Antes de nada, he de decir una cosa, que me parece muy bonita, sobre la Oración. No sé si la he oído, dónde, cuándo, ..., o si ha sido una inspiración del Espíritu Santo para mi vida.
Estamos haciendo en nuestra parroquia un paso de la Oración. Yo no puedo decir, porque mentiría, que estoy "enterada" por completo de lo que es la Oración. Hace muchos años ya, estaba embarazada de mi segundo hijo, que recibí una serie de catequesis sobre ella. Cada una me impactó mucho, y desde ese momento, empecé a relacionarme con Dios de un modo distinto.
Pero confieso que cada vez que hemos hecho de nuevo este paso, por tenerlo que llevar a hermanos de otras comunidades, me ha hecho muchísimo bien.
Porque camino y Oración están para mi muy unidos. Pues sin Oración soy incapaz de caminar, y, por lo tanto, de acercarme a Dios, de estar preparada para escucharle.
He descubierto que la Oración es el modo de relacionarse de "Alguien" que quiere amar, con "alguien" que necesita ser amado. Por lo tanto, sin Oración también se ve disminuida en gran manera la necesidad de buscar el amor en quien lo es en esencia.
Y de todo ésto, durante estos días de vida intensa en la Oración, he tenido tiempo para pensar en tantos y tantos santos que, a lo largo de la historia de la Iglesia, han ido alcanzando la altura de Cristo. Y para ello se que la Oración ha sido imprescindible en su relación con el Dios Amor.
Y también he recordado aquellos de los que se ha sabido, después de muertos, que se acercaban al sufrimiento de Cristo sufriendo sobre sus carnes, voluntariamente, los aguijones de los cilicios.
Y pensaba: Claro, los llevaban para ser santos"
Pero con todo esto de la Oración, de la relación amorosa que entraña vivir cada día dependiendo de ella, me he dado cuenta de que no llevaban cilicio porque eran santos, sino porque deseaban serlo y ponían de su parte todo lo que les ayudaba a acercarse a la santidad.
Descubrían que el cuerpo se rebelaba y exigía cosas que no le convenían. Lo mismo que el alma, el corazón, que se empeñaba en buscar la felicidad lejos de Dios.
¡Cuántos sufrimientos, cuando el demonio les hostigaba con las tentaciones más crueles! Y ellos, luchando contra las apetencias del cuerpo y las del alma.
Y se valían de ayudas interiores, como las que da el Espíritu Santo, y las exteriores, como los suplicios que consentían en sus cuerpos, y aún los buscaban.
En fin, la conclusión que saco de todo ésto es que ni espiritual ni fisicamente busco refugio en la humillación, del modo que sea. Huir una y más veces de todo lo que signifique sufrir. Y así, como todos sabéis, lo que logro es apartarme de la santidad y meterme de lleno en el sufrimiento del pecado y la muerte.
Ruego a Dios que se apiade de mi y me conceda, algún día, entrar en el sufrimiento que ayuda a crecer hacia Jesucristo, consiguiendo poco a poco, y con la ayuda del Espíritu Santo parecerme un poquito a Él.
Es un blog nuevo, por tanto viene con frescura, lleno de sinceridad, con comentarios llenos de vida, sin intención de convencer a nadie, pero sí de hacer pensar.
sábado, 11 de junio de 2011
sábado, 21 de mayo de 2011
A veces, me pregunto ¿por qué?
Sí, a pesar de saber con certeza que Dios nunca me da nada malo, que nunca permite en mi vida situaciones de sufrimiento sin pleno sentido, de experimentar que me ama y no se arrepiente de haberme elegido, el demonio me lleva a pensar por qué en mi matrimonio soy yo la que "acapara" los sufrimientos físicos.
Mi marido pasa un resfriado de un día, terrible; se ha caido tres veces "gordas" de la bicicleta y sólo se le ha roto la clavícula del hombro derecho, con un corte limpio, que, a pesar de no guardar el reposo según le recomendó nuestra doctora, se le fusionará perfectamente, y seguirá adelante con su gran afición.
Yo, sin embargo, he pasado varios embarazdos de reposo, he pasado por el quirófano no sé ya las veces, y casi siempre he tenido que pasar de nuevo al quirófano, porque las operaciones no salieron bien. La vez más peligrosa para mi vida "física" fue la última, en la que al quitarme la matriz y los ovarios, me perforaron el intestino.
Secuelas de la mayor parte de las operaciones las he tenido, las tengo y, de ser conveniente para mi vida espiritual, las tendré hasta la muerte.
