Sí, a pesar de saber con certeza que Dios nunca me da nada malo, que nunca permite en mi vida situaciones de sufrimiento sin pleno sentido, de experimentar que me ama y no se arrepiente de haberme elegido, el demonio me lleva a pensar por qué en mi matrimonio soy yo la que "acapara" los sufrimientos físicos.
Mi marido pasa un resfriado de un día, terrible; se ha caido tres veces "gordas" de la bicicleta y sólo se le ha roto la clavícula del hombro derecho, con un corte limpio, que, a pesar de no guardar el reposo según le recomendó nuestra doctora, se le fusionará perfectamente, y seguirá adelante con su gran afición.
Yo, sin embargo, he pasado varios embarazdos de reposo, he pasado por el quirófano no sé ya las veces, y casi siempre he tenido que pasar de nuevo al quirófano, porque las operaciones no salieron bien. La vez más peligrosa para mi vida "física" fue la última, en la que al quitarme la matriz y los ovarios, me perforaron el intestino.
Secuelas de la mayor parte de las operaciones las he tenido, las tengo y, de ser conveniente para mi vida espiritual, las tendré hasta la muerte.
Me llamó la atención una frase de santa Teresa de Jesús, cuando, a consecuencia de sus males físicos y espirituales, le decía con confianza a Dios que no la quisiera tanto. En la Biblia dice que Dios a los que más quiere más los prueba.
Aún sabiendo ésto, como decía en el título, a veces me "enfado" con Dios.
Y me he dado cuenta de que más de una vez he envidiado a mi marido y he pensado que podría Dios "tocarlo" algo más y dejarme un poquito "respirar"
Le doy gracias, porque me da la posibilidad de acercarme al sacramento de la Penitencia, por el que me humillo ante Jesucristo, reconociendo que mis sufrimientos son mínimos ante los que Él sufrió por amor a mí. Y, recibiendo la fuerza del Espíritu Santo, es como si resurgiera de mis "cenizas" y, con un alma preciosa, volviera a vivir, o, al menos, intentarlo, acpetando la voluntad de Dios, Su Amor extraordinario hacia mí, mediante el seguimiento fiel a Jesucristo.
En realidad, mi verdadero Esposo es Él, y me entiende, me consuela, me anima, alegra mi vida con todo el Amor que me tiene y que experimento tantísimas veces.
Amigos, hermanos, espero que ésta, mi pobre experiencia, os ayude a tener un encuentro con Jesucristo, que comprende nuestros sufrimientos, porque pasó antes por ellos.
Es un blog nuevo, por tanto viene con frescura, lleno de sinceridad, con comentarios llenos de vida, sin intención de convencer a nadie, pero sí de hacer pensar.
sábado, 21 de mayo de 2011
martes, 10 de mayo de 2011
Por si fuera poco
Ya hace días de la celebración de la Pascua. No tengo palabras para describir el impacto que este año, como los anteriores, me ha causado poder acompañar a Jesucristo en su pasión, muerte y resurrección.
Pero, la verdad es que prefiero quedármelo en el corazón, ya que es un tesoro, y es para mí.
Sin embargo, sí contaré la maravillosa experiencia del inicio del tiempo pascual, que me llevó, con Emilio, Pura y Esteban, a san Isidro de Dueñas, monasterio en el que vivió su experiencia espiritual y su muerte el hermano Rafael, ya canonizado.
Mi principal intención era acercarme a él, conocerle, rezar a su lado, ... Sin embargo, nada de eso sucedió, pues buscándolo a él, él me llevó a un encuentro personal con Jesucristo, especialmente en una capilla pequeña del segundo piso de la acogida, donde se encontraba dentro del sagrario, y también representado por un gran crucifijo, en el que Su cuerpo yacía muerto.
No olvidaré jamás cuántas cosas me dijo, de qué manera me escucho, y como me ayudó a seguir mi vida.
Pero la sorpresa no acabó allí. Pues después de tres días en el monasterio, fuimos al monasterio de la nueva congregación Iesu Comunio, donde mi intención era estar con Kati, a la que me ha unido Cristo de un modo, como sólo Él lo sabe hacer, de manera que ella reza por mí y yo por ella, en una relación de Amor puro.
Pues bueno, resultó que deseando encontrarme con ella, ella me acercó a la Virgen María, representada por una imagen preciosa, en la que aparece joven y embarazada de Jesús, sentada y dispuesta a recibir en su regazo, sobre sus rodillas, a todo el que necesite depositar sus sufrimientos en ella que, como Madre que es, jamás dela de lado a nadie.
Luego, el broche final de la semana "in albis" fue pasar la mañana del domingo de la Misericordia, pegada a la televisión, gozando con el acto de la beatificación de Juan Pablo II en la plaza del Vaticano.
Pero Dios es más generoso y ahora me regala las eucaristías pascuales, donde la presencia de Jesucristo es real.
¡Por si fuera poco!
Pero, la verdad es que prefiero quedármelo en el corazón, ya que es un tesoro, y es para mí.
Sin embargo, sí contaré la maravillosa experiencia del inicio del tiempo pascual, que me llevó, con Emilio, Pura y Esteban, a san Isidro de Dueñas, monasterio en el que vivió su experiencia espiritual y su muerte el hermano Rafael, ya canonizado.
Mi principal intención era acercarme a él, conocerle, rezar a su lado, ... Sin embargo, nada de eso sucedió, pues buscándolo a él, él me llevó a un encuentro personal con Jesucristo, especialmente en una capilla pequeña del segundo piso de la acogida, donde se encontraba dentro del sagrario, y también representado por un gran crucifijo, en el que Su cuerpo yacía muerto.
No olvidaré jamás cuántas cosas me dijo, de qué manera me escucho, y como me ayudó a seguir mi vida.
Pero la sorpresa no acabó allí. Pues después de tres días en el monasterio, fuimos al monasterio de la nueva congregación Iesu Comunio, donde mi intención era estar con Kati, a la que me ha unido Cristo de un modo, como sólo Él lo sabe hacer, de manera que ella reza por mí y yo por ella, en una relación de Amor puro.
Pues bueno, resultó que deseando encontrarme con ella, ella me acercó a la Virgen María, representada por una imagen preciosa, en la que aparece joven y embarazada de Jesús, sentada y dispuesta a recibir en su regazo, sobre sus rodillas, a todo el que necesite depositar sus sufrimientos en ella que, como Madre que es, jamás dela de lado a nadie.
Luego, el broche final de la semana "in albis" fue pasar la mañana del domingo de la Misericordia, pegada a la televisión, gozando con el acto de la beatificación de Juan Pablo II en la plaza del Vaticano.
Pero Dios es más generoso y ahora me regala las eucaristías pascuales, donde la presencia de Jesucristo es real.
¡Por si fuera poco!