sábado, 21 de mayo de 2011

A veces, me pregunto ¿por qué?

Sí, a pesar de saber con certeza que Dios nunca me da nada malo, que nunca permite en mi vida situaciones de sufrimiento sin pleno sentido, de experimentar que me ama y no se arrepiente de haberme elegido, el demonio me lleva a pensar por qué en mi matrimonio soy yo la que "acapara" los sufrimientos físicos.
Mi marido pasa un resfriado de un día, terrible; se ha caido tres veces "gordas" de la bicicleta y sólo se le ha roto la clavícula del hombro derecho, con un corte limpio, que, a pesar de no guardar el reposo según le recomendó nuestra doctora, se le fusionará perfectamente, y seguirá adelante con su gran afición.
Yo, sin embargo, he pasado varios embarazdos de reposo, he pasado por el quirófano no sé ya las veces, y casi siempre he tenido que pasar de nuevo al quirófano, porque las operaciones no salieron bien. La vez más peligrosa para mi vida "física" fue la última, en la que al quitarme la matriz y los ovarios, me perforaron el intestino.
Secuelas de la mayor parte de las operaciones las he tenido, las tengo y, de ser conveniente para mi vida espiritual, las tendré hasta la muerte.
Me llamó la atención una frase de santa Teresa de Jesús, cuando, a consecuencia de sus males físicos y espirituales, le decía con confianza a Dios que no la quisiera tanto. En la Biblia dice que Dios a los que más quiere más los prueba.
Aún sabiendo ésto, como decía en el título, a veces me "enfado" con Dios.
Y me he dado cuenta de que más de una vez he envidiado a mi marido y he pensado que podría Dios "tocarlo" algo más y dejarme un poquito "respirar"
Le doy gracias, porque me da la posibilidad de acercarme al sacramento de la Penitencia, por el que me humillo ante Jesucristo, reconociendo que mis sufrimientos son mínimos ante los que Él sufrió por amor a mí. Y, recibiendo la fuerza del Espíritu Santo, es como si resurgiera de mis "cenizas" y, con un alma preciosa, volviera a vivir, o, al menos, intentarlo, acpetando la voluntad de Dios, Su Amor extraordinario hacia mí, mediante el seguimiento fiel a Jesucristo.
En realidad, mi verdadero Esposo es Él, y me entiende, me consuela, me anima, alegra mi vida con todo el Amor que me tiene y que experimento tantísimas veces.
Amigos, hermanos, espero que ésta, mi pobre experiencia, os ayude a tener un encuentro con Jesucristo, que comprende nuestros sufrimientos, porque pasó antes por ellos.

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