Me llamó la atención una frase de santa Teresa de Jesús, cuando, a consecuencia de sus males físicos y espirituales, le decía con confianza a Dios que no la quisiera tanto. En la Biblia dice que Dios a los que más quiere más los prueba.
Aún sabiendo ésto, como decía en el título, a veces me "enfado" con Dios.
Y me he dado cuenta de que más de una vez he envidiado a mi marido y he pensado que podría Dios "tocarlo" algo más y dejarme un poquito "respirar"
Le doy gracias, porque me da la posibilidad de acercarme al sacramento de la Penitencia, por el que me humillo ante Jesucristo, reconociendo que mis sufrimientos son mínimos ante los que Él sufrió por amor a mí. Y, recibiendo la fuerza del Espíritu Santo, es como si resurgiera de mis "cenizas" y, con un alma preciosa, volviera a vivir, o, al menos, intentarlo, acpetando la voluntad de Dios, Su Amor extraordinario hacia mí, mediante el seguimiento fiel a Jesucristo.
En realidad, mi verdadero Esposo es Él, y me entiende, me consuela, me anima, alegra mi vida con todo el Amor que me tiene y que experimento tantísimas veces.
Amigos, hermanos, espero que ésta, mi pobre experiencia, os ayude a tener un encuentro con Jesucristo, que comprende nuestros sufrimientos, porque pasó antes por ellos.
Mi marido pasa un resfriado de un día, terrible; se ha caido tres veces "gordas" de la bicicleta y sólo se le ha roto la clavícula del hombro derecho, con un corte limpio, que, a pesar de no guardar el reposo según le recomendó nuestra doctora, se le fusionará perfectamente, y seguirá adelante con su gran afición.
Yo, sin embargo, he pasado varios embarazdos de reposo, he pasado por el quirófano no sé ya las veces, y casi siempre he tenido que pasar de nuevo al quirófano, porque las operaciones no salieron bien. La vez más peligrosa para mi vida "física" fue la última, en la que al quitarme la matriz y los ovarios, me perforaron el intestino.
Secuelas de la mayor parte de las operaciones las he tenido, las tengo y, de ser conveniente para mi vida espiritual, las tendré hasta la muerte.
Me llamó la atención una frase de santa Teresa de Jesús, cuando, a consecuencia de sus males físicos y espirituales, le decía con confianza a Dios que no la quisiera tanto. En la Biblia dice que Dios a los que más quiere más los prueba.
Aún sabiendo ésto, como decía en el título, a veces me "enfado" con Dios.
Y me he dado cuenta de que más de una vez he envidiado a mi marido y he pensado que podría Dios "tocarlo" algo más y dejarme un poquito "respirar"
Le doy gracias, porque me da la posibilidad de acercarme al sacramento de la Penitencia, por el que me humillo ante Jesucristo, reconociendo que mis sufrimientos son mínimos ante los que Él sufrió por amor a mí. Y, recibiendo la fuerza del Espíritu Santo, es como si resurgiera de mis "cenizas" y, con un alma preciosa, volviera a vivir, o, al menos, intentarlo, acpetando la voluntad de Dios, Su Amor extraordinario hacia mí, mediante el seguimiento fiel a Jesucristo.
En realidad, mi verdadero Esposo es Él, y me entiende, me consuela, me anima, alegra mi vida con todo el Amor que me tiene y que experimento tantísimas veces.
Amigos, hermanos, espero que ésta, mi pobre experiencia, os ayude a tener un encuentro con Jesucristo, que comprende nuestros sufrimientos, porque pasó antes por ellos.
martes, 10 de mayo de 2011
Por si fuera poco
Ya hace días de la celebración de la Pascua. No tengo palabras para describir el impacto que este año, como los anteriores, me ha causado poder acompañar a Jesucristo en su pasión, muerte y resurrección.
Pero, la verdad es que prefiero quedármelo en el corazón, ya que es un tesoro, y es para mí.
Sin embargo, sí contaré la maravillosa experiencia del inicio del tiempo pascual, que me llevó, con Emilio, Pura y Esteban, a san Isidro de Dueñas, monasterio en el que vivió su experiencia espiritual y su muerte el hermano Rafael, ya canonizado.
Mi principal intención era acercarme a él, conocerle, rezar a su lado, ... Sin embargo, nada de eso sucedió, pues buscándolo a él, él me llevó a un encuentro personal con Jesucristo, especialmente en una capilla pequeña del segundo piso de la acogida, donde se encontraba dentro del sagrario, y también representado por un gran crucifijo, en el que Su cuerpo yacía muerto.
