domingo, 23 de octubre de 2011

La voluntad de Dios

Este finde semana, desde el jueves por la noche, he estado de convivencia de inicio de curso en Gandía. Llegaba desanimada, triste, hundida, ..., por el sufrimiento que, a causa del trabajo, estaba pasando.
Incluso había llamado a mis catequistas, que llevaban la convivencia, para pedirles que me reservaran algún ratito, pues necesitaba ayuda. Me dijeron que sí.
Pero, la noche del jueves, cuando se abrió la Biblia para que Dios nos diera una palabra, Dios me llevó a la paz.
Era la parte del evangelio en el que se presenta a Jesús, con los soldados romanos, después de la flagelación, que le ponen la corona de espinas, le pegan, se burlan de Él, ...
Ya sabía la respuesta de Dios a mi problema. "No os resistáis al mal", como Jesús, que siendo hombre, se humilló a si mismo, tomando la condición de esclavo. Y lo maravilloso es que lo hizo pensando en mi, en aquel momento en que el demonio me tenía atenazada y quería mi muerte.
Los catequistas me escucharon y me dijeron que ciertamente lo que me había inspirado el Espírtu Santo era lo que debía de hacer.
¿Alguna vez ha dejado Dios que vivamos en la necesidad? ¿No es cierto que siempre ha estado velando por nosotros, por nuestros hijos, que ante todo son suyos? ¿Por qué preocuparse del trabajo? ¿Por qué dejarse llevar por el odio al enemigo, cuando Cristo me invita a amar a mis enemigos más que a mi misma?
Por otra parte, también me dijeron que, en la posible busque trabajo por otro lado, sin tener que enfrentarme a quien no me lo quiere dar. Y que lo que estaba sucediendo también serviría a que esta persona viera que no me resistía al mal que me estaba haciendo, que seguramente le abriría interrogantes, que yo estaba llamada evangelizar de ese modo, sin abrir boca.
¡Qué bueno es someter los sufrimientos propios a personas que van por delante de ti en la fe a Dios! ¡Qué descanso saber que se debe actuar mirando a Cristo, siguiendo Sus pasos!
Pero, se que las palabras de Jesús, "Velad y orad, para no caer en tentación", son vida para mí. No puedo pasar página, pensando: "¡prueba superada!", porque el "exámen" final será el definitivo. Y, hasta que llegue, es importante "no dejar de estudiar", vivir cerca de la Palabra, de los hermanos, de la Iglesia, que es Madre buena; seguir caminando trás las huellas de Cristo, aún después de haber caído, pues si me quedo quieta, me moriré.
Pido a Dios que pueda siempre caminar sin parar, con la ayuda del Espíritu Santo, con la cruz siempre cogida fuertemente, olvidándome de mi misma, en favor de los demás. Poder ser evangelio viviente de Dios.

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