La última entrada al blogg me quedó un poco descorazonadora. Ante mi tío sufriente, sólo compasión, nada de afecto.
Vivir cerca de Cristo me pone en mi sitio y pone en su sitio a las demás personas, especialmente a las que está más cerca de mi.
Ayer, fue Él quien me abrió los ojos, no sólo los de la cara, sino también los del corazón, que pienso son los más importantes.
¿Cómo era posible que teniendo la oportunidad de ir al encuentro del Cristo sufriente, me quedaba en lo exterior, sin más?
Fui a visitarlo, pero de otra manera muy distinta. Cristo quería que fuera con Amor. Me preparó un corazón tierno y dulce.
Al entrar en la habitación, ¡qué mal lo vi! Pero, allí estaba el Cristo completo, dejando escapar la vida sin poner resistencia, siendo el cordero sufriente, al que sólo se le ama. Nada más cabía en mi corazón.
Sí, en Cristo, por Él y con Él, el Amor, que Él mismo me da, salía sin reserva alguna hacia mi pobre tío, que está teniendo un tránsito duro, muy duro.
Ella, mi tía, de la que creo no he dicho nada, llorando a su lado. ¡Tantos años juntos!, decía. Nunca se está preparado para la última despedida, antes de encontrarse en el Cielo, con las personas a las que amamos.
Que Dios les sostenga, a cada uno en la situación concreta que está viviendo y, que de mi sólo reciban el Amor verdadero que viene de Dios, y no se puede guardar para uno mismo.
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