domingo, 26 de septiembre de 2010

Cuando un hijo se va

Hay varias maneras de que un hijo se vaya.
Cuando un hijo muere, es una experiencia dura, muy dura, y lo digo porque he pasado por ello. Se llora, y mucho, aunque nadie lo vea ni lo imagine, al ver a los padres serenos, "enteros", como se suele decir. Para mí ha sido muy bueno poder llorar por no tenerla presente físicamente. Es mi hija Paloma.
Pero, qué bueno es Dios que no me dejó en la muerte, enviándome Su Espírit Santo Consolador, que me mantuvo en la fe, y me ayudó, me sigue ayudando, a saber y experimentar que ella sigue viva, en mi corazón y en el Cielo, donde está y me espera, cuando me llegue la hora. Que intercede por mí, por toda la familia.
Cuando un hijo se casa, también se va, pero, en mi caso gracias a Dios, vuelve, pero no sólo, sino con su familia. Ver que tanto tu hijo como tu nuera o tu yerno no tienen ningún problema para ir a tu casa, compartir alimento, risas, lágrimas, ...., poder hablar de todo con afecto, con comprensión, ... es un don de Dios.
Cuando un hijo se independiza, aunque no es mi casa, supongo que tiene que ser, más o menos, como cuando se casa, pues a no ser que sa haya trasladado a otro país, te visitará y seguirá manteniendo contacto con cariño. Claro, siempre y cuando la independización haya sido tomada no como un recurso para huír del hogar paterno, sino por querer vivir todo el "peso" de la vida, su propia vida. Me parece que debe ser una buena experiencia, y no creo que sería problema para mí, pues Dios me ha ido enseñando que los hijos no son míos sino suyos, y que deben seguir su propia vida, sin que los quiera seguir teniendo unidos a mí con una especie de cordón umbilical, que no quiero cortar.
Y, por último, cuando un hijo está presente físicamente en el hogar pero es imposible acceder a él, porque vive su propio mundo, en el que pocas veces, si no ninguna, te deja entrar. Y, cuando lo hace, es cuando te necesita. Así está esa frase que he oído algunas veces de "por el interés te quiero, Andrés".
Pero esa necesidad, por desgracia, y también tengo experiencia de ello, tiene que ver con su espiritualidad, es decir, con dudas sobre la fe, sobre las relaciones interpersonales, con la búsqueda de lo bueno, ..., y mil cosas más, que pueden ayudar a que encuentre el sentido de la vida, su vida.
Es una necesidad de tipo "dame dinero" que necesito comprar cosas de la universidad, apuntes, bolis, bono metro, ..., que no tengo para tomar nada cuando salga esta noche, ...
Para mí, esta es la partida más dolorosa. Mi hijo está desorientado, buscando ser feliz en cosas efímeras, sin importancia.
No comunica a nadie, no sólo a mí, sino a su padre y hermanos, lo que le pasa. Vive "unido" a sus amigos, de los que supongo recibirá "ayuda" .... Pero, ¡qué ayuda, Dios mío! ¿Cómo encontrar una dirección buena si te aconseja alguien que está pasando lo mismo que tú, de tu misma edad, con tus mismos problemas?
"Sólo Dios, sólo Dios", como decía el hermano Rafael.
Y, la pregunta más importante para mí es: ¿qué debo hacer?
Lo tengo muy hablado con Cristo, que fue hijo, que estuvo sometido a sus padres, y más tarde a su madre. Repaso Su vida, las cosas que me dice en los evangelios.
Ante todo, no veo más que rezar insistentemente. Rezar, incluso con lágrimas, como hizo santa Mónica, ante la vida disoluta de su hijo Agustín.
Esperar en Dios, que sigue queriéndole muchísimo más que yo, que es Padre verdadero, que le corregirá con suavidad y amor, no como lo haría yo, que sería con violencia y nada de amor.
Respetar su alejamiento, respondiendo con dulzura ante sus posibles "pequeñas" muestras de cariño, cuando puedan salir de él,sin ser forzado por mí.
Y, "estar siempre". Sí, estar junto a él, sin que lo note. Esperar que me necesite de verdad y no cerrarle la puerta de mi corazón.
Esa creo que es la vía que debo tomar, que de hecho es Dios quien me ha "sugerido"; que es la misma que Él tiene con mi hijo. Como el padre del "hijo pródigo", esperar cada mañana a que aparezca por la lejanía, destrozado, abandonado de todos, habiendo experimentado el desprecio de los demás, con su corazón roto.
La partida de un hijo, cuando es de esta manera, hace sufrir mucho; el demonio me "pincha" para que responda con la misma moneda. Pero, gracias sean dadas al Padre, que me "contiene" con un lazo de amor y un torrente de agua viva, que sacia y colma mis deseos de recuperarlo.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Las lecturas del domingo

