ejemplo, ese inicio en el tabaco porque a nuestros padres no les parecía bien, pero a nosotros nos resultaba la reivindicación de una "realidad": ¡ya éramos suficientemente mayores para fumar!; El encuentro con la propia sexualidad, llevada muy a escondidas, porque nos hacía sentirnos sucios; la posterior permanencia en vicios de los que creíamos que jamás podríamos escapar; el noviazgo, tantas veces usado no para conocer al novio, sino para aprovecharse de él; el matrimonio, el buscarse a uno mismo, la maternidad, la liberación cuando los hijos no te necesitan, ...
Todo, lo recuerdo todo, como si fuera hoy. Y eso me ayuda para relacionarme, especialmente con niños y jóvenes. Así, cuando algo les viene en contra, les hace daño, son esclavos de ello, ..., pensando en mi, ¿qué encuentro? Misericordia por parte de Dios. Y, ¿qué debo aconsejar? El sacramento de la Confesión es lo primero; luego, cuando son cosas serias, el descanso en la familia, en los padres.
¿Qué me hagan caso? No sigo los rastros de los chicos. Sólo Dios lo sabe. Pero yo me quedo bien por dentro.
¿Mi deseo? Que cuando llegue a la parroquia el viernes próximo me estén esperando todos, con nueva ilusión por esta nueva etapa de catequesis. ¿Qué haremos? Sólo y únicamente lo que el Espíritu vaya inspirando. De momento, haremos una catequesis "callejera". ¿Qué piensa la gente de Dios? Tendrán que ir tomando notas, para después ponerlo en común. Creo que será bueno que descubran la realidad, que Dios es un gran desconocido, que incluso podrán encontrarse con quien hable mal de Él.
Y ellos, ¿qué dirán de Él? El Espíritu Santo se manifiestará con Su total poder, y, si ellos, escuchan, creo que todo irá bien.
Rezad por mis chicos, los chicos de Dios, los amigos de Cristo. Rezad, sobre todo, por mí, para que no diga nada que Dios no quiera, que me deje llevar por Él.
Han sido más de dos años de preparación, junto a quince muchachos más, a los que he estado acompañando en la catequesis preparatoria. ¡Un milagro!
Sí, un milagro porque los adolescentes están muy adolescentes. Creen que están de vuelta de todo, se sienten seguros de si mismos, se "desmarcan de sus padres" porque no se sienten comprendidos, opinan de cosas sin saber, viven como si la vida fuera suya y supieran lo que les conviene, ...
Y, a la vez, se comportan como niños de parvulario, hablando mientras se da la catequesis, haciendo gracias para que todos se rían (ésto, lo se bien, por conseguir el afecto de sus compañeros de catequesis), cuestionando lo que les digo de parte de la Iglesia, defendiendo lo contrario a la Verdad, queriendo que la catequesis se convierta en un debate, ...
Si se que Dios es aquí donde quiere que esté es porque en más de una ocasión me he levantado y les he dicho que ya no podía más y que les buscaría otro catequista de la parroquia para que siguiera con ellos, ..., pero, al final, no lo he hecho.
Ha sido un tiempo duro, en el que cuando todo estaba a favor de que los tratara con desprecio, el Espíritu Santo, por amor a ellos, conseguía que de mí saliera comprensión y ganas de seguir luchando por ellos.
Sí, "luchando", lo he dicho bien. Porque el demonio sabe que con ellos lo tiene muy fácil, pues todo lo que el mundo les ofrece lo "tragan" por todos lo poros de su cuerpo, porque han aflorado sensaciones nuevas, sentimiento, deseos irrefrenables, ...., con los que les muestra una felicidad fácil y rápida.
Y frente al demonio, en un local parroquial, una hora a la semana, Dios me ha puesto a mí como mediadora entre ellos y Su Hijo Jesucristo, para que se lo presente, les ayude a conocerlo y así puedan empezar a amarlo. Si ésto se hace realidad, nada habré tenido que ver, pues muchas veces me siento más impedimento que otra cosa; pero el triunfo será de Jesucristo, que está empeñado en ellos.
Ahora, estoy esperando al próximo viernes. A lo largo de estos primeros meses del año les he ido diciendo que la catequesis es de todo el curso, no hasta que se confirmen. A los papás los tengo de mi parte, porque se han dado cuenta, la mayoría de ellos, que sus hijos se están alejando, no sólo de elllos sino también de Dios.
