Sí, el último del año. El 2010 está en las últimas. Apenas unas horas me separan del 2011 y, después de pasar mis buenas horas en la cocina, preparando la cena de esta noche, por fin me meto en la habitación, sobre la cama con las piernas extendidas, bastante cansada, y esperando decir alguna cosa, que cierre este blog por este año.
Por mi parte, mentiría si dijera que ha sido un año fructífero. Mi corazón duro ha acallado muchas de las buenas cosas que el Espíritu Santo ha susurrado en mi corazón. La tónica general ha sido hacer mi "santa" voluntad. Decir muchas cosas sin pensar de las que me he arrepentido cuando era demasiado tarde. Vivir más para mí que para los demás, en los que Cristo me suplicaba amor. Buscar mi propio interés, sin pensar antes que podía hacer daño a algunas personas, que yo pensaba me impedían lograr mi objetivo.
¡Sí, un año del que no puedo estar orgullosa! Y, a los que me lean, no puedo más que pedirles me perdonen, ya que casi todas las cosas que he nombrado es seguro que les habrá afectado.
Nada vale ahora seguir adentrando en todo eso; ¿puedo poner remedio?
Pero lo mejor de todo es que cuantas veces lo he hecho mal y me he arrepentido, Dios ha sido misericordioso conmigo y me ha perdonado. ¡Solo Dios puede hacerlo! ¡Solo Dios!
Ha sido paciente; no me ha rechazado cuando, hundida en el pecado, he alzado los ojos al Cielo y con las manos "sucias" extendidas hacia Él, le he pedido perdón; frente a mi mal, Él ha sacado bien; cuando yo no podía conmigo misma, Él ha sabido demostrarme cuánto me ama, en Su Hijo Jesucristo.
¿Lo mejor de este año que acaba?
¡DIOS!
¡Qué Dios os conceda un año lleno de Paz y Amor!
Es un blog nuevo, por tanto viene con frescura, lleno de sinceridad, con comentarios llenos de vida, sin intención de convencer a nadie, pero sí de hacer pensar.
viernes, 31 de diciembre de 2010
miércoles, 29 de diciembre de 2010
En Navidad
Queridos todos, ¡cuánto tiempo sin publicar nada. He andado bastante atareada estos últimos tiempos. Estoy trabajando de nuevo, la organización de las comidas, las cenas, las lavadoras, la compra, ..., me lleva su tiempo, y a la hora de elegir hay que optar por lo que más favorece al seguimiento de la vida en casa. Sobre todo tener bien atendidos a los míos. Así que lo demás, se ha quedado un poco abandonado.
Pero no por eso Dios ha dejado de seguir aconteciendo en mi vida. É$l, y se lo agradezco humildemente, siempre tiene cosas que decirme, acontecimientos en los que ayudarme, alegrías que hacerme degustar en paz, ... ¡Dios es Único en el actuar, en el acontecer, en el hablar, en el amar.
La vida tiene sus propios agobios, con lo que no me los busco, en un acto de "heroicidad". Soy una pobre mujer de a pie, que intenta caminar en la presencia de su Señor, con más caídas que éxitos. Pero el saberme amada sin límites ni exigencias, me hace vivir a pleno pulmón.
Pero el demonio no para de hacerme la vida imposible. Es cierto que se que es como un perro atado por el cuello a un poste y que si no quiero que me muerda lo que he de hacer es no acercarme a su campo de acción. Así que en la situación por la que estoy pasando yo, no sé que pensar. No quiero "meterme" en ella, pero, ¡qué bien sabe él meter la puya y desestabilizarme!
El caso es que dentro de dos semanas ya viene mi suegra a casa. Tendría que vivirlo como quien espera a Jesús que viene a su casa y espera encontrar amor; pero yo sólo puedo ver que viene una persona que me desestabiliza, me saca de mis casillas, me hace sufrir mucho, ..., con su carácter.
Me quita cosas; otras veces, las cosas desaparecen y aparecen más tarde; mis hijos sufren en ocasiones el robo de sus ahorrillos; a algunos de mis hijos los desprecia, y no se oculta para ello, con lo que mi ser de madre "animal", salta como una leona y, ...; miente sin parar; quiere "adueñarse" de mi cocina; se mete en lo que no debe; ...., ¡no pararía!