No olvidaré jamás cuántas cosas me dijo, de qué manera me escucho, y como me ayudó a seguir mi vida.
Pero la sorpresa no acabó allí. Pues después de tres días en el monasterio, fuimos al monasterio de la nueva congregación Iesu Comunio, donde mi intención era estar con Kati, a la que me ha unido Cristo de un modo, como sólo Él lo sabe hacer, de manera que ella reza por mí y yo por ella, en una relación de Amor puro.
Pues bueno, resultó que deseando encontrarme con ella, ella me acercó a la Virgen María, representada por una imagen preciosa, en la que aparece joven y embarazada de Jesús, sentada y dispuesta a recibir en su regazo, sobre sus rodillas, a todo el que necesite depositar sus sufrimientos en ella que, como Madre que es, jamás dela de lado a nadie.
Luego, el broche final de la semana "in albis" fue pasar la mañana del domingo de la Misericordia, pegada a la televisión, gozando con el acto de la beatificación de Juan Pablo II en la plaza del Vaticano.
Pero Dios es más generoso y ahora me regala las eucaristías pascuales, donde la presencia de Jesucristo es real.
¡Por si fuera poco!
Pero, la verdad es que prefiero quedármelo en el corazón, ya que es un tesoro, y es para mí.
Sin embargo, sí contaré la maravillosa experiencia del inicio del tiempo pascual, que me llevó, con Emilio, Pura y Esteban, a san Isidro de Dueñas, monasterio en el que vivió su experiencia espiritual y su muerte el hermano Rafael, ya canonizado.
Mi principal intención era acercarme a él, conocerle, rezar a su lado, ... Sin embargo, nada de eso sucedió, pues buscándolo a él, él me llevó a un encuentro personal con Jesucristo, especialmente en una capilla pequeña del segundo piso de la acogida, donde se encontraba dentro del sagrario, y también representado por un gran crucifijo, en el que Su cuerpo yacía muerto.
No olvidaré jamás cuántas cosas me dijo, de qué manera me escucho, y como me ayudó a seguir mi vida.
Pero la sorpresa no acabó allí. Pues después de tres días en el monasterio, fuimos al monasterio de la nueva congregación Iesu Comunio, donde mi intención era estar con Kati, a la que me ha unido Cristo de un modo, como sólo Él lo sabe hacer, de manera que ella reza por mí y yo por ella, en una relación de Amor puro.
Pues bueno, resultó que deseando encontrarme con ella, ella me acercó a la Virgen María, representada por una imagen preciosa, en la que aparece joven y embarazada de Jesús, sentada y dispuesta a recibir en su regazo, sobre sus rodillas, a todo el que necesite depositar sus sufrimientos en ella que, como Madre que es, jamás dela de lado a nadie.
Luego, el broche final de la semana "in albis" fue pasar la mañana del domingo de la Misericordia, pegada a la televisión, gozando con el acto de la beatificación de Juan Pablo II en la plaza del Vaticano.
Pero Dios es más generoso y ahora me regala las eucaristías pascuales, donde la presencia de Jesucristo es real.
¡Por si fuera poco!
domingo, 24 de abril de 2011
"Mis planes no son vuestros planes"
“Mis planes no son vuestros planes”, me dijo ayer, en la celebración de la Vigilia Pascual, Dios. Esas fueron las palabras que quedaron en mi corazón, como base sobre la que Cristo quiere que empiece el tiempo de Pascua.
Porque tengo un gran pecado; querer llevar mi vida adelante, pensando que se lo que me conviene. Pero no me quedo ahí solamente. Resulta que también tengo las cosas “claras” sobre lo que conviene a los demás, especialmente a los más cercanos.
Y cuando las cosas no se hacen como yo quiero, sale de mi corazón un “huracán”, que se manifiesta en juicio, unas veces que no se ve y otras que sí, y que consigue herir profundamente a los que quiero amar con todo mi ser.
“Yo soy Dios y no hay otro”, dice el único Dios verdadero; pero yo vivo como si el lugar de Dios fuera el mío, es decir, yo soy Dios, yo, Mari Carmen Fliquete García.
Y en muchas ocasiones soy capaz de no querer cambiar mis planes, ni siquiera cuando en ello me va la vida. Porque cuando sigo mis planes, me muero siempre.