Hemos ido a la Eucaristía a las seis de la tarde. No éramos demasiados, pero ha sido agradable estar unidos los hermanos. Niños, tampoco había muchos; la gran mayoría de los hijos se han "independizado", viven ya de su propia fe; aún así, han faltados algunos.
Pero el más importante, como siempre, estaba allí. Y, ¡de qué manera! Ya desde la proclamación de las lecturas, ha entrado de lleno en mi corazón, hablándome con la verdad por delante (sólo Él sabe hablar así)
La primera lectura ha sido un retrato de lo que soy; alguien que busca siempre lo mejor para sí misma, que quiere lo que no tiene y, de lo que tiene aún quiere más; bienes materiales tanto como espirituales (me explico: buena fama, prestigio, adulaciones,...)
Un pozo sin fondo, insaciable redomada, acaparadora de todo lo que se le pone delante.
Y, aún podría seguir, pero supongo que quien me lea, es posible que me comprenda; al menos, eso espero.
El evangelio retrata con dulzura el hombre que me gustaría ser, el que carece de todo, el que pide y no se le da nada, el que sólo tendrá una recompensa, pero, la mejor. Porque sólo tiene a Dios, porque vive en Su voluntad y la acepta, sin protestas, dejando que, al menos los perros le laman sus heridas.
Y la segunda lectura, me abre los ojos a la verdad. Y la verdad, para mí se encierra en una frase: "Combate el buen combate de la fe"
La misericordia de Dios conmigo no tiene límites; caigo en tentación, me siento muerta, nada tiene sentido porque he perdido el oriente, ...; pero, ahí, junto a mí, tendiéndome Su mano para sacarme del mar oscuro, Jesús aparece en el momento oportuno.
¿Cómo vivir sin combatir? Jesús mismo me ayuda una y otra vez animándome a estar alerta, por si viene el ladrón y...
¡Qué duro es el combate!, pero, ¡qué malo será mi final si no combato! Desprendida de todo, especialmente de mí, de mis gustos, de mis ilusiones, de mis deseos, ..., de mi egoísmo, viviendo, como el Hermano Rafael, el "Sólo Dios".
Combate de Oración, Limosma, Ayuno. Cada día, sin ceder un milímetro, alejando todo mal pensamiento, todos los que mete sibilinamente el demonio, para destruirme.
De mi corazón hoy sólo sale agradecimiento a Dios, por Su misericordia.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

El perdón de Dios

Anoche tuvimos una celebración Penitencial; la primera de este curso.
Por lo que he oído, hay personas que esperan a estos actos para confesar sus pecados, esperando el perdón de Dios.
También yo, hace ya tiempo, hacía lo mismo. La verdad es que si no se convocaba una celebración, ni me daba cuenta de que era una gran pecadora.
¡Claro!, supongo que sólo pensaba que el pecado era en relación a Dios, y como había vuelto a la Iglesia a los diecisiete años, pues ya nada hacía en "Su contra". Y vivía tan contenta, pensando que eran los otros los que me hacían daño, me ignoraban, hablaban mal de mí, ... ¡Siempre los otros! ¡Menuda equivocación!
Gracias que Dios me llevó a la realidad y empecé a ver que también yo hacía daño a los demás, los ignoraba, hablaba mal de ellos, ..., era una egoísta integral. (Aún lo soy)
Y fue a partir de ese momento cuando empecé a sentirme muy mal cada vez que pecaba, pues dañar a un hijo de Dios no era cualquier cosa, incluso yo salía dañada; el Cuerpo Místico de Cristo, gracias a la Comunión de los Santos, se alegra con el bien de uno de sus miembros y sufre cuando es dañado.
Hoy procuro estar atenta, velando como dice Jesucristo, para descubrir el mal que hago, incluso el que pueda hacer sin darme cuenta. Mis confesiones son totalmente reparadoras, mi corazón recibe la gracia del Espíritu Santo, y "puedo inspirar" el amor de Dios, y, sólo con por Él puedo "espirarlo", en favor de los demás.
El demonio está siempre atento y me coge en muchas debilidades; ese es su principal cometido; levantarme sólo me es posible con la ayuda del Espíritu Santo; pero, más tarde o más temprano, mi alma necesita acudir al confesonario.
Y, ¡feliz culpa que mereció tan gran Redentor! Cada confesión es la evocación de un hombre, como yo en todo menos en el pecado, que se dio totalmente, hasta la última gota de Su sangre, por mí, por mi salvación. El hombre Cristo. ¡Nunca encontraré un Amor tan grande!