La verdad es que desde que la conozco, bueno, mejor dicho, desde que nos casamos, ella demostró que no era como se me había presentado durante nuestro noviazgo. Así que llevo ya bastantes años "sufriéndola"
Pero la cosa es que la última vez que la tuvimos, sucedió algo que, ...
Ya me conocéis, sabéis que desde el año 2000 tengo depresión endógena. Pero con la medicación, ni se me nota.
¿Qué sucedería en mí, que se me disparó y estuve muy mal a partir de la Pascua pasada, hasta que se fue, en mayo?
Por supuesto tuve que ponerme en manos de una siquiatra, que bendita sea, pues me ayuda muchísimo. Y, también tuve que ver aumentada mi medicación.
En fin, como he dicho, yo no me quiero acercar al límite en el que domina el perro, que es el demonio, pero, ..., ¿alguien tiene alguna explicación para lo que me está pasando?
Lo que pido es que os acordéis de mi en vuestras oraciones.
¡Qué Dios os lo pague!
Pero no por eso Dios ha dejado de seguir aconteciendo en mi vida. É$l, y se lo agradezco humildemente, siempre tiene cosas que decirme, acontecimientos en los que ayudarme, alegrías que hacerme degustar en paz, ... ¡Dios es Único en el actuar, en el acontecer, en el hablar, en el amar.
La vida tiene sus propios agobios, con lo que no me los busco, en un acto de "heroicidad". Soy una pobre mujer de a pie, que intenta caminar en la presencia de su Señor, con más caídas que éxitos. Pero el saberme amada sin límites ni exigencias, me hace vivir a pleno pulmón.
Pero el demonio no para de hacerme la vida imposible. Es cierto que se que es como un perro atado por el cuello a un poste y que si no quiero que me muerda lo que he de hacer es no acercarme a su campo de acción. Así que en la situación por la que estoy pasando yo, no sé que pensar. No quiero "meterme" en ella, pero, ¡qué bien sabe él meter la puya y desestabilizarme!
El caso es que dentro de dos semanas ya viene mi suegra a casa. Tendría que vivirlo como quien espera a Jesús que viene a su casa y espera encontrar amor; pero yo sólo puedo ver que viene una persona que me desestabiliza, me saca de mis casillas, me hace sufrir mucho, ..., con su carácter.
Me quita cosas; otras veces, las cosas desaparecen y aparecen más tarde; mis hijos sufren en ocasiones el robo de sus ahorrillos; a algunos de mis hijos los desprecia, y no se oculta para ello, con lo que mi ser de madre "animal", salta como una leona y, ...; miente sin parar; quiere "adueñarse" de mi cocina; se mete en lo que no debe; ...., ¡no pararía!
La verdad es que desde que la conozco, bueno, mejor dicho, desde que nos casamos, ella demostró que no era como se me había presentado durante nuestro noviazgo. Así que llevo ya bastantes años "sufriéndola"
Pero la cosa es que la última vez que la tuvimos, sucedió algo que, ...
Ya me conocéis, sabéis que desde el año 2000 tengo depresión endógena. Pero con la medicación, ni se me nota.
¿Qué sucedería en mí, que se me disparó y estuve muy mal a partir de la Pascua pasada, hasta que se fue, en mayo?
Por supuesto tuve que ponerme en manos de una siquiatra, que bendita sea, pues me ayuda muchísimo. Y, también tuve que ver aumentada mi medicación.
En fin, como he dicho, yo no me quiero acercar al límite en el que domina el perro, que es el demonio, pero, ..., ¿alguien tiene alguna explicación para lo que me está pasando?
Lo que pido es que os acordéis de mi en vuestras oraciones.
¡Qué Dios os lo pague!
miércoles, 8 de diciembre de 2010
"Hágase en mí según tu palabra"
Después de algún tiempo de no escribir, qué mejor que retomar en el día de la Inmaculada. Anoche celebramos la vigilia dedicada a Ella. Y la Iglesia nos regaló la lectura del evangelio de san Lucas, en la que el ángel Gabriel conversa con Ella, presentándole el plan de Dios, al que respondió: "Hágase en mi tu palabra".
Me alegra siempre que Dios tenga una palabra para mí, que no se canse de mis infidelidades, de mis pecados, de mi falta de amor, ...