Pero no soy un caso perdido, porque ayer Cristo resucitó por mí y para mí. Para que yo tenga, vida Él tuvo que padecer mucho, hasta morir en la Cruz.
Y ese Amor derramado abundantemente, que manó de Su costado traspasado, es el que, poco a poco, día a día, segundo a segundo, podrá transformar mi deseo de ser Dios en deseo de ser simplemente Su hija, Su pequeña, la niña de Sus ojos.
Vivir sin que nadie me vea ni me tenga en cuenta, vivir para los demás, vivir en el Amor que lleva a la Vida Eterna.
Ahí Cristo mío, desde el sagrario, tiende, con un hilo invisible hasta mi corazón, el ansia de amarte y de amarte en los demás.
Tú que has resucitado, resucita en mí y transforma mi corazón muerto por el pecado en un corazón de carne que se pueda donar por completo.
Nada vale en esta, mi pobre vida, cuando sigo los planes forjados en mi corazón independiente y separado de Dios. Sólo Tú, Padre bueno, sólo Tú en mi corazón, por la intercesión de la Virgen María, por el Espíritu Santo, en Cristo muerto y resucitado.
¡CRITO HA RESUCITADO, ALELUYA! ¡VERDADERAMENTE HA RESUCITADO!
Porque tengo un gran pecado; querer llevar mi vida adelante, pensando que se lo que me conviene. Pero no me quedo ahí solamente. Resulta que también tengo las cosas “claras” sobre lo que conviene a los demás, especialmente a los más cercanos.
Y cuando las cosas no se hacen como yo quiero, sale de mi corazón un “huracán”, que se manifiesta en juicio, unas veces que no se ve y otras que sí, y que consigue herir profundamente a los que quiero amar con todo mi ser.
“Yo soy Dios y no hay otro”, dice el único Dios verdadero; pero yo vivo como si el lugar de Dios fuera el mío, es decir, yo soy Dios, yo, Mari Carmen Fliquete García.
Y en muchas ocasiones soy capaz de no querer cambiar mis planes, ni siquiera cuando en ello me va la vida. Porque cuando sigo mis planes, me muero siempre.
Pero no soy un caso perdido, porque ayer Cristo resucitó por mí y para mí. Para que yo tenga, vida Él tuvo que padecer mucho, hasta morir en la Cruz.
Y ese Amor derramado abundantemente, que manó de Su costado traspasado, es el que, poco a poco, día a día, segundo a segundo, podrá transformar mi deseo de ser Dios en deseo de ser simplemente Su hija, Su pequeña, la niña de Sus ojos.
Vivir sin que nadie me vea ni me tenga en cuenta, vivir para los demás, vivir en el Amor que lleva a la Vida Eterna.
Ahí Cristo mío, desde el sagrario, tiende, con un hilo invisible hasta mi corazón, el ansia de amarte y de amarte en los demás.
Tú que has resucitado, resucita en mí y transforma mi corazón muerto por el pecado en un corazón de carne que se pueda donar por completo.
Nada vale en esta, mi pobre vida, cuando sigo los planes forjados en mi corazón independiente y separado de Dios. Sólo Tú, Padre bueno, sólo Tú en mi corazón, por la intercesión de la Virgen María, por el Espíritu Santo, en Cristo muerto y resucitado.
¡CRITO HA RESUCITADO, ALELUYA! ¡VERDADERAMENTE HA RESUCITADO!
domingo, 17 de abril de 2011
Domingo de Ramos
DOMINGO DE RAMOS
Un año más, 2011, empezamos la Semana Santa entrando por la puerta imaginaria del Domingo de Ramos.
En el colegio, bueno, en los tres colegios que voy, sustituyendo a la maestra que ha dado a luz, preparé unas invitaciones, en las que los mismos niños pedían a sus padres que les llevaran a la parroquia para celebrar el Domingo de Ramos.
¿Cuánto éxito habrá tenido esta invitación?, no lo se, ni haré nada por saberlo. Como dice el mismo Cristo en el evangelio, unos echan las semillas y otros recogerán el sembrado.
Pero sí puedo decir que me preocupan esos niños y sus familias, porque también para ellos es importante el que Nuestro Señor entrara en Jerusalém montado en un pollino, en un humilde asno.
Es importante que pudieran descubrir que la realeza de Jesús no es como la de los reyes que se conocen desde antaño a nuestros días (la verdad es que actualmente los reyes no suelen ser lo que eran, pero...).