En cuanto a los chicos, con todas las riñas, con los cabreos, con las "ironías", ..., que he ido soltando desde que empezamos, hace más de dos años, me aceptan, les gusta que los trate como a personas, no como a niños, que les plantee problemas de la vida, por los que algunos ya han pasado o están pasando, que no me pliegue a sus gustos sino a lo que se debe de hacer, ...
Dios me ha dado un don precioso, don que, por otra parte no merezco, pero que agradezco en lo que vale. Me concede conectar con ellos, con los niños y jóvenes; me da recursos, cuando ya no sé qué más hacer; me ayuda a hacerme respetar y a hacerme obedecer; me anima cuando me rindo, pues soy incapaz de dar más.
Se que para ésto, Dios me concede tener cercanas todas las experiencias vividas, desde que recuerdo; los sufrimientos infantiles, que tantas veces los mayores consideramos nimios pero que cuando los hemos pasado eran verdaderos muros infranqueables; las mentiras hechas, por no perder el afecto de los padres; las trastadas, las que nos pillaron y las que conseguimos ocultar; las desobediencias, especialmente las que nos hacían sentirnos mayores, me explico: por ejemplo, ese inicio en el tabaco porque a nuestros padres no les parecía bien, pero a nosotros nos resultaba la reivindicación de una "realidad": ¡ya éramos suficientemente mayores para fumar!; El encuentro con la propia sexualidad, llevada muy a escondidas, porque nos hacía sentirnos sucios; la posterior permanencia en vicios de los que creíamos que jamás podríamos escapar; el noviazgo, tantas veces usado no para conocer al novio, sino para aprovecharse de él; el matrimonio, el buscarse a uno mismo, la maternidad, la liberación cuando los hijos no te necesitan, ...
Todo, lo recuerdo todo, como si fuera hoy. Y eso me ayuda para relacionarme, especialmente con niños y jóvenes. Así, cuando algo les viene en contra, les hace daño, son esclavos de ello, ..., pensando en mi, ¿qué encuentro? Misericordia por parte de Dios. Y, ¿qué debo aconsejar? El sacramento de la Confesión es lo primero; luego, cuando son cosas serias, el descanso en la familia, en los padres.
¿Qué me hagan caso? No sigo los rastros de los chicos. Sólo Dios lo sabe. Pero yo me quedo bien por dentro.
¿Mi deseo? Que cuando llegue a la parroquia el viernes próximo me estén esperando todos, con nueva ilusión por esta nueva etapa de catequesis. ¿Qué haremos? Sólo y únicamente lo que el Espíritu vaya inspirando. De momento, haremos una catequesis "callejera". ¿Qué piensa la gente de Dios? Tendrán que ir tomando notas, para después ponerlo en común. Creo que será bueno que descubran la realidad, que Dios es un gran desconocido, que incluso podrán encontrarse con quien hable mal de Él.
Y ellos, ¿qué dirán de Él? El Espíritu Santo se manifiestará con Su total poder, y, si ellos, escuchan, creo que todo irá bien.
Rezad por mis chicos, los chicos de Dios, los amigos de Cristo. Rezad, sobre todo, por mí, para que no diga nada que Dios no quiera, que me deje llevar por Él.
sábado, 12 de noviembre de 2011
Un sueño bonito
Anoche tuve un sueño muy bonito. Mi amigo del alma, José, y yo estábamos en un lugar precioso, lleno de luz, todo era tranquilo, y, a la vez, había una alegría en el ambiente, que me recorría las venas y me hacía sentirme muy feliz.
También mi amigo estaba muy alegre y feliz; tenía el aspecto de un ángel. Su cuerpo parecía desprender la luz que se veía, y si me miraba yo, me sorprendía, pues también yo desprendía luz.
De pronto, mientras miraba a todas partes, sentía algo "extraño"; al mirar a José, la sorpresa: se levantaba de su silla de ruedas y empezaba a correr, a saltar, y a hablar, sin problema alguno.
Yo, lloraba y reía a la vez. ¡Era imposible!
Y era en ese momento cuando me daba cuenta de que estábamos en el Cielo. Sus padres, que también estaban ahí, estaban sonrientes, felices, en paz.