"Hágase en mí según tu palabra", ¡cuántas veces he oído este "Sí" de la Virgen!, y qué distinto es del "no" mío.
Mi "No", que responde al deseo de hacer siempre mi voluntad, dejar de lado la de Dios, que no hay ninguna duda, es la buena.
La experiencia es que siguiendo mi voluntad sólo he vivido una tristeza profunda, la desesperanza completa, la dejadez, la búsqueda de soledad, ...
"Mi voluntad", ¡vaya acierto!. El demonio está siempre atento en lo que se me presenta, para hacerme creer que Dios no me quiere, que me ofrece lo peor, lo que me hará sentirme desgraciada. Y, mientras, Jesús sigue esperándome, muere por mí cuando no quiero morir, cuando no quiero darme, dejar de pensar y vivir para mí poniendo en mi corazón el deseo de salir de mi egoísmo.
En fin, nada más que decir. ¡Ojalá algún día ese "Hágase en mi según tu palabra" de la Virgen María sea mi refugio, mi bienestar, mi vida!
Deseo lo mismo para los que me léeis. Gracias por vuestras oraciones
Me alegra siempre que Dios tenga una palabra para mí, que no se canse de mis infidelidades, de mis pecados, de mi falta de amor, ...
"Hágase en mí según tu palabra", ¡cuántas veces he oído este "Sí" de la Virgen!, y qué distinto es del "no" mío.
Mi "No", que responde al deseo de hacer siempre mi voluntad, dejar de lado la de Dios, que no hay ninguna duda, es la buena.
La experiencia es que siguiendo mi voluntad sólo he vivido una tristeza profunda, la desesperanza completa, la dejadez, la búsqueda de soledad, ...
"Mi voluntad", ¡vaya acierto!. El demonio está siempre atento en lo que se me presenta, para hacerme creer que Dios no me quiere, que me ofrece lo peor, lo que me hará sentirme desgraciada. Y, mientras, Jesús sigue esperándome, muere por mí cuando no quiero morir, cuando no quiero darme, dejar de pensar y vivir para mí poniendo en mi corazón el deseo de salir de mi egoísmo.
En fin, nada más que decir. ¡Ojalá algún día ese "Hágase en mi según tu palabra" de la Virgen María sea mi refugio, mi bienestar, mi vida!
Deseo lo mismo para los que me léeis. Gracias por vuestras oraciones
domingo, 21 de noviembre de 2010
Pensaréis que estoy medio loca...
Os voy a contar una experiencia, para mí preciosa, que quizá os haga pensar que estoy medio loca, que tengo pajaritos en la cabeza, que estoy enajenada, ... Sois libres de pensarlo, no me importa, pero los que ya me conocéis, sabéis que soy sincera y digo las cosas por si os pueden ayudar. Esa es mi intención sincera, pero,... ¿quién sabe?
Pues la cosa es la siguiente.
En ocasiones, en la oración silenciosa, Dios me concede llegar hasta lo más profundo del corazón, allí donde Cristo habita como en un sagrario, y le digo cuánto le amo. Él lo sabe, pero también sabe que mi amor está siempre muy limitado, pues mis actos son egoístas, pecaminosos, y parece que haya dejado de amarle, algunas veces.
Y aún así, en ocasiones (no creáis que veo muertos), puedo trasladarme a Israel, allí, en el Monte de las Bienaventuranzas, y bajo aquel árbol precioso, grande, dicen que del tiempo de Jesús, un día caluroso, me acerco a Jesús, que está reposando, con la brisa de la tarde.
Me echo a sus pies, con lágrimas en los ojos, pecadora incorregible, y en mi meditación, sólo deseo estar así. Pero, de pronto, su mano sobre mi cabeza, sus manos que me cogen de los brazos y me atraen hacia sí. Y, como hizo tantas veces Juan, me deja reposar la cabeza en Su pecho.
¡Qué Oración tan dulce!
Y, cuando acaba el tiempo de Oración, me aparta de sí y he de alejarme. Pero el latir de Su corazón me acompaña y me da fuerza. Él no se arrepiente de habitar en mi pobre corazón, que sin Él nada puede.
¿Locura, enajenación, huída de la realidad, ...? No sé, hermanos, pero cuando mi Oración es así (que no es siempre), veo el Cielo ante mí.
¡Oh Dios mío! ¡Cuánto bien nos regalas con el don de la Oración, y cuántas veces lo desprecio!