Nuestro rey, Rey con mayúsculas, es un rey sencillo, humilde, que no vocea para que le respeten, que no se hace de notar, que se humilla ante sus “súbditos” y está preparado para servirles, antes de que le sirvan a Él.
Yo, gracias a Dios, ésta es una fiesta que vivo desde hace bastantes años con intensidad, con devoción, con esperanza, …
Hoy, cuando salíamos del colegio de las monjas, donde comienza la celebración, iniciando la procesión, lo hacíamos por la entrada grande del colegio, pasando por una especie de pasadizo.
Iba al final de la cola y, mirando al frente, se veían todas las palmas levantadas, en movimiento, delante del Señor, que llega a regir la tierra con justicia y rectitud. Y digo que al mirar, me venía a la memoria esas imágenes de la película de la Pasión, en que Jesús, cargado con la cruz, mira delante de sí los que le abren el paso, mientras le pegan, le escupen, …, y recuerda lo diferente que fue su entrada a Jerusalém de su salida.
Todos abrían el paso delante de él, y las palmas eran agitadas por los que lo aclamaban enfervorizados como rey de los judíos. Todo era alegría, y a su salida sólo había rabia desatada, insultos, improperios, …
Y yo pensaba que tantas veces aclamo a Cristo, le sigo llena de alegría, con el corazón exaltado; y generalmente eso sucede cuando las cosas salen como me gusta. Sí, Dios me bendice y yo le alabo en Su Hijo Jesucristo.
Pero he de reconocer tantas otras veces que me “ensaño” con Él, porque la vida no viene como espero, las cosas no son lo que quiero y, …
¿Dónde está entonces mi Dios, el Dios al que agradezco cuando todo va bien? ¿Quién soy yo para acusarle de no ser justo conmigo y me vuelvo a insultarle, a rechazar esa clase de realeza, que también quiere para mí?
Mi Dios es un Dios grande, soberano de toda la tierra; así quiero reconocerle y adorarle. ¡Ten piedad y misericordia, Dios mío, que soy una pecadora! Mira las llagas de Tu Hijo, que intercede por mí. Ayúdame a vivir esta Pascua con humildad, con verdaderos deseos de que reines en mí, para siempre, para toda la eternidad.
Rogad por mí, aquellos que sois pacientes y comprensivos y leéis estas líneas. ¡Dios os lo pagará!
Un año más, 2011, empezamos la Semana Santa entrando por la puerta imaginaria del Domingo de Ramos.
En el colegio, bueno, en los tres colegios que voy, sustituyendo a la maestra que ha dado a luz, preparé unas invitaciones, en las que los mismos niños pedían a sus padres que les llevaran a la parroquia para celebrar el Domingo de Ramos.
¿Cuánto éxito habrá tenido esta invitación?, no lo se, ni haré nada por saberlo. Como dice el mismo Cristo en el evangelio, unos echan las semillas y otros recogerán el sembrado.
Pero sí puedo decir que me preocupan esos niños y sus familias, porque también para ellos es importante el que Nuestro Señor entrara en Jerusalém montado en un pollino, en un humilde asno.
Es importante que pudieran descubrir que la realeza de Jesús no es como la de los reyes que se conocen desde antaño a nuestros días (la verdad es que actualmente los reyes no suelen ser lo que eran, pero...).
Nuestro rey, Rey con mayúsculas, es un rey sencillo, humilde, que no vocea para que le respeten, que no se hace de notar, que se humilla ante sus “súbditos” y está preparado para servirles, antes de que le sirvan a Él.
Yo, gracias a Dios, ésta es una fiesta que vivo desde hace bastantes años con intensidad, con devoción, con esperanza, …
Hoy, cuando salíamos del colegio de las monjas, donde comienza la celebración, iniciando la procesión, lo hacíamos por la entrada grande del colegio, pasando por una especie de pasadizo.
Iba al final de la cola y, mirando al frente, se veían todas las palmas levantadas, en movimiento, delante del Señor, que llega a regir la tierra con justicia y rectitud. Y digo que al mirar, me venía a la memoria esas imágenes de la película de la Pasión, en que Jesús, cargado con la cruz, mira delante de sí los que le abren el paso, mientras le pegan, le escupen, …, y recuerda lo diferente que fue su entrada a Jerusalém de su salida.
Todos abrían el paso delante de él, y las palmas eran agitadas por los que lo aclamaban enfervorizados como rey de los judíos. Todo era alegría, y a su salida sólo había rabia desatada, insultos, improperios, …
Y yo pensaba que tantas veces aclamo a Cristo, le sigo llena de alegría, con el corazón exaltado; y generalmente eso sucede cuando las cosas salen como me gusta. Sí, Dios me bendice y yo le alabo en Su Hijo Jesucristo.
