domingo, 19 de septiembre de 2010

El apego a las cosas

Hoy, en el Evangelio dominical, Dios me presenta la necesidad de elegir, entre Él y el dinero.
Mi vida ha estado llena de situaciones en las que he tenido que elegir, y, aunque reconozco que la elección "por excelencia" es la que hoy remarca el Evangelio, la elección entre unas cosas u otras, entre unas situaciones u otras distintas, ..., el apego a todo aquello que me hace sentir "dominadora", especial, ...., siempre han estado y están a la vuelta de la esquina.
Hace algún tiempo me di cuenta que estaba muy "apegada" a una colección de muñecas pequeñas, y que no me gustaba que nadie me las tocase; así que, decidí separarme de ellas. Pero, aún hubo alguna, muy especial, que no pude alejar de mí.
Estoy apegada a muchísimas cosas, más de las que yo misma imagino. Y la verdad es que una es importante: ¡Sólo Dios! (ésta es una frase del hermano Rafael)
Bien, pues hace poco más de una semana, me llamaron del arzobispado para decirme que, si me interesaba, podía volver este curso al colegio en el que estuve de sustitución el curso pasado.
Aunque, cuando cesé en junio, sabía perfectamente que jamás volvería, pues no tengo antigüedad y sólo puedo seguir haciendo sustituciones, la noticia me hizo enseguida dar gracias a Dios, que es el único que puede contra los "imposibles"
Me sentía enormemente felíz, ilusionada; haciendo planes de sobre cómo quería arreglarme el aula, las cosas que se debían tirar, las que se podían conervar, ...
Sólo tenía que esperar a que me llamasen del Prop para firmar el contrato. Pero, después de una semana, decidí informar al arzobispado que todavía no me habían llamado.
La sorpresa que recibí fue bastante desagradable. No me habían podido llamar antes, porque estaban muy liados, pero no podía ocupar esa plaza, al menos por este nuevo curso. La explicación que me dieron, la verdad es que no la entendí.
Llamé al colegio, para avisarles, y sabían que no iba a ir, porque ya habían hecho averiguaciones, ¡Estaban muy enfadados con los encargados del tema en el arzobispado!
Bien, en cuanto me rehice del "golpe", volví mi corazón a Dios, sabiendo que todo lo que acontece en mi vida es Él quien lo permite, y, además, jamás me ha sucedido nada malo. Así que, sólo le pedí que me ayudara, mediante el Espíritu Santo, a poder salir, poco a poco, cuando quisiera, de la tristeza que me había inundado.
¡Sí, he dicho tristeza! ¿Que por qué?
Pues porque una vez más me había "apegado" a una nueva situación; había hecho mis planes, como la lechera del cuento, y todo se había ido al traste.
Deseaba que todo fuera bien, que nada se hubiera "movido", después de la primera noticia, estupenda para mí. Mi corazón estaba más apegado a ella que a nada, confiaba tener un curso maravilloso, acompañada de un buen claustroo de maestros, de los niños difíciles, que tanto me gustaban, ..., y no cabía ni una sola sospecha de que algo podía de dejar de salir como esperaba.
Ahora, aún en medio de una cierta tristeza, que no desesperación ni pensamiento de que Dios se haya equivocado, vuelvo a reconocer qué difícil me resulta "apegarme" a lo único verdadero: ¡Sólo Dios!
¡Qué lejos me queda la santidad...!

sábado, 11 de septiembre de 2010

El bien que dejo de hacer

Hoy es un día triste para mí. Sólo la misericordia de Dios, saber que me ama a pesar de todo, me da deseos de seguir adelante, de estar alerta la próxima vez que me encuentre con Jesucristo y lo deje, sin más.
Por otra parte, he querido escribir el hecho, que a continuación relataré, para que todos los que lean el blog, que creen que me conocen y que soy una "buena" persona, vayan olvidándose de la "cristianísima" Mari Carmen y descubren mi realidad.
La cuestión es que iba yo caminando hacia la frutería, con pensamientos "muy espirituales", y al lado de un parquecito cercano a mi casa, veo a un hombre tumbado de lado en el suelo, dormido. Muy flaco, mal vestido, más bien sucio.
¿De qué me han ayudado esas "oraciones" mías? Porque lo que ha pasado es que he vuelto la mirada hacia otra parte y he seguido caminando.
Pero, eso sí, la certeza de estar haciendo el mal, me ha ido pesando todo el tiempo; de regreso a casa, cuando pensaba rectificar y llamar a urgencias, he visto que una pareja joven estaba con dos policías y el hombre estaba sentado en un banco.
He tenido tiempo de oir a un policía que se trataba de un hombre que vive en una borrachera continua, que va por los bares ....
Aún ahora, que estoy escribiendo ésto, me pesa el no haber estado atenta y no dejar la oportunidad de ayudar a Jesús en ese pobre hombre. Pero, como he encabezado mi escrito, el bien que dejo de hacer, es irreparable.
Y hoy, precisamente, el evangelio decía, entre otras cosas preciosas, que "el que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, saca el mal"
Ya no voy a decir nada más. Sólo una cosa, y repito, nadie se lleve a engaño conmigo.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Mis lecturas

