viernes, 2 de julio de 2010

Tiempo de morir

Mi marido acaba de llegar a casa de Decathlon (¿está bien escrito?) con la noticia de que el padre de un compañero y amigo del colegio ha muerto esta madrugada.
Le ha mandado un mensaje y cuando mi marido le ha llamado por teléfono para interesarse de los detalles y la hora de la misa, su amigo le ha pedido disculpas por haberle dado la noticia y le excusaba para que no fuera al entierro, ya que será en Bicorp.
Quizá para las personas no creyentes puede ser un fastidio que les digan noticias así e intenten poner cualquier excusa para no tener que ir a una celebración "tan desagradable". Es comprensible porque no tienen fe y para ellos la muerte es un mal paso, que "quien quiera que sea" el que ha planeado que nos tengamos que morir es un egoísta que no tiene corazón.
¡Qué distinto para los que intentamos por todos los medios vivir de la fe en Dios!
La muerte es una puerta imprescindible para entrar en el Cielo. Nadie sabe cuándo se encontrará delante de ella, esperando que se abra; muchos intentan esquivarla mediante rejuvenecedores, gimnasios, medicinas naturales (o innaturales?), alimentación rigurosamente sana, .....
Pero ella está siempre al final del camino. Y, ¡gracias a Dios! No me gustaría vivir aquí durante toda la eternidad, primero de todo porque el anhelo de ver cara a cara a Jesús, no se cumpliría jamás; luego porque aquí, aunque hay momentos de felicidad, no tienen parangón con la que nos espera en el Cielo, ....
Yo me he encontrado con la muerte hace ahora exactamente un año. Cuando fui consciente de ello, lo primero que le pregunté a Dios fue que por qué no me había llevado con Él. Sólo la fe me ayudó a entender que, bien porque necesito tiempo para convertirme realmente, bien porque, aún sin yo entenderlo, tengo que llevar a término una misión que Dios tiene pensada para mí, bien porque de mi conversión depende que alguien se encuentre con Jesucristo, ..., ¡qué sé yo! Pero puedo decir que sólo Dios lo hace todo bien.
En fin, volviendo al tema de inicio, esta tarde, si Dios quiere mi marido y yo, que quiero acompañarle, iremos a Bicorp, a estar al lado de las personas que experimentan el vació que deja en sus corazones la cita que un hombre tenía con Dios.
¡Descanse en Paz!

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