Pero he de reconocer tantas otras veces que me “ensaño” con Él, porque la vida no viene como espero, las cosas no son lo que quiero y, …
¿Dónde está entonces mi Dios, el Dios al que agradezco cuando todo va bien? ¿Quién soy yo para acusarle de no ser justo conmigo y me vuelvo a insultarle, a rechazar esa clase de realeza, que también quiere para mí?
Mi Dios es un Dios grande, soberano de toda la tierra; así quiero reconocerle y adorarle. ¡Ten piedad y misericordia, Dios mío, que soy una pecadora! Mira las llagas de Tu Hijo, que intercede por mí. Ayúdame a vivir esta Pascua con humildad, con verdaderos deseos de que reines en mí, para siempre, para toda la eternidad.
Rogad por mí, aquellos que sois pacientes y comprensivos y leéis estas líneas. ¡Dios os lo pagará!
domingo, 10 de abril de 2011
Santificado sea tu nombre
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
¿Cómo santificaré tu nombre, Padre, si en mi corazón está el mal, si cuando me arrepiento de el mal hecho, me reconcilio con Dios, vuelvo a casa feliz, y, cuando menos me lo espero, allí entre las sombras me está esperando el demonio que quiere que mi corazón esté sucio, lleno de las inmundicias del pecado?.
“Santificado sea tu nombre”. Sí, eso quiero, que mi vida sea un sacrificio de alabanza a tu nombre, que tu nombre sea santificado por mi, por una pobre pecadora, que sólo hace lo que sabe, que es pecar.
Por más lágrimas que derramo, por más deseos de arrepentimiento, de desear no pecar más, …, ¡imposible!
Pero, a pesar de ello, no me quiero rendir, que es eso justamente lo que quiere el demonio que haga. Dejarme llevar por el desánimo y no volverme a levantar.
Vivir por siempre en la muerte, en la oscuridad más densa y profunda, para no poder ver de nuevo la Vida. ¿Padre, es qué no habrá solución para mí? ¿Es qué no encontraré el camino de la perfección?
Y, me pregunto, ¿a qué clase de perfección quiero acceder?
Pues a lo largo de los años me he dado cuenta que he buscado la perfección falsa, la que me llevaría a enorgullecerme y darme todos los méritos. Dios, ¿para qué?
La lucha ha sido por ser perfecta, según la mirada de los hombres, pero para Dios, …, nada. Sin Él, nada.
¿Qué perfección es la que Dios ha pensado para mí? Espero no equivocarme cuando digo que esa perfección es la más alejada a la que desea el mundo (que yo he deseado)
Ser la última, estar al servicio de los demás, dar la vida en todo por todos, incluso mis enemigos, …, en resumidas cuentas, amar, AMAR con mayúsculas.
Pero quién me dará un corazón para amar de ese modo. Pues si no lo consigo, jamás alcanzaré la perfección que desea Dios para mí. ¿Quién, quién, …?
Gracias sean dadas al Padre que nos dio a Su Hijo, el único, el que envió de sus entrañas misericordiosas, al que dejó en un abandono total, que sufrió humanamente los dolores más atroces. Y, ¿para qué, Dios mío?
Para algún día tener un cuerpo y un corazón que te santifiquen en todo. Que puedan obrar con amor, especialmente hacia el enemigo. Que puedan hacer obras de Vida Eterna. Que por fin mi corazón no sea un corazón que se busque a sí mismo, sino que busque el bien de los demás.
Pero esto sólo será posible, cuando deje de creerme capaz de conseguirlo sola, si algún día es Cristo quien vive en mí; ser otro Cristo en la tierra. “Ya no vivo en mí, ….”
¿Cómo santificaré tu nombre, Padre, si en mi corazón está el mal, si cuando me arrepiento de el mal hecho, me reconcilio con Dios, vuelvo a casa feliz, y, cuando menos me lo espero, allí entre las sombras me está esperando el demonio que quiere que mi corazón esté sucio, lleno de las inmundicias del pecado?.
“Santificado sea tu nombre”. Sí, eso quiero, que mi vida sea un sacrificio de alabanza a tu nombre, que tu nombre sea santificado por mi, por una pobre pecadora, que sólo hace lo que sabe, que es pecar.
Por más lágrimas que derramo, por más deseos de arrepentimiento, de desear no pecar más, …, ¡imposible!