Rezad por mí, como yo rezo por vosotros. Velemos, porque el tiempo pasa aprisa y vuela; ¿por qué despreciar el bien que podemos experiementar cada día?
Y, cuando la Oración se hace árida, se vuelve una carga, ..., según mi experiencia, es cuando más he de acercarme a ella. Que pasan los días y no vuelvo a gozar de tan dulce experiencia, ¿acaso me la merezco?
Diréis que estoy medio loca, que vivo en la enajenación, que tengo la cabeza en la estratosfera, ...; no me rebelaré, lo acepto. Quizá sea verdad, o quizá nadie me entienda. ¡Sólo Dio, sólo Dios!
Pues la cosa es la siguiente.
En ocasiones, en la oración silenciosa, Dios me concede llegar hasta lo más profundo del corazón, allí donde Cristo habita como en un sagrario, y le digo cuánto le amo. Él lo sabe, pero también sabe que mi amor está siempre muy limitado, pues mis actos son egoístas, pecaminosos, y parece que haya dejado de amarle, algunas veces.
Y aún así, en ocasiones (no creáis que veo muertos), puedo trasladarme a Israel, allí, en el Monte de las Bienaventuranzas, y bajo aquel árbol precioso, grande, dicen que del tiempo de Jesús, un día caluroso, me acerco a Jesús, que está reposando, con la brisa de la tarde.
Me echo a sus pies, con lágrimas en los ojos, pecadora incorregible, y en mi meditación, sólo deseo estar así. Pero, de pronto, su mano sobre mi cabeza, sus manos que me cogen de los brazos y me atraen hacia sí. Y, como hizo tantas veces Juan, me deja reposar la cabeza en Su pecho.
¡Qué Oración tan dulce!
Y, cuando acaba el tiempo de Oración, me aparta de sí y he de alejarme. Pero el latir de Su corazón me acompaña y me da fuerza. Él no se arrepiente de habitar en mi pobre corazón, que sin Él nada puede.
¿Locura, enajenación, huída de la realidad, ...? No sé, hermanos, pero cuando mi Oración es así (que no es siempre), veo el Cielo ante mí.
¡Oh Dios mío! ¡Cuánto bien nos regalas con el don de la Oración, y cuántas veces lo desprecio!
Rezad por mí, como yo rezo por vosotros. Velemos, porque el tiempo pasa aprisa y vuela; ¿por qué despreciar el bien que podemos experiementar cada día?
Y, cuando la Oración se hace árida, se vuelve una carga, ..., según mi experiencia, es cuando más he de acercarme a ella. Que pasan los días y no vuelvo a gozar de tan dulce experiencia, ¿acaso me la merezco?
Diréis que estoy medio loca, que vivo en la enajenación, que tengo la cabeza en la estratosfera, ...; no me rebelaré, lo acepto. Quizá sea verdad, o quizá nadie me entienda. ¡Sólo Dio, sólo Dios!
domingo, 31 de octubre de 2010
Cuando alguien llora sobre mi hombro, el tiempo se detiene
Hoy el título viene un poco largo; pero, por más vueltas que le he dado, no he encontrado la manera de acortarlo.
¿Alguien entiende lo que quiero decir con esas palabras? ¡Ojalá alguien haya podido experimentar lo mismo que yo! Lo deseo de corazón, pues pienso que es Dios quien pone delante a las personas, para luego, Él mismo, hablarles al corazón, por medio de un instrumento bastante "incompetente", como lo soy yo.
Ayer en mi parroquia tuvimos el gozo de vivir la primera misa de uno de nuestros catecúmenos. Hemos visto nacer su vocación; hemos estado a su lado, de parte de Dios, para ayudarle a encontrar el camino de la santidad; en resumen, lo hemos visto pasar de niño a joven, llegando a sus treintaitrés años, cuando Dios le ha confirmado su vocación, llenándole de la dignidad de ser su sacerdote. Hoy es otro Cristo en la tierra, de un modo mucho más visible de lo que podemos llegar a ser las "personas de a pie", que tenemos tantas cosas mundanas que nos "despistan" frecuentemente.
Pues bueno, para no irme "por las ramas", como es mi costumbre, sigo con l,o que me interesa comentaros.