Nunca agradeceré lo suficiente a Dios que me concediera la pasión por la lectura. Es cierto que en muchas ocasiones, especialmente durante mi adolescencia, cayeron en mis manos lecturas nada recomendables. ¿Cosas de la edad o del pecado que me domina desde que nací?
Tengo muy presente una vez en que, a escondidas de mis padres, busqué, encontré y leí un libro del que les había oído hablar con sus amigos, de forma muy "picarona", y que habían comprado.
Cuando descubrí dónde lo tenían escondido, empecé a leerlo. Y, cuanto más leía, más quería seguir leyendo, dando a mi imaginación motivo para alienarme en lo que no debía, porque me hacía mucho daño.
Es posible que hubiera otras lecturas inadecuadas, pero aquella me marcó, hasta el punto de no olvidarlo hasta hoy.
Y no tuvieron la culpa de que leyera aquel libro, que por cierto llevaba por título "La Romana" (¿alguien lo conoce?) mis padres, pues lo escondieron desde el primer momento en que llegó a casa. El problema es que he sido muy "registradora" de todo lo que teníamos en casa, y, la insistencia con la que lo busqué, desgraciadamente tuvo éxito.
En fin, aunque desde el comienzo aquel hecho fue fruto de mi pecado, no puedo más que dar gracias a Dios que fue curando aquellas incursiones mías por ese mundo de concupiscencia desatada.
Bien, pues volviendo al inicio, se que el gusto por la lectura no todos lo tienen; así que me siento privilegiada por disfrutar de él.
A lo largo de mi vida he ido pasando por diversos temas de preferencia: romántico, de intriga, cómico, aventuras, ... Pero en el que estoy actualmente me está durando mucho más que todos los demás y el disfrute es inmensamente mayor.
El tema religioso.
¡Qué satisfacciones me está dando!
He leído, vidas de santos, escritos de los Santos Padres, cartas apostólicas, encíclicas, .... Y, cómo no, la Biblia, no de un tirón, que me atragantaría, sino a pequeños pedacitos, cada día, Antiguo y Nuevo Testamento.
Pero a lo que iba, últimamente estoy disfrutando con la lectura de la vida del hermano Rafael, san Rafael Arnáiz, trapense. Y de sus escritos, de su manera de vivir la fe, de luchar por vivir en la aceptación de la voluntad de Dios en su vida, por alcanzarla humildad, por descansar en la mansedumbre, ....
¡Diría tantas cosas, ...! Pero siempre me quedaría corta.
Ayer no podía dormir, pues estaba acabando el segundo libro sobre él. Y cuando lo acabé, tampoco podía dormir porque mi espíritu estaba muy despierto, degustando algunas palabras, algunas frases, ...
Seguramente alguno estará pensando que ¡basta ya con el temita!, pues estoy tan a gusto con él, porque me une más a Cristo, que no hago más que hablar de él.
Mis más humildes perdones, pero cuando se encuentra una perla preciosa es lo mejor compartirla con los demás.
Estaría contenta si con esta "pesadumbre" mía hacia los demás, salgan ganado y les entre el "gusanillo" y decidan adentrarse en esa vida tan sencilla y tan apasionante a la vez, del hermano Rafael.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Cuando las nubes no dejan ver el sol