Pero, a pesar de ello, no me quiero rendir, que es eso justamente lo que quiere el demonio que haga. Dejarme llevar por el desánimo y no volverme a levantar.
Vivir por siempre en la muerte, en la oscuridad más densa y profunda, para no poder ver de nuevo la Vida. ¿Padre, es qué no habrá solución para mí? ¿Es qué no encontraré el camino de la perfección?
Y, me pregunto, ¿a qué clase de perfección quiero acceder?
Pues a lo largo de los años me he dado cuenta que he buscado la perfección falsa, la que me llevaría a enorgullecerme y darme todos los méritos. Dios, ¿para qué?
La lucha ha sido por ser perfecta, según la mirada de los hombres, pero para Dios, …, nada. Sin Él, nada.
¿Qué perfección es la que Dios ha pensado para mí? Espero no equivocarme cuando digo que esa perfección es la más alejada a la que desea el mundo (que yo he deseado)
Ser la última, estar al servicio de los demás, dar la vida en todo por todos, incluso mis enemigos, …, en resumidas cuentas, amar, AMAR con mayúsculas.
Pero quién me dará un corazón para amar de ese modo. Pues si no lo consigo, jamás alcanzaré la perfección que desea Dios para mí. ¿Quién, quién, …?
Gracias sean dadas al Padre que nos dio a Su Hijo, el único, el que envió de sus entrañas misericordiosas, al que dejó en un abandono total, que sufrió humanamente los dolores más atroces. Y, ¿para qué, Dios mío?
Para algún día tener un cuerpo y un corazón que te santifiquen en todo. Que puedan obrar con amor, especialmente hacia el enemigo. Que puedan hacer obras de Vida Eterna. Que por fin mi corazón no sea un corazón que se busque a sí mismo, sino que busque el bien de los demás.
Pero esto sólo será posible, cuando deje de creerme capaz de conseguirlo sola, si algún día es Cristo quien vive en mí; ser otro Cristo en la tierra. “Ya no vivo en mí, ….”
jueves, 7 de abril de 2011
¡Qué difícil estar bien en el trabajo!
Estoy haciendo una sustitución en un colegio, como maestra de Religión, por supuesto. Es un colegio pequeño, de una línea, donde el "plantel" de maestros es reducido.
Cuando llegué me di cuenta de que algunos me miraban bien, otros indiferentemente y otros mal, secilla y llanamente mal.
Reconozco que Dios me ha dado el don de saber relacionarme con las personas, con lo que a los que les caía bien seguí cayéndoles bien, a los indiferentes empecé a caerles bien y a los que no les caía nada bien, bueno, algunos siguen sin tenerme ningún afecto.
También he de decir que algunos de los que se sintieron acogedores al principio conmigo, pienso que al ver en el "círculo" en que me suelo mover con más agrado, dejaron de ser de los "míos".
¡En fin, una cosa muy complicada esto de los compañeros de trabajo!
En este momento hay unos líos "solapados" que, por otra parte no pasan desapercibidos y cada uno se defiende como puede, alguno haciendo caso de eso de que "la mejor defensa es el ataque".
Hoy, mirad cómo está "el patio", uno/a (no me gusta eso de separar a las personas y siempre uso el artículo neutro, que me enseñaron a usar a la perfección desde pequeña; ésta vez lo haré, más que nada porque no quiero que se sepa quien ha sido), que cuando llego a tiempo (SIEMPRE) me hace esperar un buen rato porque antes de dejarme a mis alumnos, los tiene a todos tumbados a todos en el suelo, con un almohadón cada uno, mientras esa persona les va diciendo "que si su cuerpo pesa mucho, que si se les cierran los ojos, que si ¡POR OBRA DE BIRLIBIRLOQUE! (eso lo pienso yo para mis adentros, muerta de risa, pero con un respetuoso silencio) el cuerpo ya no les pesa nada y se van elevando por el cielo, como si de pajarillos del bosque se tratara ("otra" de mi cosecha).
Y cuando ese maestro/a lo cree conveniente, les despierta con prisas, porque se va haciendo "algo" tarde y yo estoy esperando.
Bueno, aunque parezca una comedieta o bodevil, esto es real como la vida misma. Pues hoy, queridos amigos, me he relajado un poco y cuando me acercaba al recinto de infantil oía como esa persona se quejaba de mi tardanza a los niños, que ya había coclocado en el lugar donde damos Religión.
