Tengo en el hospital dos personas conocidas. Una es mi tío, el hermano mayor de mi padre, y la otra es Mari Cruz, hermana de la comunidad.
Hablaré primero de mi tío. No tiene hijos, por lo que mi hermana y yo somos la familia, después de mi padre, claro está, más cercana que tiene. El otro hermano, el mediano y mis primas hace años que dejaron de ser familia para él. ¡Como siempre, por el dinero!
Así que, cuando llegaba la Navidad, mi tío nos recordaba que nos daba las estrenas nuestras y las que les hubiera dado a mis primas.
A mí eso me hacía daño, pues era como si nos restregara por la cara su dinero. ¡Siempre ha sido así!
Recuerdo que hace años le dijo a mi padre que fuéramos a su casa, pues tenía que darnos algo. ¡Medio millón de pesetas! (fijaos si hace tiempo!)
En fin, fuera de esa excepción, no ha habido más detalles, ni siquiera una llamada para felicitarnos por nuestro cumpleaños, y eso que mi hermana es su ahijada de Bautismo.
El día de Navidad, cuando íbamos a su casa a felicitarles la Navidad a él y mi tía, era un día negro para nosotras. ¡Parecía que íbamos a mendigar! Y él, con la frasecita de siempre: Os doy lo vuestro y lo de vuestras primas.
Cuando me case, como yo digo cuando me da dinero, me soltó la "morterá" y si te he visto no me acuerdo. También cuando mis hijos se han casado se ha rascado el bolsillo.
Pero afecto, lo que se dice sentir que te quiere, jamás.
Pues desde el lunes pasado está ingresado en el hospital General, por un derrame cerebral.
La primera vez que fui con mi hermana a verlo, vi una piltrafa; él que siempre había sido un "señorito" rico, y se sentía muy bien consigo mismo.
Ayer le di la merienda por sonda nasogástrica, y, sin quererlo, le vi sus partes íntimas.
Y, cada vez que vuelvo a casa, se lo digo a mi marido: no me sale afecto, sólo compasión. Supongo que con eso, basta, pues gracias a Dios no me sale odio y cierto regustillo por verlo hecho un niño pequeño, que ni habla y puede comer solo, ni hacer sus necesidades.
Compasión, espero que eso baste.
Sin mebargo, Mari Cruz, mi hermana de la comunidad. Diría tantas cosas que estaría escribiendo horas. Bastará decir que somos hermanas , que nos amamos en Cristo y que, con esa llamada para ella y su familia, con el ataque al corazón, de parte de Dios me habla, penetra el dolor en lo más profundo del corazón, y no dejo de rezar por ella ni un solo día.
¡Qué distinto es el Amor cuando Dios lo regala suavemente!
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