domingo, 21 de noviembre de 2010

Pensaréis que estoy medio loca...

Os voy a contar una experiencia, para mí preciosa, que quizá os haga pensar que estoy medio loca, que tengo pajaritos en la cabeza, que estoy enajenada, ... Sois libres de pensarlo, no me importa, pero los que ya me conocéis, sabéis que soy sincera y digo las cosas por si os pueden ayudar. Esa es mi intención sincera, pero,... ¿quién sabe?
Pues la cosa es la siguiente.
En ocasiones, en la oración silenciosa, Dios me concede llegar hasta lo más profundo del corazón, allí donde Cristo habita como en un sagrario, y le digo cuánto le amo. Él lo sabe, pero también sabe que mi amor está siempre muy limitado, pues mis actos son egoístas, pecaminosos, y parece que haya dejado de amarle, algunas veces.
Y aún así, en ocasiones (no creáis que veo muertos), puedo trasladarme a Israel, allí, en el Monte de las Bienaventuranzas, y bajo aquel árbol precioso, grande, dicen que del tiempo de Jesús, un día caluroso, me acerco a Jesús, que está reposando, con la brisa de la tarde.
Me echo a sus pies, con lágrimas en los ojos, pecadora incorregible, y en mi meditación, sólo deseo estar así. Pero, de pronto, su mano sobre mi cabeza, sus manos que me cogen de los brazos y me atraen hacia sí. Y, como hizo tantas veces Juan, me deja reposar la cabeza en Su pecho.
¡Qué Oración tan dulce!
Y, cuando acaba el tiempo de Oración, me aparta de sí y he de alejarme. Pero el latir de Su corazón me acompaña y me da fuerza. Él no se arrepiente de habitar en mi pobre corazón, que sin Él nada puede.
¿Locura, enajenación, huída de la realidad, ...? No sé, hermanos, pero cuando mi Oración es así (que no es siempre), veo el Cielo ante mí.
¡Oh Dios mío! ¡Cuánto bien nos regalas con el don de la Oración, y cuántas veces lo desprecio!
Rezad por mí, como yo rezo por vosotros. Velemos, porque el tiempo pasa aprisa y vuela; ¿por qué despreciar el bien que podemos experiementar cada día?
Y, cuando la Oración se hace árida, se vuelve una carga, ..., según mi experiencia, es cuando más he de acercarme a ella. Que pasan los días y no vuelvo a gozar de tan dulce experiencia, ¿acaso me la merezco?
Diréis que estoy medio loca, que vivo en la enajenación, que tengo la cabeza en la estratosfera, ...; no me rebelaré, lo acepto. Quizá sea verdad, o quizá nadie me entienda. ¡Sólo Dio, sólo Dios!

2 comentarios:

  1. ¿Loca?, ¿enajenada?... Pienso que tu experiencia ante la oración se resume en: ENAMORADA DE CRISTO!. Y aunque yo no haya llegado a ese sueño en la oración, mi experiencia es similar a la tuya, que en el fondo es escuchar al Señor en lo más íntimo de mi corazón, allí donde nadie llega y donde tampoco yo me conocía...

    A veces me paro a pensar en lo muchísimo que me conoce el Señor, en que con Él no sirve ninguna máscara, ni coraza, ni necesidad de esconder mis pecados tapándome con hojas como Adán y Eva...y esto al tiempo que me hace ponerme las pilas y desear no pecar más, hace que en mi corazón nazca un agradecimiento, profundísimo, al gran amor que me tiene... que sin duda me supera, me desborda y consuela mi alma sabiendo que a pesar de como soy el Señor me ama con locura y no tiene asco de mi... que a veces no sé ni como puede...
    Y este es al punto al que el Señor me lleva muchas veces en mi oración silenciosa... a ver su Amor infinito y eterno, para que me de cuenta de la limitación del mío y al tiempo, cuando el demonio no me engaña, no avergonzarme por esta precariedad, sino sentirme pequeña e hija de mi Padre, y confiar que sin duda es el regalo que cada día me entrega con su Espíritu, para que se realice en mí... sin tener en cuenta lo que hice ayer y apostando por mi!

    Este momento en la oración siempre despierta en mí el ánimo con el que salgo de confesarme: ¡Vete y no peques más!, y terminan los 15 o 20 minutos recargada por el Señor para combatir contra el demonio, que aunque es más listo que yo y en muchos momentos me puede en la tentación, no llega a vencerme por pura misericordia de Dios, que sostiene mi vida y la RECREA cada día!.
    Así que esto para mí es, como para ti, ver como Cristo apoya mi cabeza en su pecho, y ahí encuentro la paz de un bebé en brazos de su madre.

    Y desde aquí mi oración para que el Señor conserve siempre su Amor hacia mí y guíe mis pasos hacia el cielo, destruya las barreras que me separan de Él (mis pecados) y me conceda humildad para dejar que sea el Rey de mi vida, mi matrimonio, mi maternidad y mi profesión.

    Y de paso aprovecho para decirte que ahora mismo también rezo por ti, para que el Señor te conserve a su lado y cerca de nosotros. Por que tú también llevas las filacterias judías y le pido al Señor, que sin duda se fía de ti, que conserve en ti el deseo de convertirte cada día y que el resto lo veamos!
    Te quiero. La paz.
    Vanessa.
    Le doy gracias a Dios por haberse fijado en mí... GRACIAS!

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  2. No creo que estés loca. Sólo te digo que tienes mucha suerte de poder disfrutar de momentos así de intimidad con Jesucristo. Yo no los tengo. En el pasado, alguna vez sentí una paz interior absoluta en la oración, una felicidad inmensa. Pero desde entonces, mi oración es árida y seca, dura a veces, porque no hay "recompensa inmediata" perceptible. Sé que es precisamente ahora, en la aridez, cuando te la juegas con la oración, porque si abandonas estás perdido. Que Dios me ayude a seguir rezando, con o sin "gustirrinín", porque cada día le necesito más conforme conozco más a fondo mi debilidad. Acuérdate de rezar por mí, para que no desfallezca ni tire la toalla jamás.

    Jose Sáez.

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