Con una cara de poquísimos amigos, me ha dicho que he de llegar a las tres en punto. Yo, muy respetuosa, le he contestado que como siempre que voy a su clase los tiene en relajación, hoy, que quería hacer algo, me había demorado un poco.
Además, le he dicho: Estaba tranquila, ya que cuando llego he de esperarlos un "poquito" (no he hecho ningún "tonito", como me achaca, con razón, mi marido).
Y tan pancha me ha soltado que hace tiempo que ya no hacen relajación. Ahí me he callado, porque no era momento (ni por mi lo será nunca) de recordarle que la semana pasada, sin ir más lejos, lo hizo.
Y este/a, era uno de esos a los que le cai de maravilla al principio.
¡Qué vamos a hacer! Creo que podré "sobrevivir" todo el tiempo que me quede de sustitución. Seguramente no perderé sueño por su comentario ni me saldrán ojeras por el soponcio de "arrepentimiento" que podría tener, de haberme importado algo la situación en la que me he encontrado.
Amigos, hay cosas que me hacen sufrir, y esto de hoy, no es una de ellas. Como decía san Rafael Arnáiz Barón (el hermano Rafael), ¡Sólo Dios, sólo Dios!
Cuando llegué me di cuenta de que algunos me miraban bien, otros indiferentemente y otros mal, secilla y llanamente mal.
Reconozco que Dios me ha dado el don de saber relacionarme con las personas, con lo que a los que les caía bien seguí cayéndoles bien, a los indiferentes empecé a caerles bien y a los que no les caía nada bien, bueno, algunos siguen sin tenerme ningún afecto.
También he de decir que algunos de los que se sintieron acogedores al principio conmigo, pienso que al ver en el "círculo" en que me suelo mover con más agrado, dejaron de ser de los "míos".
¡En fin, una cosa muy complicada esto de los compañeros de trabajo!
En este momento hay unos líos "solapados" que, por otra parte no pasan desapercibidos y cada uno se defiende como puede, alguno haciendo caso de eso de que "la mejor defensa es el ataque".
Hoy, mirad cómo está "el patio", uno/a (no me gusta eso de separar a las personas y siempre uso el artículo neutro, que me enseñaron a usar a la perfección desde pequeña; ésta vez lo haré, más que nada porque no quiero que se sepa quien ha sido), que cuando llego a tiempo (SIEMPRE) me hace esperar un buen rato porque antes de dejarme a mis alumnos, los tiene a todos tumbados a todos en el suelo, con un almohadón cada uno, mientras esa persona les va diciendo "que si su cuerpo pesa mucho, que si se les cierran los ojos, que si ¡POR OBRA DE BIRLIBIRLOQUE! (eso lo pienso yo para mis adentros, muerta de risa, pero con un respetuoso silencio) el cuerpo ya no les pesa nada y se van elevando por el cielo, como si de pajarillos del bosque se tratara ("otra" de mi cosecha).
Y cuando ese maestro/a lo cree conveniente, les despierta con prisas, porque se va haciendo "algo" tarde y yo estoy esperando.
Bueno, aunque parezca una comedieta o bodevil, esto es real como la vida misma. Pues hoy, queridos amigos, me he relajado un poco y cuando me acercaba al recinto de infantil oía como esa persona se quejaba de mi tardanza a los niños, que ya había coclocado en el lugar donde damos Religión.
Con una cara de poquísimos amigos, me ha dicho que he de llegar a las tres en punto. Yo, muy respetuosa, le he contestado que como siempre que voy a su clase los tiene en relajación, hoy, que quería hacer algo, me había demorado un poco.
Además, le he dicho: Estaba tranquila, ya que cuando llego he de esperarlos un "poquito" (no he hecho ningún "tonito", como me achaca, con razón, mi marido).
Y tan pancha me ha soltado que hace tiempo que ya no hacen relajación. Ahí me he callado, porque no era momento (ni por mi lo será nunca) de recordarle que la semana pasada, sin ir más lejos, lo hizo.
Y este/a, era uno de esos a los que le cai de maravilla al principio.
¡Qué vamos a hacer! Creo que podré "sobrevivir" todo el tiempo que me quede de sustitución. Seguramente no perderé sueño por su comentario ni me saldrán ojeras por el soponcio de "arrepentimiento" que podría tener, de haberme importado algo la situación en la que me he encontrado.
Amigos, hay cosas que me hacen sufrir, y esto de hoy, no es una de ellas. Como decía san Rafael Arnáiz Barón (el hermano Rafael), ¡Sólo Dios, sólo Dios!
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