Después de la celebración habían preparado un ágape en el colegio de las monjas. Yo pensaba decirle a mi marido que se quedara y yo me iría a casa, ya que, en primer lugar, me esperaba uno de mis nietos, para que le diera la cena; y en segundo lugar, no había dejado la cena hecha para la familia.
Pero, ¡mira por dónde!, ya en la parroquia había visto un matrimonio libanés que hace varios años empezaron el camino con nuestro misacantano (que les había invitado a la celebración), sentado con su hija menor, Nur (luz de Dios), entre los que habían ido a la misa.
Yo nunca corté la relación con ellos, especialmente con ella, Genoa (él se llama Bassam). Nos hemos visto alguna vez, nos hemos llamado por teléfono, le he visitado cuando nacieron sus hijas (la mayor se llama Beatríz); en fin, siempre he pensado que si Dios los había traído a la parroquia, si había querido que mi marido y yo nos encargáramos de prepararles para bautizarse (lo que, al final, decidieron no hacer), con lo que la relación era mayor que con cualquiera de los catequistas del grupo, ..., tenía que ser porque jamás debería dejarlos de lado y olvidarme de ellos.
¡Qué alegría cuando salí a la calle y ella estaba esperándome con una gran sonrisa en sus labios!
Nos abrazamos intensamente, nos besamos, nos miramos a los ojos, ... Repito, ¡qué alegría!
La verdad es que hacía casi un año, si no más, había dejado de verla, es decir, de quedar con ella para charrar, aunque sí la había visto por la calle varias veces.
Y, lo que yo creía sería un momento breve de cambiar impresiones, se convirtió en más de una hora, en la que me di cuenta lo mal que lo había hecho dejando de llamarla para quedar. Le pedí perdón, pues Dios la había estado probando con la muerte de su padre, en el Líbano, sin haber podido ir a estar a su lado, con la soledad absoluta (ya que su familia, por más que ha estado a su lado, no ha podido suplantar la compañía de su madre y sus hermanos).
La gente que la conoce del barrio, al verla de luto riguroso, ha estado juzgándola por ello. Me decía que del mismo modo en que se encontraba su corazón, de luto, no se veía vistiendo de color. Apenas hacía un tiempo había empezado a ponerse algún color pálido.
Y yo, sin enterarme, viviendo mi vida, a lo mío, a mis intereses, ..., sin acordarme de ella, aunque cada día rezo por todas las personas que Dios ha ido depositando con cariño, en mi corazón. Pero, no siempre puedo pensar en personas concretas, a no ser que me lo pidan especialmente.
¡Cuánto amor le dio Dios a través de mi pobre persona...! Los abrazos, los besos, el limpiar sus tristes lágrimas, ... Y ella, tan feliz de haber podido descansar en mi, después de tanto tiempo, en que sólo su familia la entendía, la comprendía, intentaba a yudarle, ...
¡Qué responsabilidad tan grande pone Dios en mí, aún a sabiendas de lo poco que lo merezco, que lo cuido, que lo hago carne costantemente, ...! Por mí misma, sería incapaz de darme a nadie, sólo a mí misma. Pero Cristo se hace carne en mí y ama a los que pone Dios delante de mi, para que conozcan a Su Padre, que es el Único bueno, que nunca da algo superior a nuestras fuerzas.
Pero hay quien no lo sabe; y, cuando llega el momento de hablar bien de Dios al que llora sobre el hombro, el tiempo se ha de detener, ...
¿Alguien entiende lo que quiero decir con esas palabras? ¡Ojalá alguien haya podido experimentar lo mismo que yo! Lo deseo de corazón, pues pienso que es Dios quien pone delante a las personas, para luego, Él mismo, hablarles al corazón, por medio de un instrumento bastante "incompetente", como lo soy yo.
Ayer en mi parroquia tuvimos el gozo de vivir la primera misa de uno de nuestros catecúmenos. Hemos visto nacer su vocación; hemos estado a su lado, de parte de Dios, para ayudarle a encontrar el camino de la santidad; en resumen, lo hemos visto pasar de niño a joven, llegando a sus treintaitrés años, cuando Dios le ha confirmado su vocación, llenándole de la dignidad de ser su sacerdote. Hoy es otro Cristo en la tierra, de un modo mucho más visible de lo que podemos llegar a ser las "personas de a pie", que tenemos tantas cosas mundanas que nos "despistan" frecuentemente.