Y, ..., me desperté.
Hace mucho tiempo que no tengo un sueño tan precioso, la verdad es que me he levantado contenta, y no especialmente porque también yo estaba en el Cielo, sino porque José era como lo recordaba, cuando de niño sacaba de mi corazón lo mejor. Su presencia era una bendición. Nunca fue totalmente como los demás niños, era especial.
Más "débil", más necesitado, ..., no se explicarme bien.
Un fin de semana que sus padres se fueron de convivencia, nos lo dejaron en casa. Fue una bendición para mi, aunque creo que él no lo pasó demasiado bien, pues preguntaba por su mamá, con lágrimas en los ojos.
Alguna vez, algún niño que nos habían dejado, por el mismo motivo, también había llorado en algún momto. Pero, José, era muy distinto de todos. Hacía que mi corazón se comprimiera de dolor, pues me veía incapaz de suplir a su mamá. Era como un pajarito que pía desde su nido, mientras espera que su mamá regrese de buscar comida.
José siempre ha sido un niño tierno que ha sacado de mi corazón ternura. Y, la verdad, pienso que Dios me ha regalado ese sueño con él, pues llevo un tiempo malo, ...
Necesito su humildad, para ver, más que nada, y en todo momento, que Dios, igual que ha estado siempre con él, está también conmigo. Que nada pasa por casualidad, que todo actúa para mi bien, que no debo ceder a las tentaciones del demonio; pero cuando cedo, cuando peco, no he de dejar que corra el tiempo, pues la bola se hace cada vez más grande.
Como anécdota, el lunes pasado, después de una semana llena de dudas, de preguntas, de malos pensamientos, ..., fui corriendo a la parroquia, antes que empezase la misa de siete y media.
Pillé al parroco en la sacristía, muy atareado, con alguien (que ni recuerdo quién era), y le hice una pregunta-respuesta: ¿Estás muy atareado? Es que necesito confesarme (él me confirmó que estaba ocupado). ¡Es cosa de vida o muerte!
Ante esa urgencia y la cara de angustia que debía hacer, dejó lo que estaba intentando hacer y fuimos aprisa al descansillo que hay para subir al despacho de arriba. Dije mis pecados sin titubeos, sabía perfectamente lo que había estado haciendo, más que nada por no entretenerle demasiado. El me dijo unas palabras de ánimo, me dijo la penitencia que debía cumplir y me dió la absolución.
Sólo que a medias de dármela, le sonó el móvil. Yo le miré sorprendida, él, también sorprendido, siguió con la absolución, manteniendo una mano sobre mi cabeza y la otra intentando coger el móvil .
En fin, quizá contado no es tan gracioso, pero nosotros acabamos riendo ante lo chocante del caso. Para mi fue la confesión más urgente y rápida que había tenido y, además, con música.
Hoy, el evangelio del domingo es el de los cinco, dos y un talentos. El párroco nos ha hecho pensar en tantas cosas que Dios nos da, y no para que nos las quedamos.
Yo, a veces, con esa "querencia" a echarme en la cama y no hacer nada, entretenerme con cualquier cosa, veo el milagro que Dios hace en mi cada vez que puedo ponerme al servicio de la Iglesia. A pesar de todo, creo que, por el momento soy la que tiene un talento guardado.
Pero, volviendo a mi sueño, yo no sé qué pasará conmigo, pero que José vivirá para siempre en el Cielo, es una de las cosas que creo con certeza. ¡Qué Dios le bendiga!
También mi amigo estaba muy alegre y feliz; tenía el aspecto de un ángel. Su cuerpo parecía desprender la luz que se veía, y si me miraba yo, me sorprendía, pues también yo desprendía luz.
De pronto, mientras miraba a todas partes, sentía algo "extraño"; al mirar a José, la sorpresa: se levantaba de su silla de ruedas y empezaba a correr, a saltar, y a hablar, sin problema alguno.
Yo, lloraba y reía a la vez. ¡Era imposible!
Y era en ese momento cuando me daba cuenta de que estábamos en el Cielo. Sus padres, que también estaban ahí, estaban sonrientes, felices, en paz.
Y, ..., me desperté.