lunes, 20 de septiembre de 2010

Los que siempre hacen su voluntad

Si, yo soy uno de esos. Toda mi vida he luchado contra todo y contra todos para hacer lo que quería, lo que más me convenía, lo que pensaba me iba a dar la felicidad, ... ¡Un error completo!
Sólo siguiendo la voluntad de Dios es como la felicidad completa se puede alcanzar. No hace falta nada más.
Pero hoy no voy a hablar de mí, concretamente. Si es de alguien relacionado a mí, del que no voy a dar datos concretos, porque prefiero que sólo entienda el que sabe de qué va.
Esta persona ha hecho toda la vida su "santa" voluntad. No se ha plegado a nadie ni ha llegado a pensar que podría estar equivocado en alguna de sus ideas, apreciaciones, opiniones,... Es cierto que desde que conoció a Dios más íntimamente, su vida cambió; pero ahora, con unos ochenta años, el "hombre viejo" se le sale por los poros, y, en muchas ocasiones, se deja llevar por él.
En fin, lo que aquí quiero comentar, por encima, es que ha querido renovar el carnet de conducción, y lo ha conseguido.
En cuanto a las personas que le quieren de verdad, han movido cielo y tierra para impedírselo. Y no porque crean que es demasiado mayor para conducir, que sí lo es, sino porque lleva sobre sus espaldas un ictus, un "problemilla" del corazón que le ha apegado para siempre a un marcapasos, varios desvanecimientos, ...
Y, después de conseguir el informe de un doctor, en el que le invalida para conducir, en Tráfico han discernido queno hay ningún problema, que es una persona completamente apta, en pleno rendimiento físico y sicológico, y que conducirá perfectamente bien.
O, ¿no va a ser eso lo que opinan en Tráfico?
Pues, según creo, y alguien me ha comentado, a esta persona no se le va a tener en cuenta su aptitud, sino que lo que va a decidir, es decir, ha decidido es su "bolsillo"
¡No, no, que nadie se precipite! No estoy diciendo que ha ido en plan "mafioso", soltando pasta a diestro y siniestro, para conseguir su idolatrado carnet de conducir,¡sólo nos faltaba eso!
La cosa es bastante más sencilla, más "natural", en España nada ni nadie se mueve por el "interés", ¿verdad?. No, sólo es que, cuantos más carnets se concedan, más serán los que tengan que tributar. Si, lo del famoso sellito que te pegan en el parabrisas para que tu coche pueda circular. ¡Maravilloso!
Y así, del modo más inocente, no sólo esta persona enferma y mayor lleva su carnetito en el bolsillo, sino que habrán muchas más, como ella, que llevarán los suyos, y, ¡tan felices!
Sólo podemos rezar para que las complicaciones posibles sean las menos.
¡Gracias por todas vuestras oraciones!