Pues bueno, para no irme "por las ramas", como es mi costumbre, sigo con l,o que me interesa comentaros.
Después de la celebración habían preparado un ágape en el colegio de las monjas. Yo pensaba decirle a mi marido que se quedara y yo me iría a casa, ya que, en primer lugar, me esperaba uno de mis nietos, para que le diera la cena; y en segundo lugar, no había dejado la cena hecha para la familia.
Pero, ¡mira por dónde!, ya en la parroquia había visto un matrimonio libanés que hace varios años empezaron el camino con nuestro misacantano (que les había invitado a la celebración), sentado con su hija menor, Nur (luz de Dios), entre los que habían ido a la misa.
Yo nunca corté la relación con ellos, especialmente con ella, Genoa (él se llama Bassam). Nos hemos visto alguna vez, nos hemos llamado por teléfono, le he visitado cuando nacieron sus hijas (la mayor se llama Beatríz); en fin, siempre he pensado que si Dios los había traído a la parroquia, si había querido que mi marido y yo nos encargáramos de prepararles para bautizarse (lo que, al final, decidieron no hacer), con lo que la relación era mayor que con cualquiera de los catequistas del grupo, ..., tenía que ser porque jamás debería dejarlos de lado y olvidarme de ellos.
¡Qué alegría cuando salí a la calle y ella estaba esperándome con una gran sonrisa en sus labios!
Nos abrazamos intensamente, nos besamos, nos miramos a los ojos, ... Repito, ¡qué alegría!
La verdad es que hacía casi un año, si no más, había dejado de verla, es decir, de quedar con ella para charrar, aunque sí la había visto por la calle varias veces.
Y, lo que yo creía sería un momento breve de cambiar impresiones, se convirtió en más de una hora, en la que me di cuenta lo mal que lo había hecho dejando de llamarla para quedar. Le pedí perdón, pues Dios la había estado probando con la muerte de su padre, en el Líbano, sin haber podido ir a estar a su lado, con la soledad absoluta (ya que su familia, por más que ha estado a su lado, no ha podido suplantar la compañía de su madre y sus hermanos).
La gente que la conoce del barrio, al verla de luto riguroso, ha estado juzgándola por ello. Me decía que del mismo modo en que se encontraba su corazón, de luto, no se veía vistiendo de color. Apenas hacía un tiempo había empezado a ponerse algún color pálido.
Y yo, sin enterarme, viviendo mi vida, a lo mío, a mis intereses, ..., sin acordarme de ella, aunque cada día rezo por todas las personas que Dios ha ido depositando con cariño, en mi corazón. Pero, no siempre puedo pensar en personas concretas, a no ser que me lo pidan especialmente.
¡Cuánto amor le dio Dios a través de mi pobre persona...! Los abrazos, los besos, el limpiar sus tristes lágrimas, ... Y ella, tan feliz de haber podido descansar en mi, después de tanto tiempo, en que sólo su familia la entendía, la comprendía, intentaba a yudarle, ...
¡Qué responsabilidad tan grande pone Dios en mí, aún a sabiendas de lo poco que lo merezco, que lo cuido, que lo hago carne costantemente, ...! Por mí misma, sería incapaz de darme a nadie, sólo a mí misma. Pero Cristo se hace carne en mí y ama a los que pone Dios delante de mi, para que conozcan a Su Padre, que es el Único bueno, que nunca da algo superior a nuestras fuerzas.
Pero hay quien no lo sabe; y, cuando llega el momento de hablar bien de Dios al que llora sobre el hombro, el tiempo se ha de detener, ...
miércoles, 20 de octubre de 2010
Dios escucha
Sí, es verdad, Dios escucha. No sé la de veces, a lo largo de mi vida, que le he pedido cosas y me las ha concedido. Claro está, mis peticiones siempre llevaban las "coletillas": "si Dios quiere" o "si Dios cree que me conviene", ... Por lo que cuando no me lo ha concedido he estado segura que no me convenía en absoluto; y, como siempre digo, sin la ayuda necesaria del Espíritu Santo no hubiera visto más que Dios no me quería bien, no sabía lo que verdaderamente me convenía o pensamientos por el estilo.