Hace mucho tiempo que no tengo un sueño tan precioso, la verdad es que me he levantado contenta, y no especialmente porque también yo estaba en el Cielo, sino porque José era como lo recordaba, cuando de niño sacaba de mi corazón lo mejor. Su presencia era una bendición. Nunca fue totalmente como los demás niños, era especial.
Más "débil", más necesitado, ..., no se explicarme bien.
Un fin de semana que sus padres se fueron de convivencia, nos lo dejaron en casa. Fue una bendición para mi, aunque creo que él no lo pasó demasiado bien, pues preguntaba por su mamá, con lágrimas en los ojos.
Alguna vez, algún niño que nos habían dejado, por el mismo motivo, también había llorado en algún momto. Pero, José, era muy distinto de todos. Hacía que mi corazón se comprimiera de dolor, pues me veía incapaz de suplir a su mamá. Era como un pajarito que pía desde su nido, mientras espera que su mamá regrese de buscar comida.
José siempre ha sido un niño tierno que ha sacado de mi corazón ternura. Y, la verdad, pienso que Dios me ha regalado ese sueño con él, pues llevo un tiempo malo, ...
Necesito su humildad, para ver, más que nada, y en todo momento, que Dios, igual que ha estado siempre con él, está también conmigo. Que nada pasa por casualidad, que todo actúa para mi bien, que no debo ceder a las tentaciones del demonio; pero cuando cedo, cuando peco, no he de dejar que corra el tiempo, pues la bola se hace cada vez más grande.
Como anécdota, el lunes pasado, después de una semana llena de dudas, de preguntas, de malos pensamientos, ..., fui corriendo a la parroquia, antes que empezase la misa de siete y media.
Pillé al parroco en la sacristía, muy atareado, con alguien (que ni recuerdo quién era), y le hice una pregunta-respuesta: ¿Estás muy atareado? Es que necesito confesarme (él me confirmó que estaba ocupado). ¡Es cosa de vida o muerte!
Ante esa urgencia y la cara de angustia que debía hacer, dejó lo que estaba intentando hacer y fuimos aprisa al descansillo que hay para subir al despacho de arriba. Dije mis pecados sin titubeos, sabía perfectamente lo que había estado haciendo, más que nada por no entretenerle demasiado. El me dijo unas palabras de ánimo, me dijo la penitencia que debía cumplir y me dió la absolución.
Sólo que a medias de dármela, le sonó el móvil. Yo le miré sorprendida, él, también sorprendido, siguió con la absolución, manteniendo una mano sobre mi cabeza y la otra intentando coger el móvil .
En fin, quizá contado no es tan gracioso, pero nosotros acabamos riendo ante lo chocante del caso. Para mi fue la confesión más urgente y rápida que había tenido y, además, con música.
Hoy, el evangelio del domingo es el de los cinco, dos y un talentos. El párroco nos ha hecho pensar en tantas cosas que Dios nos da, y no para que nos las quedamos.
Yo, a veces, con esa "querencia" a echarme en la cama y no hacer nada, entretenerme con cualquier cosa, veo el milagro que Dios hace en mi cada vez que puedo ponerme al servicio de la Iglesia. A pesar de todo, creo que, por el momento soy la que tiene un talento guardado.
Pero, volviendo a mi sueño, yo no sé qué pasará conmigo, pero que José vivirá para siempre en el Cielo, es una de las cosas que creo con certeza. ¡Qué Dios le bendiga!
martes, 25 de octubre de 2011
Como oro probado al crisol
Maldigo al demonio, lo detesto, lo odio, ..., por todo el mal que me hace, especialmente en este tiempo.
La batalla no se gana en un instante (bueno, sólo si Dios así lo quisiera, sucedería, nada ni nadie conseguiría arrebatarle el poder sobre todo), porque la fe ha de ser probada. Mi fe es necesario que sea probada como oro al crisol, porque esa es una de las maneras en que Dios me ama.
Me ama como a un hijo, no me quiere esclava sino libre.
El fin de semana pasado ha sido una maravilla, en la que Dios me ha mostrado Su poder, en la que el demonio ha sido aplastado por Su Palabra, en la que Cristo ha vencido la muerte que había en mi y me ha dado la alegría.
Pero, como tantas veces se nos ha dicho, cuando salgas de aquí, el demonio está esperándote; quiere arrebatarte esa alegría, intentará negarte todas las cosas santas de las que has disfrutado, gracias al Espíritu Santo, que ha ido subrayando en tu corazón que sólo Cristo es la Verdad.