domingo, 19 de septiembre de 2010

El apego a las cosas

Hoy, en el Evangelio dominical, Dios me presenta la necesidad de elegir, entre Él y el dinero.
Mi vida ha estado llena de situaciones en las que he tenido que elegir, y, aunque reconozco que la elección "por excelencia" es la que hoy remarca el Evangelio, la elección entre unas cosas u otras, entre unas situaciones u otras distintas, ..., el apego a todo aquello que me hace sentir "dominadora", especial, ...., siempre han estado y están a la vuelta de la esquina.
Hace algún tiempo me di cuenta que estaba muy "apegada" a una colección de muñecas pequeñas, y que no me gustaba que nadie me las tocase; así que, decidí separarme de ellas. Pero, aún hubo alguna, muy especial, que no pude alejar de mí.
Estoy apegada a muchísimas cosas, más de las que yo misma imagino. Y la verdad es que una es importante: ¡Sólo Dios! (ésta es una frase del hermano Rafael)
Bien, pues hace poco más de una semana, me llamaron del arzobispado para decirme que, si me interesaba, podía volver este curso al colegio en el que estuve de sustitución el curso pasado.
Aunque, cuando cesé en junio, sabía perfectamente que jamás volvería, pues no tengo antigüedad y sólo puedo seguir haciendo sustituciones, la noticia me hizo enseguida dar gracias a Dios, que es el único que puede contra los "imposibles"
Me sentía enormemente felíz, ilusionada; haciendo planes de sobre cómo quería arreglarme el aula, las cosas que se debían tirar, las que se podían conervar, ...
Sólo tenía que esperar a que me llamasen del Prop para firmar el contrato. Pero, después de una semana, decidí informar al arzobispado que todavía no me habían llamado.
La sorpresa que recibí fue bastante desagradable. No me habían podido llamar antes, porque estaban muy liados, pero no podía ocupar esa plaza, al menos por este nuevo curso. La explicación que me dieron, la verdad es que no la entendí.
Llamé al colegio, para avisarles, y sabían que no iba a ir, porque ya habían hecho averiguaciones, ¡Estaban muy enfadados con los encargados del tema en el arzobispado!
Bien, en cuanto me rehice del "golpe", volví mi corazón a Dios, sabiendo que todo lo que acontece en mi vida es Él quien lo permite, y, además, jamás me ha sucedido nada malo. Así que, sólo le pedí que me ayudara, mediante el Espíritu Santo, a poder salir, poco a poco, cuando quisiera, de la tristeza que me había inundado.
¡Sí, he dicho tristeza! ¿Que por qué?
Pues porque una vez más me había "apegado" a una nueva situación; había hecho mis planes, como la lechera del cuento, y todo se había ido al traste.
Deseaba que todo fuera bien, que nada se hubiera "movido", después de la primera noticia, estupenda para mí. Mi corazón estaba más apegado a ella que a nada, confiaba tener un curso maravilloso, acompañada de un buen claustroo de maestros, de los niños difíciles, que tanto me gustaban, ..., y no cabía ni una sola sospecha de que algo podía de dejar de salir como esperaba.
Ahora, aún en medio de una cierta tristeza, que no desesperación ni pensamiento de que Dios se haya equivocado, vuelvo a reconocer qué difícil me resulta "apegarme" a lo único verdadero: ¡Sólo Dios!
¡Qué lejos me queda la santidad...!

sábado, 11 de septiembre de 2010

El bien que dejo de hacer

Hoy es un día triste para mí. Sólo la misericordia de Dios, saber que me ama a pesar de todo, me da deseos de seguir adelante, de estar alerta la próxima vez que me encuentre con Jesucristo y lo deje, sin más.
Por otra parte, he querido escribir el hecho, que a continuación relataré, para que todos los que lean el blog, que creen que me conocen y que soy una "buena" persona, vayan olvidándose de la "cristianísima" Mari Carmen y descubren mi realidad.
La cuestión es que iba yo caminando hacia la frutería, con pensamientos "muy espirituales", y al lado de un parquecito cercano a mi casa, veo a un hombre tumbado de lado en el suelo, dormido. Muy flaco, mal vestido, más bien sucio.
¿De qué me han ayudado esas "oraciones" mías? Porque lo que ha pasado es que he vuelto la mirada hacia otra parte y he seguido caminando.
Pero, eso sí, la certeza de estar haciendo el mal, me ha ido pesando todo el tiempo; de regreso a casa, cuando pensaba rectificar y llamar a urgencias, he visto que una pareja joven estaba con dos policías y el hombre estaba sentado en un banco.
He tenido tiempo de oir a un policía que se trataba de un hombre que vive en una borrachera continua, que va por los bares ....
Aún ahora, que estoy escribiendo ésto, me pesa el no haber estado atenta y no dejar la oportunidad de ayudar a Jesús en ese pobre hombre. Pero, como he encabezado mi escrito, el bien que dejo de hacer, es irreparable.
Y hoy, precisamente, el evangelio decía, entre otras cosas preciosas, que "el que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, saca el mal"
Ya no voy a decir nada más. Sólo una cosa, y repito, nadie se lleve a engaño conmigo.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Mis lecturas

