viernes, 1 de octubre de 2010

Saber escuchar

Hace unos días visité a una mía, que recientemente ha enviudado. Nos queremos mucho y siempre hemos tenido tema de conversación, cunado hemos estado juntas. No es creyente, pero me impresionó cuando enterraron a mi tío, y me dijo que, ya que yo rezaba, rezara por él.
En mi pensamiento, cuando me preparaba para la visita, manejé varias cosas que comentarle. Pensaba que estaría todavía muy triste y que le ayudaría a "desconectar" un poco.
Mi sorpresa fue que, desde que llegué, estuvo casi todo el tiempo hablándome ella, contándome anécdotas de mi tío; nos reímos bastante, y a ella se le veía bien. Es cierto que en un instante aparecieron una lágrimas pequeñitas en sus ojos; pero, los recuerdos de mi tío, hablarme de él, más que nada, le consolaba.
Nada de lo que llevaba pensado dije, y pensé que muchas veces, cuando visito a alguien, hablo, hablo y hablo, sin pensar que si dejara hablar la otra persona saldría reconfortada. Pero en eso, como en tantas cosas de mi vida, soy una egoista total y sólo pienso en mí.
Dios siempre es muy bueno conmigo, pues esta experiencia me ayudó a recapacitar, preguntarme si sabía escuchar o no. Y descubrí que no.
Al primero que me cuesta escuchar es a mi marido. Es el rey de la "calma"; cuando hago o digo
algo, siguiendo mi impulso natural, lo hago un tanto acelerada. Y su "¡calma, calma!", me hace frenar, aunque no siempre, lo reconozco.
Y tengo la mala costumbre de acabar algunas de sus frases, porque me pongo nerviosa cuando me habla con su reposado hablar característico. Esto, que lo vengo notando hace ya tiempo, intento que no suceda, y Dios me está ayudando. Pero, hay veces, ...
¿Escuchar a mis hijos? Me he esforzado por hacerlo siempre, pero, como conn su padre, me puede cuando dan rodeos, hablan pausádamente, o cosas así. Es una lucha constante, la verdad, y confío en que el Espíritu Santo siga ayudándome y yo pueda obedecer a sus ayudas.
Escuchar a los demás, es algo que, no por deferencia, sino por timidez, lo he ido haciendo. Quizá ahora, que vivo con bastante libertad, es posible que haga de las mías y hable más que escucho. ¡Casi seguro! A veces me he dado cuenta de que estaba haciéndolo y he intentado pararme y dejar que sea el otro el que hable.
Pero, lo que más me importa, es poder saber escuchar a Dios. Porque, lo que creo es que si le escucho a Él, sabré callar y escuchar más a los que se relacionan conmigo.
No creo que sea una batalla perdida, pues sé que he podido ser una buena "oidora" algunas veces (siempre por el Espíritu Santo). Así que, sin desfallecer, poniendo mi esperanza donde debo (en Dios), cada día podré ir dejando de pensar tanto en mí, para donarme a los demás.
¡Qué así sea!

2 comentarios:

  1. Querida Maricarmen, no te imaginas cuánto te entiendo. Yo me he pasado la vida (o casi toda) hablando, hablando, hablando... Dando lecciones, consejos y largando peroratas a todo bicho viviente. El tiempo, la edad, la enfermedad, el cansancio, el mismo Dios, o lo que sea, me han ido callando. Cada vez siento menos ganas de hablar y más de escuchar. Lo mimso que más ganas de leer que de escribir. tengo la sensación de haberme perdido lo mejor de mi vida por haber escuchado tan poco a las personas, por creerme superior a ellas y tomar siempre la palabra. Quiero recuperar el tiempo perdido y escuchar. Las personas son maravillosas, por muchos defecto que tengan (menos que yo, sin duda) y tienen cosas estupendas que decir si les dejas, si les atiendes, si les escuchas. Sobre todo, Dios es el que tiene más que decir. Pero apenas le he dejado un poco de silencio para escucharle, siempre hablando con quién sea, sobre todo conmigo mismo. Necesito silencio, guardar silencio, y escuchar. En ello estoy y espero poder hacerlo. No quiero terminar mis días siendo un mero papagayo.

    Un abrazo a toda la familia.

    José Sáez.

    ResponderEliminar
  2. Hola!,

    Preciosa reflexión... La verdad es que creo que vivimos en un mundo con tanto ruido que unos a otros nos contagiamos ese afan por no callar... Me impresionó una cosa que me dijo Antonio hace unos días y quiero compartirlo contigo, pues de esto saqué una reflexión que todavía sigo meditando, y para que veas que es cierto que a veces nos preocupamos más por qué decir que por callar... Él me dijo que Jesús pasó un tiempo de su vida predicando, y supongo que tambien hablaría de cosas vanales (espero, jajja) pero tambien vivió en silencio sin decir nada, ni tonterías ni cosas importantes para la reflexión de los demás... este fue el momento de la pasión...Y esto me hace pensar que efectivamente en ese momento: escuchó los gritos de la gente, escuchó los abucheos, escuchó los insultos, escuchó a sus amigos que supongo que alguno intentaría animarlo, escuchó a los ladrones...pero se mantuvo callado porque sólo se preocupó de ESCUCHAR LA VOLUNTAD DE DIOS. Y mira que podía haber hablado, o haberse defendido, o haber predicado... simplemente (como si esto resultase sencillo...) ESCUCHÓ.
    A veces me pregunto que me importa más... ¿escuchar?... ójala siempre tuviese el oído abierto para callar y escuchar más al Señor, porque como tú has dicho, preocupándome por escuchar más a mi Padre (Dios) escucharía mejor a los que comparten mi vida...
    Desde este momento de oración le pido al Señor que me ayude a buscar ese silencio interior y exterior en el que sé que me está esperando.

    Un beso y la paz.
    Vanessa Alfaro.

    ResponderEliminar