¡Qué verdad más grande!
Ayer tenía una charla de formación (es una reunión de maestros de Religión que cada mes, aproximadamente, se reune con un teólogo, en la que, este año, se nos hablará del Espíritu Santo)
Cuando iba andando, sentía por dentro como un "recelo", una intuición, que me decía que lo iba a pasar algo mal. ¿Será cosa del famoso sexto sentido que se dice que tenemos las mujeres?
Efectivamente, ya al llegar, los pocos maestros que habían llegado, estaban comentándose los "entresijos" de sus colegios, la falta de atención hacia ellos, las dificultades que sufrían. Algunos se quejaban del cansancio por el trabajo, la rabia por no tener "puentes estilo acueductos", para relajarse y respirar, desentumecer las neuronas y regresar al colegio con fuerzas renovadas.
Primer "pinchazo" del demonio. Y tú, qué, ¡qué rabia te da no poder compartir tus experiencias, verdad!
Sí, era verdad; la envidia se iba metiendo en mi corazón, sutilmente. ¿Para qué lo voy a negar?
Luego, las maestras con las que tenía más contacto, interesándose por el sitio en el que estaba trabajando. ¡Qué pinchazo!
Y yo, tímidamente, con un hilito de voz, "no, no me han dado trabajo este curso"
Unas, se volvían, diciendo "lo siento", algunas me interrogaban, ¿y eso?
¡Qué dolor!. En mi interior removiéndose la injusticia sufrida, pero deteniendo a la lengua, para no hablar mal de la persona que me está oprimiendo.
Las respuestas, todas "echando balones fuera", "no sé", no hay sustituciones, ...
La tristeza, la desesperación, ..., alguien, ese desgraciado del demonio, rascando la "herida", levantando la "costra" que se me había hecho durante la convivencia, ..., de nuevo, la sangre salía y me dolía.
Me fui enseguida, en cuanto pude, apenas acabó la reunión; y de vuelta a casa, la Oración. Necesitaba cauterizar mi herida reabierta. ¡No hay más solución!
"Velad y orad para no caer en tantación", me había salido al escrutar la Palabra en la convivencia. Había ido también rezando, pero, ese malvado demonio, sabe muy bien cómo atacar.
Hoy, en el Oficio de Lectura, hemos leído que hay que ser probados al crisol.
¿Qué puedo decir?
Dios a Sus hijos queridos, los prueba con más intensidad, deja que el demonio, como en el caso de Job, actúe. Pero, no abandona, la fuerza del Espíritu Santo no lo niega al que se acoge a Él. ¡Qué bien me ha venido que el tema de este curso sea sobre el Espíritu Santo!
Puébame, Padre, una y mil veces al crisol; guíame por el camino por el que Jesús camina; hazme digna de ser unida a Sus sufrimientos, no me ahorres ninguno de ellos, porque tutelada por Ti, podré caminar sobre ellos, y saldré renovada, resucitada; pero, si levantas Tu mano de mi, dónde acabaré.
Deseo ser cristiana, deseo amar a Cristo sobre todas las cosas, deseo morir hija de la Iglesia. En las maternales manos de María me refugio, Ella me protegerá, me consolará en todos mis sufrimientos. ¡No me ahorres, Padre, los necesarios para llegar a la santidad!
La batalla no se gana en un instante (bueno, sólo si Dios así lo quisiera, sucedería, nada ni nadie conseguiría arrebatarle el poder sobre todo), porque la fe ha de ser probada. Mi fe es necesario que sea probada como oro al crisol, porque esa es una de las maneras en que Dios me ama.
Me ama como a un hijo, no me quiere esclava sino libre.
El fin de semana pasado ha sido una maravilla, en la que Dios me ha mostrado Su poder, en la que el demonio ha sido aplastado por Su Palabra, en la que Cristo ha vencido la muerte que había en mi y me ha dado la alegría.
Pero, como tantas veces se nos ha dicho, cuando salgas de aquí, el demonio está esperándote; quiere arrebatarte esa alegría, intentará negarte todas las cosas santas de las que has disfrutado, gracias al Espíritu Santo, que ha ido subrayando en tu corazón que sólo Cristo es la Verdad.
¡Qué verdad más grande!