Ayer tuvimos la celebración en la parroquia, que me gustó mucho y en la cual Dios me habló al corazón, como siempre, para ayudarme en mi camino de conversión. Como hacemos en cada celebración, al final quien lo desea puede hacerle sus peticiones. Llevo algún tiempo en que no pido nada personalmente en voz alta; lo hago en mi interior porque la mayor parte de las cosas que pediría lo hacen algunos hermanos y no me parece bien repetir, sólo por "hablar".
Anoche pedí porque nadie "me chafó". Y lo último que pedí fue que si me convenía, si Dios quería, que me diera trabajo. Cuando me escuche yo misma me sorprendí por pedirle eso a Dios. Pero ya estaba hecho y los hermanos se habían unido a mí en ese ruego.
Esta mañana me ha llamdo mi coordinadora en el arzobispado y me ha ofrecido una sustitución para veinte días.
Casi no tengo nada más que decir. Quien piense lo que yo, sabe que para Dios todo es posible, por más difícil que nos parezca a nosotros.
Por nuestro bien, no dejemos de dar gracias a Dios ni un solo día; y, cuando necesitemos algo, no sólo para nuestro bien sino para el de los que nos rodean, no dejemos de pedírselo a Él.
¡Gracias por vuestras oraciones por mí. Yo también rezo por vosotros cada día!
Ayer tuvimos la celebración en la parroquia, que me gustó mucho y en la cual Dios me habló al corazón, como siempre, para ayudarme en mi camino de conversión. Como hacemos en cada celebración, al final quien lo desea puede hacerle sus peticiones. Llevo algún tiempo en que no pido nada personalmente en voz alta; lo hago en mi interior porque la mayor parte de las cosas que pediría lo hacen algunos hermanos y no me parece bien repetir, sólo por "hablar".
Anoche pedí porque nadie "me chafó". Y lo último que pedí fue que si me convenía, si Dios quería, que me diera trabajo. Cuando me escuche yo misma me sorprendí por pedirle eso a Dios. Pero ya estaba hecho y los hermanos se habían unido a mí en ese ruego.
Esta mañana me ha llamdo mi coordinadora en el arzobispado y me ha ofrecido una sustitución para veinte días.
Casi no tengo nada más que decir. Quien piense lo que yo, sabe que para Dios todo es posible, por más difícil que nos parezca a nosotros.
Por nuestro bien, no dejemos de dar gracias a Dios ni un solo día; y, cuando necesitemos algo, no sólo para nuestro bien sino para el de los que nos rodean, no dejemos de pedírselo a Él.
¡Gracias por vuestras oraciones por mí. Yo también rezo por vosotros cada día!
jueves, 14 de octubre de 2010
Los sufrimientos de ahora ...
El título de esta nueva entrada está sacado de un fragmento de una carta de san Pablo a los Romanos. "Los sufrimiento de ahora no pesan lo que la gloria que un día se manifestará ..."
Los sufrimientos los hay de muchas maneras: por enfermedad, por carencia de dinero, por falta de trabajo, por vivir el abandono del mundo, de no sentirse querido, ...
Pienso que el más duro es el que viene por la falta de amor, por ser alguien que no importa a nadie, que nadie se interesa por él, que no hay quien tenga un simple pensamiento en el que aparezca, ...
Pero creo que Dios está por encima de todo sufrimiento y encontrándose con Jesucristo todo sufrimiento es llevadero, ya sabes, por eso de que "mi yugo es suave y mi carga ligera ..."
A lo largo de la historia del mundo, desde que Cristó pasó por él haciendo el bien, sufriendo voluntariamente hasta la muerte, para que ya nadie muera más sino que pueda alcanzar la Vida Eterna, ha habido muchas personas que, buscando un encuentro más íntimo con Él, han buscado deliberadamente los sufrimientos, y muchos de ellos hoy los conocemos como los Santos de la Iglesia.
Creo que debe haber muchos más que sólo Dios sabe que llegaron también a alcanzar la santidad; a fin de cuentas, eso es lo que importa, lo que Dios sepa y no lo que sepamos los hombres.
Pero también creo que lo más normal, lo que nos sale en principio es huir de todo sufrimiento que podamos "controlar". Y cuando no podemos controlarlo, pues viene la rebelión contra Dios y Su voluntad para nosotros. Uno de los sufrimientos incontrolables para mí es el que viene por la salud, mejor dicho, por la falta de ella. De esa Dios ha tenido a bien hacerme bastante conocedora; y no sólo eso, sino que en su gran misericordia conmigo (nada merecida, por supuesto), hasta hoy me da la fuerza del Espíritu Santo, para vivir en la alegría, a pesar de ....