Nunca agradeceré lo suficiente a Dios que me concediera la pasión por la lectura. Es cierto que en muchas ocasiones, especialmente durante mi adolescencia, cayeron en mis manos lecturas nada recomendables. ¿Cosas de la edad o del pecado que me domina desde que nací?
Tengo muy presente una vez en que, a escondidas de mis padres, busqué, encontré y leí un libro del que les había oído hablar con sus amigos, de forma muy "picarona", y que habían comprado.
Cuando descubrí dónde lo tenían escondido, empecé a leerlo. Y, cuanto más leía, más quería seguir leyendo, dando a mi imaginación motivo para alienarme en lo que no debía, porque me hacía mucho daño.
Es posible que hubiera otras lecturas inadecuadas, pero aquella me marcó, hasta el punto de no olvidarlo hasta hoy.
Y no tuvieron la culpa de que leyera aquel libro, que por cierto llevaba por título "La Romana" (¿alguien lo conoce?) mis padres, pues lo escondieron desde el primer momento en que llegó a casa. El problema es que he sido muy "registradora" de todo lo que teníamos en casa, y, la insistencia con la que lo busqué, desgraciadamente tuvo éxito.
En fin, aunque desde el comienzo aquel hecho fue fruto de mi pecado, no puedo más que dar gracias a Dios que fue curando aquellas incursiones mías por ese mundo de concupiscencia desatada.
Bien, pues volviendo al inicio, se que el gusto por la lectura no todos lo tienen; así que me siento privilegiada por disfrutar de él.
A lo largo de mi vida he ido pasando por diversos temas de preferencia: romántico, de intriga, cómico, aventuras, ... Pero en el que estoy actualmente me está durando mucho más que todos los demás y el disfrute es inmensamente mayor.
El tema religioso.
¡Qué satisfacciones me está dando!
He leído, vidas de santos, escritos de los Santos Padres, cartas apostólicas, encíclicas, .... Y, cómo no, la Biblia, no de un tirón, que me atragantaría, sino a pequeños pedacitos, cada día, Antiguo y Nuevo Testamento.
Pero a lo que iba, últimamente estoy disfrutando con la lectura de la vida del hermano Rafael, san Rafael Arnáiz, trapense. Y de sus escritos, de su manera de vivir la fe, de luchar por vivir en la aceptación de la voluntad de Dios en su vida, por alcanzarla humildad, por descansar en la mansedumbre, ....
¡Diría tantas cosas, ...! Pero siempre me quedaría corta.
Ayer no podía dormir, pues estaba acabando el segundo libro sobre él. Y cuando lo acabé, tampoco podía dormir porque mi espíritu estaba muy despierto, degustando algunas palabras, algunas frases, ...
Seguramente alguno estará pensando que ¡basta ya con el temita!, pues estoy tan a gusto con él, porque me une más a Cristo, que no hago más que hablar de él.
Mis más humildes perdones, pero cuando se encuentra una perla preciosa es lo mejor compartirla con los demás.
Estaría contenta si con esta "pesadumbre" mía hacia los demás, salgan ganado y les entre el "gusanillo" y decidan adentrarse en esa vida tan sencilla y tan apasionante a la vez, del hermano Rafael.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Cuando las nubes no dejan ver el sol

Siempre he sido amante de la naturaleza; pero cuando más me ha gustado ha sido cuando el sol lucía en lo alto, dando a los colores la mayor intensidad.
Al contrario, cuando las nubes han cubierto por completo el cielo, los tonos grisáceos parece que me han producido cierta melancolía.
Pero, a pesar de las nubes, el sol estaba allí, en lo alto, luchando con ellas para hacer llegar los rayos atenuados de su luz.
Por otra parte, también en mi vida ha habido temporadas soleadas y otras borrascosas.
Y hasta no hace mucho, en esas temporadas borrascosas era incapaz de sobreponerme, ya que las nubes no me dejaban ver más allá de mis "desventuras".
Aunque, de un modo u otro, Dios ha ido enviándome estrellitas que me daban las fuerzas para vivir que no tenía.
San Juan de la Cruz, santa Teresita de Lisieux, san Maximiliano Kolbe, ...; pero una de las que me ha impactado, me ha "empujado" a seguir, a no rendirme, a saber con certeza que el sol siempre está, aunque no lo dejen ver las nubes, ha sido el hermano Rafael, san Rafael Arnáiz Barón, trapense en san Isidro de Dueñas.
No hace ni dos años que lo conozco, pero ha sido una estrella fulgurante, que Dios ha enviado a mi vida, para que desee su humildad, su aceptación de la voluntad de Dios, su espiritualidad sencilla y sincera, ... ¡Tantas cosas, ....!
Y, ante todo, saber que lo más importante en la vida es: ¡SOLO DIOS!
Y, cuando alguien me habla de él porque también lo conoce, el corazón salta en mi pecho de alegría, pues estoy segura que todo el bien que está haciendo en mi, también lo hará en otra persona.
Santo reciente de nuestros días, ante quien no creo que nadie se quede indiferente. Hablar con detenimiento de él en este, mi humilde blog, sería pretender saberlo todo de su vida. Y no, no sé casi nada.
Porque para conocer a un santo se precisa toda una vida, pues por mucho que se lea sobre él, siempre se encuentran detalles nuevos y "sabrosos"
Sólo una cosa más. A quien quiera leerme sólo animarle a que lo conozca. ¡Nada más! Y, ¡SOLO DIOS!