Ayer tenía una charla de formación (es una reunión de maestros de Religión que cada mes, aproximadamente, se reune con un teólogo, en la que, este año, se nos hablará del Espíritu Santo)
Cuando iba andando, sentía por dentro como un "recelo", una intuición, que me decía que lo iba a pasar algo mal. ¿Será cosa del famoso sexto sentido que se dice que tenemos las mujeres?
Efectivamente, ya al llegar, los pocos maestros que habían llegado, estaban comentándose los "entresijos" de sus colegios, la falta de atención hacia ellos, las dificultades que sufrían. Algunos se quejaban del cansancio por el trabajo, la rabia por no tener "puentes estilo acueductos", para relajarse y respirar, desentumecer las neuronas y regresar al colegio con fuerzas renovadas.
Primer "pinchazo" del demonio. Y tú, qué, ¡qué rabia te da no poder compartir tus experiencias, verdad!
Sí, era verdad; la envidia se iba metiendo en mi corazón, sutilmente. ¿Para qué lo voy a negar?
Luego, las maestras con las que tenía más contacto, interesándose por el sitio en el que estaba trabajando. ¡Qué pinchazo!
Y yo, tímidamente, con un hilito de voz, "no, no me han dado trabajo este curso"
Unas, se volvían, diciendo "lo siento", algunas me interrogaban, ¿y eso?
¡Qué dolor!. En mi interior removiéndose la injusticia sufrida, pero deteniendo a la lengua, para no hablar mal de la persona que me está oprimiendo.
Las respuestas, todas "echando balones fuera", "no sé", no hay sustituciones, ...
La tristeza, la desesperación, ..., alguien, ese desgraciado del demonio, rascando la "herida", levantando la "costra" que se me había hecho durante la convivencia, ..., de nuevo, la sangre salía y me dolía.
Me fui enseguida, en cuanto pude, apenas acabó la reunión; y de vuelta a casa, la Oración. Necesitaba cauterizar mi herida reabierta. ¡No hay más solución!
"Velad y orad para no caer en tantación", me había salido al escrutar la Palabra en la convivencia. Había ido también rezando, pero, ese malvado demonio, sabe muy bien cómo atacar.
Hoy, en el Oficio de Lectura, hemos leído que hay que ser probados al crisol.
¿Qué puedo decir?
Dios a Sus hijos queridos, los prueba con más intensidad, deja que el demonio, como en el caso de Job, actúe. Pero, no abandona, la fuerza del Espíritu Santo no lo niega al que se acoge a Él. ¡Qué bien me ha venido que el tema de este curso sea sobre el Espíritu Santo!
Puébame, Padre, una y mil veces al crisol; guíame por el camino por el que Jesús camina; hazme digna de ser unida a Sus sufrimientos, no me ahorres ninguno de ellos, porque tutelada por Ti, podré caminar sobre ellos, y saldré renovada, resucitada; pero, si levantas Tu mano de mi, dónde acabaré.
Deseo ser cristiana, deseo amar a Cristo sobre todas las cosas, deseo morir hija de la Iglesia. En las maternales manos de María me refugio, Ella me protegerá, me consolará en todos mis sufrimientos. ¡No me ahorres, Padre, los necesarios para llegar a la santidad!
domingo, 23 de octubre de 2011
La voluntad de Dios
Este finde semana, desde el jueves por la noche, he estado de convivencia de inicio de curso en Gandía. Llegaba desanimada, triste, hundida, ..., por el sufrimiento que, a causa del trabajo, estaba pasando.
Incluso había llamado a mis catequistas, que llevaban la convivencia, para pedirles que me reservaran algún ratito, pues necesitaba ayuda. Me dijeron que sí.
Pero, la noche del jueves, cuando se abrió la Biblia para que Dios nos diera una palabra, Dios me llevó a la paz.
Era la parte del evangelio en el que se presenta a Jesús, con los soldados romanos, después de la flagelación, que le ponen la corona de espinas, le pegan, se burlan de Él, ...
Ya sabía la respuesta de Dios a mi problema. "No os resistáis al mal", como Jesús, que siendo hombre, se humilló a si mismo, tomando la condición de esclavo. Y lo maravilloso es que lo hizo pensando en mi, en aquel momento en que el demonio me tenía atenazada y quería mi muerte.