Siempre he sido amante de la naturaleza; pero cuando más me ha gustado ha sido cuando el sol lucía en lo alto, dando a los colores la mayor intensidad.
Al contrario, cuando las nubes han cubierto por completo el cielo, los tonos grisáceos parece que me han producido cierta melancolía.
Pero, a pesar de las nubes, el sol estaba allí, en lo alto, luchando con ellas para hacer llegar los rayos atenuados de su luz.
Por otra parte, también en mi vida ha habido temporadas soleadas y otras borrascosas.
Y hasta no hace mucho, en esas temporadas borrascosas era incapaz de sobreponerme, ya que las nubes no me dejaban ver más allá de mis "desventuras".
Aunque, de un modo u otro, Dios ha ido enviándome estrellitas que me daban las fuerzas para vivir que no tenía.
San Juan de la Cruz, santa Teresita de Lisieux, san Maximiliano Kolbe, ...; pero una de las que me ha impactado, me ha "empujado" a seguir, a no rendirme, a saber con certeza que el sol siempre está, aunque no lo dejen ver las nubes, ha sido el hermano Rafael, san Rafael Arnáiz Barón, trapense en san Isidro de Dueñas.
No hace ni dos años que lo conozco, pero ha sido una estrella fulgurante, que Dios ha enviado a mi vida, para que desee su humildad, su aceptación de la voluntad de Dios, su espiritualidad sencilla y sincera, ... ¡Tantas cosas, ....!
Y, ante todo, saber que lo más importante en la vida es: ¡SOLO DIOS!
Y, cuando alguien me habla de él porque también lo conoce, el corazón salta en mi pecho de alegría, pues estoy segura que todo el bien que está haciendo en mi, también lo hará en otra persona.
Santo reciente de nuestros días, ante quien no creo que nadie se quede indiferente. Hablar con detenimiento de él en este, mi humilde blog, sería pretender saberlo todo de su vida. Y no, no sé casi nada.
Porque para conocer a un santo se precisa toda una vida, pues por mucho que se lea sobre él, siempre se encuentran detalles nuevos y "sabrosos"
Sólo una cosa más. A quien quiera leerme sólo animarle a que lo conozca. ¡Nada más! Y, ¡SOLO DIOS!

lunes, 30 de agosto de 2010

¿Cómo vivr el matrimonio?

Ante todo, Dios me libre de teorizar sobre este tema. No voy a decir nada que no haya experimentado. Pero la única respuesta verdadera, que no puede discutirme nadie, es que el matrimonio sólo se puede vivir dejando de ser dos para ser tres. Y el más importante, Jesucristo.
Por lo demás, he ido descubriendo con el paso de los años, concretamente 32, que el matrimonio es una lucha para mí, diaria, con la particularidad de tener al demonio siempre "revoloteando" entre mi marido y yo, intentado desunir de raíz lo que Dios bendijo un día.
No niego que ha habido momentos de desesperación, de incomprensión mutua, de hastío, de querer dejarlo todo y desaparecer para siempre. Todo en el intento de ser feliz.
¡Todo inútil!
He pensado durante mucho tiempo que mi matrimonio sobrevivía gracias a mí, aunque otras veces me he sentido culpable de que las cosas no fueran bien. Y siempre luchando por salirme con la mía, por llevar a mi marido a "mi terreno".
Y en medio de derrotas, una trás otra, pude escuchar, por fin, las suaves palabras del Espíritu Santo, que me animaban a empezar una lucha diferente.
Y, no voy a decir que la solución es siempre un éxito, más que nada porque sigo siendo pecadora y muchas veces vuelvo a querer ser "yo" sobre "él".
¿Y en qué consiste esa lucha?, se preguntará alguno.
Pues es la lucha por alcanzar a Cristo.
Sí, tan sencillo y, a la vez, tan imposible; sólo dejarse llevar de la mano de Cristo mismo puede garantizar el éxito.
Cada día ofrecerme a Dios, pedir la ayuda del Espíritu Santo, y no dejar de apretar fuerte la mano que Jesús me tiende, sin compromiso por mi parte.
Luchar por parecerme más a Él, por actuar como lo haría en cada acontecimiento, por no rechazar cada humillación que venga (especialmente por parte de mi marido), por sonreír y no poner cara de "vinagreta" frente a lo que me disgusta, ...
Y, después de cada caída, levantarme y volver a luchar.
Me impresionó mucho un libro que me dejaron hace bastante tiempo, "La familia que alcanzó a Cristo". Por entonces, ni se me ocurrió pensar que el secreto de la verdadera felicidad era precisamente poner una meta delante: Jesucristo. Y siempre un seguimiento que Dios potenciaba, mediante Su Santo Espíritu, y que sólo requería por mi parte "dejarme hacer".
Bien, me consta que la paciencia de Dios será mi salvación. Pues la materia con la que cuenta, "yo", soy total impedimento para las gracias que derrama sobre mí. Pero, no dejo de rezar ni un solo día, para que me ayude a defender la lucha por vivir siguiendo las huellas de Cristo.
Creo que manteniendo el pensamiento no en mi misma sino en el amor de Jesús, la lucha estará colmada de éxitos, ya que será Él mismo quien reinará en mi alma y en mi corazón, y quien actuará, no sólo en favor de mi marido, sino de todos aquellos que Dios me vaya poniendo delante, en mi vivir, y que necesitan conocer a Dios.
Si a alguien le sirve mi experiencia, únase a mí en esta lucha hacia la esperanza, donde la humildad será, poco a poco, un adorno digno de los verdaderos hijos de Dios, esos que llegan a vivir en la unión y en el amor en Cristo.