Antes, nada tenía sentido. Me venían "males" por todas partes y no entendía por qué. Unas veces, al principio, llegué a pensar que Dios me castigaba por lo malo que hacía o lo bueno que dejaba de hacer.
Pero, ¡qué descanso cuando escuche esa lectura donde dice que Dios a sus hijos preferidos los trata (o corrige) con vara de palo...!
Sí, lo puedo decir y con inmensa alegría, Dios se ha fijado en mí para hacerme pasar por cosas que, sin Su ayuda, serían una maldición para mí.
Al que tenga la santa paciencia de leerme, le suplico encarecidamente rece por mí, porque soy débil y todo lo vivo por la gracia de Dios; y, si en algo confía en mí, implore la ayuda del Espíritu Santo ante cualquier sufrimiento, que Él le dará fortaleza y le susurrará dulcemente al oído del corazón que el Amor que Dios le tiene es tan grande, que no sabe cómo llamar su atención para que lo sepa.
Dios quiere hijos predilectos, sólo tenemos que dejarle nos elija y ponernos en Sus manos.
Porque lo realmente importante es "¡Sólo Dios!"
Los sufrimientos los hay de muchas maneras: por enfermedad, por carencia de dinero, por falta de trabajo, por vivir el abandono del mundo, de no sentirse querido, ...
Pienso que el más duro es el que viene por la falta de amor, por ser alguien que no importa a nadie, que nadie se interesa por él, que no hay quien tenga un simple pensamiento en el que aparezca, ...
Pero creo que Dios está por encima de todo sufrimiento y encontrándose con Jesucristo todo sufrimiento es llevadero, ya sabes, por eso de que "mi yugo es suave y mi carga ligera ..."
A lo largo de la historia del mundo, desde que Cristó pasó por él haciendo el bien, sufriendo voluntariamente hasta la muerte, para que ya nadie muera más sino que pueda alcanzar la Vida Eterna, ha habido muchas personas que, buscando un encuentro más íntimo con Él, han buscado deliberadamente los sufrimientos, y muchos de ellos hoy los conocemos como los Santos de la Iglesia.
Creo que debe haber muchos más que sólo Dios sabe que llegaron también a alcanzar la santidad; a fin de cuentas, eso es lo que importa, lo que Dios sepa y no lo que sepamos los hombres.
Pero también creo que lo más normal, lo que nos sale en principio es huir de todo sufrimiento que podamos "controlar". Y cuando no podemos controlarlo, pues viene la rebelión contra Dios y Su voluntad para nosotros. Uno de los sufrimientos incontrolables para mí es el que viene por la salud, mejor dicho, por la falta de ella. De esa Dios ha tenido a bien hacerme bastante conocedora; y no sólo eso, sino que en su gran misericordia conmigo (nada merecida, por supuesto), hasta hoy me da la fuerza del Espíritu Santo, para vivir en la alegría, a pesar de ....
Antes, nada tenía sentido. Me venían "males" por todas partes y no entendía por qué. Unas veces, al principio, llegué a pensar que Dios me castigaba por lo malo que hacía o lo bueno que dejaba de hacer.
Pero, ¡qué descanso cuando escuche esa lectura donde dice que Dios a sus hijos preferidos los trata (o corrige) con vara de palo...!
Sí, lo puedo decir y con inmensa alegría, Dios se ha fijado en mí para hacerme pasar por cosas que, sin Su ayuda, serían una maldición para mí.
Al que tenga la santa paciencia de leerme, le suplico encarecidamente rece por mí, porque soy débil y todo lo vivo por la gracia de Dios; y, si en algo confía en mí, implore la ayuda del Espíritu Santo ante cualquier sufrimiento, que Él le dará fortaleza y le susurrará dulcemente al oído del corazón que el Amor que Dios le tiene es tan grande, que no sabe cómo llamar su atención para que lo sepa.
Dios quiere hijos predilectos, sólo tenemos que dejarle nos elija y ponernos en Sus manos.
Porque lo realmente importante es "¡Sólo Dios!"
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