Los catequistas me escucharon y me dijeron que ciertamente lo que me había inspirado el Espírtu Santo era lo que debía de hacer.
¿Alguna vez ha dejado Dios que vivamos en la necesidad? ¿No es cierto que siempre ha estado velando por nosotros, por nuestros hijos, que ante todo son suyos? ¿Por qué preocuparse del trabajo? ¿Por qué dejarse llevar por el odio al enemigo, cuando Cristo me invita a amar a mis enemigos más que a mi misma?
Por otra parte, también me dijeron que, en la posible busque trabajo por otro lado, sin tener que enfrentarme a quien no me lo quiere dar. Y que lo que estaba sucediendo también serviría a que esta persona viera que no me resistía al mal que me estaba haciendo, que seguramente le abriría interrogantes, que yo estaba llamada evangelizar de ese modo, sin abrir boca.
¡Qué bueno es someter los sufrimientos propios a personas que van por delante de ti en la fe a Dios! ¡Qué descanso saber que se debe actuar mirando a Cristo, siguiendo Sus pasos!
Pero, se que las palabras de Jesús, "Velad y orad, para no caer en tentación", son vida para mí. No puedo pasar página, pensando: "¡prueba superada!", porque el "exámen" final será el definitivo. Y, hasta que llegue, es importante "no dejar de estudiar", vivir cerca de la Palabra, de los hermanos, de la Iglesia, que es Madre buena; seguir caminando trás las huellas de Cristo, aún después de haber caído, pues si me quedo quieta, me moriré.
Pido a Dios que pueda siempre caminar sin parar, con la ayuda del Espíritu Santo, con la cruz siempre cogida fuertemente, olvidándome de mi misma, en favor de los demás. Poder ser evangelio viviente de Dios.
Incluso había llamado a mis catequistas, que llevaban la convivencia, para pedirles que me reservaran algún ratito, pues necesitaba ayuda. Me dijeron que sí.
Pero, la noche del jueves, cuando se abrió la Biblia para que Dios nos diera una palabra, Dios me llevó a la paz.
Era la parte del evangelio en el que se presenta a Jesús, con los soldados romanos, después de la flagelación, que le ponen la corona de espinas, le pegan, se burlan de Él, ...
Ya sabía la respuesta de Dios a mi problema. "No os resistáis al mal", como Jesús, que siendo hombre, se humilló a si mismo, tomando la condición de esclavo. Y lo maravilloso es que lo hizo pensando en mi, en aquel momento en que el demonio me tenía atenazada y quería mi muerte.
Los catequistas me escucharon y me dijeron que ciertamente lo que me había inspirado el Espírtu Santo era lo que debía de hacer.
¿Alguna vez ha dejado Dios que vivamos en la necesidad? ¿No es cierto que siempre ha estado velando por nosotros, por nuestros hijos, que ante todo son suyos? ¿Por qué preocuparse del trabajo? ¿Por qué dejarse llevar por el odio al enemigo, cuando Cristo me invita a amar a mis enemigos más que a mi misma?
Por otra parte, también me dijeron que, en la posible busque trabajo por otro lado, sin tener que enfrentarme a quien no me lo quiere dar. Y que lo que estaba sucediendo también serviría a que esta persona viera que no me resistía al mal que me estaba haciendo, que seguramente le abriría interrogantes, que yo estaba llamada evangelizar de ese modo, sin abrir boca.
¡Qué bueno es someter los sufrimientos propios a personas que van por delante de ti en la fe a Dios! ¡Qué descanso saber que se debe actuar mirando a Cristo, siguiendo Sus pasos!
Pero, se que las palabras de Jesús, "Velad y orad, para no caer en tentación", son vida para mí. No puedo pasar página, pensando: "¡prueba superada!", porque el "exámen" final será el definitivo. Y, hasta que llegue, es importante "no dejar de estudiar", vivir cerca de la Palabra, de los hermanos, de la Iglesia, que es Madre buena; seguir caminando trás las huellas de Cristo, aún después de haber caído, pues si me quedo quieta, me moriré.
Pido a Dios que pueda siempre caminar sin parar, con la ayuda del Espíritu Santo, con la cruz siempre cogida fuertemente, olvidándome de mi misma, en favor de los demás. Poder ser evangelio viviente de Dios.
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