martes, 24 de agosto de 2010

La muerte

¡Menudo título! El tema casi nadie lo quiere "tocar", porque parece que se habla del final para siempre, de la nada absoluta, de desaparecer para toda la eternidad.
A mí, me apasiona hablar de la muerte, porque he estado, especialmente en una ocasión, muy cerca de ella, pero en los planes de Dios no entraba el que la experimentara.
Recuerdo cuando era niña, y, luego, cuando dejé de serlo, que sin más ni más me recorría un escalofrío por dentro, pensando que me tenía que morir algún día. Angustiada profundamente, a veces lleguá a llorar.
Tuvo Dios que trabajar mucho y de diversas maneras, para que descubriera en ella, como decía san Francisco de Asís, a una hermana que me introducía en la Vida de verdad.
La muerte es un puerta, de apariencia terrible, ante la que muchas veces se siente el miedo más grande.
Pero vivir cada día teniéndola en el pensamiento, siendo consciente que puede llegar en cualquier momento, a mí me ayuda a relativizarlo todo y a experimentar que, aunque la duda de cómo será da un cierto estremecimiento interior, es el único modo de encontrarme con Jesucristo. ¿Qué cosa hay más grande?
Ha muerto un chico joven hace tres días. Nunca había cruzado una palabra con él, pero estando en el hospital Dios me ayudó a que fuera a visitarle, y allí, tan cerca de la muerte, descubrí a Jesús, sufriente, dolorido, en plena pasión, que esperaba en Dios y ya no tenía miedo.
Jesucristo era su sostén, su apoyo, su esperanza, ...
Y yo salí renovada, sabiendo que Dios no es malo, que los sufrimientos que permite en mi vida son el mejor regalo, ya que me acercan a la pasión de Su Hijo, que es la verdadera puerta del Cielo.
Él ya está gozando de la presencia de Dios, y no me cabe duda de que estará dispuesto a interceder, por todos los que le queríamos, ante Él.
La enfermedad, la muerte, ..., ¡la Cruz! en definitiva. dulce puerta, no exenta de sufrimiento, que nos consigue la visión del Bien Supremo, el descanso y gozo eternos.
¡Qué bueno es Dios que nos la prepara del mejor modo, para que podamos llegar hasta Él!.

domingo, 1 de agosto de 2010

¿Cómo de grande puede ser el corazón?

Estos días han estado en Valencia, concretamente en Alzira, donde viven mis hijos mayores, un matrimonio muy querido, de Roma, que conozco hace muchos años, antes incluso de que ambos se conocieran y decidieran, asistidos por el Espíritu Santo, unir sus vidas en Cristo. Tienen tres preciosos hijos, verdaderos regalos de Dios.
Y el gozo de verlos una vez más ha llenado estos días mi corazón de alegría.
Siempre me pasa, que cuando alguien muy querido está "a mi lado", el corazón late de un modo distinto, se conmueve, se esponja, y reconoce en cada uno de sus rincones la cantidad de personas que Dios ha ido depositando en él, a través de los años.
Sí, hace tiempo descubrí que en el corazón caben muchísimas personas; y cuantas más "me presenta" Dios, más grande se hace y siempre hay sitio dispuesto a recibirlos.
Tengo presentes personas de mi infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, de mi madurez, ... Y cada día, cuando rezo, hay un momento muy especial, en el que es como si me metiera muy dentro del corazón, y pido a Dios por todos ellos. Es cierto que no recuerdo de un modo especial a todos, ¡son tantos...!
Pero si recuerdo con nombres y apellidos a algunos de ellos. Y cada día me vienen a la memoria unos distintos, según, creo, Dios quiere.
Y, una vez recordados unos, siempre le ofrezco a Dios mis oraciones por todos los demás.
Y, aunque parezca raro, también tengo muy guardados y recordados a algunos que me consta no me quieren y piensan mal de mí. ¡Eso es un don! Porque el daño que, en su momento me hicieron, me dejó muy mal. Pero se que Dios quiere que me preocupe de sus necesidades, porque son sus hijos muy queridos.
Así que, sólo puedo responder a la pregunta del título de estas palabras que el corazón es un regalo que Dios ha hecho al hombre, y le ha dado el don de ir ensanchándose, conforme Él necesita de alguien para que rece insistentemente por sus hijos muy amados y los guarde con cariño para toda la eternidad.
Yo le pido que siga fiándose de mi y me conceda el regalo de muchas más personas para que me preocupe por ellas, y así deje de preocuparme tanto de mí.